¿Genio o vendedor de humo? ¿Poeta de la imagen o director
pretencioso? Terrence Malick tiene el don de dividir a los cinéfilos con el
estreno de cada una de sus películas. Después del punto de inflexión que supuso
El árbol de la vida en su
filmografía, ahora el director nos presenta To
the Wonder, película que recibió tantos halagos como malas críticas en el
pasado Festival de Venecia. Javier Bardem, Ben Affleck, Olga Kurylenko y Rachel
McAdams son algunos de los intérpretes a los que podemos encontrar en este
nuevo largometraje, el sexto de Malick como director desde que en 1973
comenzara su trayectoria con Malas
tierras. Una camino que le convierte en uno de los directores más
peculiares (y polémicos) en el panorama cinematográfico actual.
El estilo de Malick es tan reconocible que unos pocos minutos
de metraje de cualquiera de sus películas serían más que suficientes para saber
que nos encontramos ante una de sus obras. Detrás de este resultado final hay
un largo proceso en el que Malick toma las riendas de una forma muy personal.
En las jornadas de rodaje, cualquier cosa es susceptible de ser grabada. Incluso
en los descansos, los actores son perseguidos por las cámaras, en busca de
material susceptible de ser incluido en la película. Además, sólo se emplea luz
natural, y los filtros y efectos como el zoom
están prohibidos.
La flexibilidad que el director presenta a la hora de incluir
nuevas imágenes y momentos espontáneos en la película hace que las primeras
versiones de estas lleguen a durar varias horas, por lo que a la hora de
trabajar en la sala de montaje surge la necesidad de eliminar una gran cantidad
de material. Malick es conocido por su pulso firme a la hora de editar los
films, obedeciendo a sus criterios personales y perjudicando en ocasiones a los
actores. Ya pueden ser prácticamente desconocidos para el público o estrellas de
fama mundial: el director no hace distinción. De esta forma, algunos de ellos
llegan a desaparecer totalmente, como ha pasado con Jessica Chastain y Rachel
Weisz en To the Wonder, mientras que
otros ven reducido su tiempo en pantalla al mínimo, como fue el caso de Adrien
Brody en La delgada línea roja o de Sean
Penn en El árbol de la vida.
Las reacciones varían dependiendo de los actores: mientras
algunos deciden tomárselo con filosofía, otros ponen el grito en el cielo al
ver cómo su trabajo no ha valido para nada. Entre aquellos que han mostrado sus
diferencias con Malick encontramos al veterano Christopher Plummer y el antes
mencionado Sean Penn. Plummer, a quien vimos brevemente en El nuevo mundo, declaró que “nunca volvería a trabajar con el
director”, añadiendo que “necesitaba desesperadamente un guionista”. Sean Penn,
que repetía con Malick después de haber protagonizado La delgada línea roja, tampoco quedó satisfecho con el resultado de
El árbol de la vida, en la que no
encontró la emoción que desprendía el guión original. Con una mejor actitud, Olga
Kurylenko confesaba recientemente que sus escenas favoritas de To the Wonder habían sido eliminadas. De
la misma forma, Rachel Weisz, al enterarse que había sido borrada del metraje,
destacó que al menos le queda la experiencia de haber rodado con el director.
Malick estudió Filosofía en la universidad de Harvard, lo que
ha marcado toda su obra. A lo largo de su filmografía se repiten las
reflexiones filosóficas de los personajes, que constituyen un elemento clave
del guión y que suelen ser expresadas normalmente a través de las voces en off. La relación del hombre con la
naturaleza y con Dios, el amor y la búsqueda de algo que vaya más allá de lo
humano son algunos de los temas en torno a los cuales giran sus largometrajes.
Su dominio de las imágenes ha hecho que se le reconozca por ser todo un poeta
visual. Esta concepción del cine le aleja de los circuitos comerciales,
mientras en otros goza de un reconocido prestigio, como ocurre en el caso del
Festival de Cannes, en el que fue nombrado mejor director por su labor en Días del cielo y obtuvo la Palma de Oro
en 2011 por El árbol de la vida.
Premios que Malick no fue a recoger, ya que otra de sus peculiaridades es que
nunca aparece en público, no concede entrevistas y sólo se existen contadas
fotos suyas. Algo que contribuye a alimentar el misterio que le rodea,
reforzado por su corta e irregular filmografía. Entre su segunda película, Días del cielo y la posterior, La delgada línea roja, pasaron veinte
años (1978-1988), y tuvimos que esperar siete más para que llegara El nuevo mundo.
Publicado en: www.puntoencuentrocomplutense.es