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13 de septiembre de 2013

Crítica 'La gran familia española': La unión hace la fuerza

El 11 de julio de 2010 fue el día en el que España se detuvo. Durante unas horas, todos los ojos estuvieron puestos en las pantallas de televisión, sin perder detalle de lo que pasaba en Johannesburgo, donde la selección española de fútbol se jugaba ser la campeona del mundo. El director y guionista Daniel Sánchez Arévalo sitúa su historia precisamente en este día, estableciendo una coincidencia que puede ser interpretada por muchos como la peor de las suertes: la final se celebra el mismo día que la boda de uno de los protagonistas. Si estuviésemos ante una comedia normal, seguramente esto sería el pie para una película disparatada, con momentos más o menos divertidos (o que pretenden serlo) y los típicos clichés de las películas de bodas, que han llegado a convertirse prácticamente en un género propio. Pero Sánchez Arévalo nos tiene preparadas muchas sorpresas detrás, con los que nuestros prejuicios se irán rápidamente por la borda.



La gran familia española se posiciona frente a los espectadores como una comedia, quizá por criterios comerciales. Sin embargo, le pasa como a El apartamento de Billy Wilder, quien no entendía por qué su largometraje se estrenó bajo esa etiqueta. En este caso, no podemos negarle al humor su importancia en el desarrollo de la trama, por supuesto. Pero es simplemente la primera capa, tras la que se esconde un entretejido de conflictos emocionales que el director maneja con habilidad, demostrando que es todo un referente de nuestro cine en la actualidad y un cineasta cuya trayectoria merece la pena seguir.

La historia, que en su día Sánchez Arévalo plasmó en parte en su corto Traumalogía, nos sumerge en los enredos familiares y monstruos personales de sus personajes, con el fútbol y la película Siete novias para siete hermanos de telón de fondo. Aunque su primera parte es más convencional, el ritmo siempre se mantiene ágil, hasta llegar a su tramo final, en el que la narración despega y alcanza su máximo esplendor. Y ahí es cuando La gran familia española nos hace reír más, sí, pero también nos emociona.

Las subtramas, dirigidas a través de los cinco hermanos de la familia y su padre, son un relato sobre la madurez, las expectativas que se crean sobre la vida adulta, el amor y los sacrificios que se hacen por él. Antonio de la Torre y Quim Guitérrez, dos habituales en el cine de Sánchez Arévalo, vuelven a destacar entre las interpretaciones, así como Verónica Echegui, Roberto Álamo y Miquel Fernández. Las actuaciones del acertado reparto brillan con más fuerza en las secuencias grupales, en las que se reúnen todos los personajes. Curiosamente, este es el mensaje que nos deja la ficción: la unión hace la fuerza. La gran familia española retrata a la familia como la clave para la supervivencia y como la mejor forma de dar lo mejor de nosotros mismos. Exactamente la misma lección que aprendimos ese 11 de julio.

Publicado en: www.puntoencuentrocomplutense.es

25 de septiembre de 2011

'La piel que habito': Vivir en otra piel

Dos cuadros de Tiziano adornan el pasillo: "La Venus de Urbino" y "Venus y Cupido". Pinturas que reflejan el cuidado que ponían los pintores venecianos del Renacimiento en mostrar unas pieles perfectas, dignas de las diosas a las que revestían. Y dentro de la habitación, Elena Anaya. Está tumbada en la cama, sobre una colcha, poniendo una pose que hace que se asemeje a una de estas diosas romanas. Pegado a ella, un body de color carne que se ajusta a cada centímetro de su piel, desde el cuello hasta las puntas de los dedos de los pies. Y bajo este body, una nueva piel. "La piel es la frontera que nos separa de los demás, determina la raza a la que pertenecemos, refleja nuestras raíces, ya sean biológicas o geográficas. Muchas veces refleja los estados del alma, pero la piel no es el alma".


Estas últimas palabras son de Pedro Almodóvar, quien lleva años dándole vueltas al tema de la piel, buscando ideas para realizar un guión que gire sobre este tema. Finalmente, el resultado fue esta película, "La piel que habito". En ella el protagonista es el doctor Robert Ledgard (Antonio Banderas), un cirujano que busca la piel perfecta, resistente a incidentes como picaduras o quemaduras. Las pruebas las realiza en su casa, una mansión llamada "El cigarral", que antiguamente también utilizaba como clínica estética. La mujer que sirve como "cobaya" para sus experimentos es Vera (Elena Anaya), a quien tiene encerrada en una habitación de la casa sin contacto con el exterior. Además de las visitas que le hace el doctor, la única forma que tiene para comunicarse con una persona es a través de un telefonillo que le pone en contacto con Marilia, la asistenta (Marisa Paredes).

Banderas, Anaya y Paredes forman el trío protagonista, que junto a los otros dos actores que les apoyan, Blanca Suárez y Jan Cornen, huelen a nominaciones seguras al Goya. Además de ellos también participan en el filme actores con papeles más pequeños, como Eduard Fernández, Bárbara Lennie, Susi Sánchez o Roberto Álamo.


Almodóvar dio indicaciones a Antonio Banderas y Elena Anaya para que interpretasen sus personajes de forma muy sobria, inspirándose en el cine negro. Y por estas interpretaciones y los decorados ha conseguido lo que buscaba: una película con un aire más oscuro que sus obras anteriores, en la que no hace falta hablar para mostrar lo que se siente. La mejor interpretación la deja Anaya, que tiene unos de los ojos más expresivos del cine español. La actriz tuvo que prepararse físicamente para su papel, cogiendo peso y modelando su figura practicando el yoga. Su piel, que vemos en los momentos en los que está fuera del body, fue retocada digitalmente para que tuviese una apariencia perfecta.

La película nos va mostrando la relación entre el creador y la criatura, y pone temas sobre la mesa como el avance de la ciencia y su relación con la ética. No todo el largometraje se desarrolla dentro de la casa: a través de flashbacks conocemos el pasado del doctor Ledgard y vamos reconstruyendo su historia hasta llegar a lo que es.


El problema empieza cuando el director comienza a "hacer de las suyas", y se produce un choque en el que el espectador no sabe cómo reaccionar. En la proyección de "La piel que habito" en el Festival de Cannes, hubo risas en un momento supuestamente dramático. Sin embargo, Almodóvar afirma que no era su intención hacer humor en la película. ¿Qué ha sucedido? Que en la película uno de los personajes, Zeca (interpretado por Roberto Álamo, conocido por su papel de Juan en "Águila Roja") hace su entrada en la casa y en el film vestido de tigre. Y si en una película así metes un hombre de 40 años disfrazado de tigre, el resultado es, por decirlo de alguna manera, confuso. El director tenía sus razones para introducir el traje de tigre, ya que con esto se produce una gran metáfora, en el que se compara al tigre, encerrado en su jaula, con el personaje de Vera, presa en la mansión. También se produce una gran paradoja, según él, pero esta no se puede contar aquí porque se desvelaría parte de la trama. Tal vez la aparición del personaje-tigre sea lo peor de la película, ya que parece que Almodóvar está caricaturizando su propio cine.


A pesar de esto, es cierto que ha conseguido un largometraje diferente, con un giro narrativo que, aunque se ve venir un poco, no deja de sorprender. El 28 de septiembre sabremos si es seleccionada para representar a España en los Oscar.