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15 de noviembre de 2011

Everybody would like to be Cary Grant

Es la cara del cine clásico. El actor fetiche de Hitchcock. El sueño que Billy Wilder nunca pudo alcanzar. El hombre que rechazó ser 007. El actor que, a pesar de haber participado en más de 70 películas, nunca interpretó a un villano. El británico que logró subir a la cima de la industria estadounidense. Uno de los actores más reconocidos de la historia, que siempre alcanza los primeros puestos en los rankings de mejores intérpretes.


Durante una entrevista, le dijeron "Todo el mundo querría ser Cary Grant". Él contestó: "Yo también". El día 29 de noviembre se cumplirán 25 años de su fallecimiento.

Estas son cinco de las obras más destacadas de la carrera del actor. Las distintas facetas del Grant, en cinco películas.

La fiera de mi niña (1938)
Una divertida Katharine Hepburn volvía loco a Cary Grant en esta película de Howard Hawks. El paleontólogo David Huxley (Grant) busca una subvención para su museo que puede concederle la señora Random. Los problemas llegan cuando conoce a su sobrina Susan (Hepburn), una chica alocada que intenta cuidar, infructuosamente, nada más y nada menos que de un leopardo.


Según afirmó el American Film Institute en su lista de las 100 películas más divertidas, esta se sitúa en el puesto número 14. Hepburn se convierte con este film en una de las mejores parejas que ha tenido Grant en la ficción.


Con la muerte en los talones (1959)
Aquí Grant interpretaba a un ejecutivo publicitario al que perseguían, al confundirlo por error con un agente del gobierno. Eva Marie Saint era su pareja en la película, aunque la idea inicial del estudio era que fuera Sophia Loren. La escena en la que Grant corre perseguido por una avioneta y la final en el monte Rushmore son míticas.


Esta es una obra clave en la filmografía de Hitchcock y está reconocida como una de las mejores películas de la historia del cine (consiguió el puesto 55 en la clasificación del American Film Institute).


Arsénico por compasión (1944)
Las hermanas Brewster son unas adorables ancianitas que siempre están pendientes de ayudar al prójimo. Hacen todo lo posible para aliviar la soledad de sus vecinos, y entre sus métodos se encuentra el arsénico. El día de Halloween, su sobrino Mortimer (Grant) llega para comunicarles que se ha casado, pero en contra de sus deseos se verá encerrado en una situación delirante, en la que tendrá que ayudar a sus tías para que no descubran los cadáveres que van dejando.


Esta película de Frank Capra es un clásico de la comedia. Está basada en la obra de teatro del mismo nombre.


Sólo los ángeles tienen alas (1939)
El mundo de la aviación fue el gran protagonista de esta obra de Howard Hawks, en la que Grant interpreta al manager de una compañía aérea, quien tiene que tomar una serie de decisiones arriesgadas para que funcione su negocio. Junto a él aparecían Jean Arthur y Rita Hayworth. La historia se sitúa en América del Sur.


Arthur tuvo problemas durante el rodaje con el director, ya que no conectaban por su manera de trabajar. Cosa que no ocurría con Grant, con quien Hawks también rodó otras tres películas, entre ellas, "Luna nueva" (1940).


Charada (1963)
Stanley Donen dirigió esta película con aires hitchconianos situada en París. Audrey Hepburn se convertía aquí en la pareja cinematográfica de Grant, e interpretaba a Reggie, una mujer cuyo marido ha muerto en circunstancias misteriosas. A partir de aquí comienza una historia de agentes secretos, mentiras y traiciones, en la que el misterioso personaje de Cary Grant, Peter, intentará a ayudar a la recién viuda.


Esta fue una de las últimas películas de Grant, quien se dio cuenta de que no podía seguir estirando su registro como galán cinematográfico. Entre él y Hepburn había un cuarto de siglo de diferencia.

29 de octubre de 2011

Dos almas en Tiffany's

Ella tiene el pelo corto, teñido con mechas rubias que le dan a su cabello un aspecto multicolor. Sus ojos son verdosos y están tapados por unas gafas oscuras que además son de aumento. En su buzón hay una tarjeta en la que se autodenomina como “viajera”, porque todavía no ha encontrado su lugar. Cuando habla se le escapan palabras en francés. Es atrevida, descarada. Le faltan dos meses para cumplir los diecinueve años.

Él es un aspirante a escritor que todavía no ha publicado nada. Acaba de llegar a su primer apartamento neoyorquino. No conocemos su nombre, pero ¿a quién le importa? Todas las miradas se centran en ella.


Con estos dos personajes Truman Capote realizó una genial novela corta llamada “Desayuno en Tiffany’s”. A ella le puso el nombre de Holly Golightly. El de él no aparecía en toda la novela. Hace 50 años apareció la película homónima, dirigida por Blake Edwards. El pelo de ella pasó de ser corto a estar recogido en un elegante moño. De tener unos ojos verdosos, pasó a poseer unos enormes ojos marrones. Lo que le sobraba de descaro se transformó en elegancia. Su edad aumentó considerablemente. Y él se convirtió en un escritor con obra publicada y recibió un nombre: Paul.


“Desayuno con diamantes” (título que recibió al doblarse al castellano) convirtió una novela que era un canto a la rebeldía en una película romántica con toques de comedia. Partiendo de los dos personajes y cogiendo algunas de las situaciones que se presentan en el libro se crea una historia de amor (originalmente inexistente) y lo más importante: un auténtico símbolo del cine: la figura de Audrey Hepburn como Holly Golightly. El personaje de George Peppard, Paul, queda totalmente eclipsado por su presencia. La imagen de Hepburn frente al escaparate de Tiffany’s, con sus gafas y su vestido negro es todo un icono.


Truman Capote quería que fuera Marilyn Monroe la que diera vida a Holly, cosa que ahora se nos presenta inimaginable. Pero finalmente Hepburn fue la elegida, y con su papel se convirtió en la segunda actriz mejor pagada de la época, por detrás de Elizabeth Taylor. El personaje se suavizó mucho con respecto a la novela. De repente, Holly no tuvo inclinaciones hacia la bisexualidad. La desfachatez con la que trataba al escritor cuando hablaba de sus relatos desapareció. Ni rastro del período en el que fumaba marihuana.


Aún así, sigue siendo una figura irrepetible, inimitable. Audrey Hepburn realiza su papel a la perfección. Divertida y despreocupada, pero también conmovedora cuando le toca serlo. Perfecta al cantar y tocar con la guitarra “Moon river”, sentada al lado de la ventana mientras se le seca el pelo. La canción, supuestamente, fue compuesta específicamente para la voz de Hepburn. Casi estuvo a punto de ser eliminada, pero la actriz se negó. Y menos mal que no fue así: la canción ganó un Oscar y además la película se llevó otro premio a la “Mejor música”.

Y con Holly aprendemos que para leer cierta clase de cartas hay que llevar los labios pintados. Que los diamantes, aunque sean de Tiffany's, no hay que llevarlos hasta tener 40 años. Y que no hay que enamorarse de ninguna criatura salvaje, porque si no se acaba con la mirada fija en el cielo.

2 de septiembre de 2011

Londres de cine

Aunque no hayas pisado Londres, seguro que sabes nombrar todos los lugares destacados de la ciudad. Debido a la gran fama que ostenta la capital europea, parece que todos conocemos el Big Ben o el Palacio de Buckingham, ya que los hemos visto cientos de veces en televisión o en fotos. Por eso, ¿por qué no realizar una ruta alternativa por la ciudad? Estos son once escenarios londinenses protagonistas de producciones cinematográficas. Si quieres, pincha en la imagen para ampliar el mapa. También puedes clickear sobre el texto cuando las letras estén en cursiva, para ver los vídeos relacionados.


El barrio de Notting Hill (1) vio cómo su fama aumentó considerablemente tras el estreno de la película homónima de Roger Michell, estrenada en 1999 y protagonizada por Julia Roberts y Hugh Grant. Ahora algunos comerciantes exhiben orgullosos el cartel de la película en sus escaparates y los turistas se hacen fotos frente a “The travel bookshop”, la librería de viajes en la que se inspiraron los creadores de la película.

El mercado de Portobello Road es uno de los grandes atractivos del barrio. Allí podrás sentirte como Hugh Grant en una de las escenas más reconocibles del cine de los últimos años. Paséate por los puestos tarareando “Ain’t no sunshine when she’s gone” (las estaciones no irán cambiando, así que pierde un poco la gracia, pero bueno) o compra un bollo en una de las bonitas pastelerías de la calle y compite con tus amigos por él: el que tenga la vida más triste, se lo lleva.


De los 90 pasamos a la época victoriana, con Sherlock Holmes. A pesar de que se habían realizado numerosas adaptaciones anteriormente, Guy Ritchie decidió hace un par de años dar otra vuelta de tuerca al clásico literario de Conan Doyle. Para ello contó con Robert Downey Jr como Holmes y Jude Law como el doctor Watson. Y sí, salió una versión más moderna y el filme debió funcionar bien, ya que va a haber secuela (Sherlock Holmes: Juego de sombras), pero no deja de ser una película para pasar el rato. El domicilio del detective se encontraba en la ficción en el 221 de Baker Street (2). Durante años, llegaron cartas y cartas a esta dirección solicitando ayuda al personaje.

Y ya que este lugar se hizo tan popular, ¿por qué no sacar partido de ello? Así fue como surgió el “Sherlock Holmes museum”, que hace las delicias de los fans de Holmes por sólo 6 libras para los adultos y 4 para los niños. También dispone de una tienda, en la que se pueden adquirir objetos como la gorra del detective u ositos disfrazados de Holmes. Baker street está cerca de Oxford Street, la calle comercial más importante de la ciudad. Si estás cansado, te aseguro que te parecerá la calle más larga del mundo.


“Ha sido el primer lugar que se me ha venido a la cabeza”, decía Hermione después de llevar a Harry y Ron hasta Piccadilly Circus (3) en Harry Potter y las reliquias de la muerte, parte I (David Yates, 2010). En esta plaza es donde vemos una de las pocas escenas desarrolladas en la saga Harry Potter dentro del mundo muggle. Lo que da identidad a este lugar son los enormes paneles luminosos de publicidad y la estatua de Eros, alrededor de la cual la gente se amontona.

Pero si hay un sitio de Londres íntimamente relacionado con la saga, este es la estación de King’s Cross (4), de donde salía cada año el “Expreso de Hogwarts”. Para seguidores de Harry Potter y turistas en general se ha creado el espacio dedicado a la “Plataforma 9 y ¾”, a la que los magos tenían que acceder para coger el tren. Se trata de un muro atravesado parcialmente por un carrito portaequipajes, que se puede agarrar para hacerse una foto simulando que entras a la plataforma.


¿Cualquier persona, por poca educación que haya recibido, puede aprender a hablar correctamente y comportarse como alguien de la alta sociedad? Por lo que nos muestra la película My fair lady (George Cukor, 1964), sí se puede. El profesor Higgins (Rex Harrison) apostaba con su colega que podría cambiar a la vendedora de flores Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) hasta convertirla en una auténtica dama, de tal forma que nadie se diese cuenta de su procedencia.

Eliza se encuentra con el profesor en el Covent Garden (5), su “lugar de trabajo” habitual, cuando este sale del teatro. Actualmente este teatro, el “Royal Opera House”, sigue en pie, aunque fue reconstruido. El Covent Garden es un lugar perfecto para pasear relajadamente, tomar un café (aviso: ten la cartera preparada), visitar sus puestos de artesanía o pasar un rato admirando las actuaciones callejeras


Hablando de forma general, podríamos decir que la mayoría de roles que ha realizado Hugh Grant se dividen en dos grandes bloques: el primero, los de hombre importante, con dinero y arrogante (al que después se le ablanda el corazón, por supuesto) y el segundo: de “pringao”. En “Love Actually” (Richard Curtis, 2003) le tocó un papel del primer grupo, e interpretó nada más y nada menos que al Primer ministro británico. Su historia es una de las muchas que la película (una de las pocas que sí merece el calificativo de “comedia romántica”) entrelaza.

En la película podemos ver cómo Grant entra en la residencia oficial de los Primeros ministros, situada en el número 10 de Downing Street (6). Si pensabas hacerte una foto frente a la puerta, vete olvidando, ya que no se permite el acceso a la calle (cortesía de Margaret Thatcher, por razones de seguridad). Así que la única vista que se puede tener es la que se ve en la imagen que acompaña a este párrafo.


La historia de cómo el rey Jorge VI de Inglaterra luchó contra su tartamudez se llevó de calle a los académicos de Hollywood. “El discurso del rey” (Tom Hooper, 2010) ganó cuatro Oscar en 2011: Mejor película, director, actor protagonista y guión original. La película, encabezada por un trío de ases (Colin Firth, Helena Bonham Carter y Geoffrey Rush) relata parte de la vida del que es padre de la actual reina de Inglaterra.

Es una historia de superación y amistad, en la que también se puede ver el enorme cambio que supuso la entrada de la radio en la vida cotidiana. Los discursos por este medio de comunicación tomaron un papel fundamental en el ámbito político. Uno de los más importantes que se ven en la película es el que George VI realizó en el Palacio de Buckingham (7), residencia de los monarcas británicos, tras la decisión de que Inglaterra iba a participar en la II Guerra Mundial. Aquí podemos ver escenas en las que el pueblo londinense abarrota los alrededores del Palacio de Buckingham. Normalmente los exteriores del edificio están más o menos igual de llenos, sobre todo a las horas del cambio de guardia. Si estás realizando una visita rápida a la ciudad, no merece la pena quedarse esperando para verlo.


Precisamente la coronación que aparece en la película “El príncipe y la corista” (Laurence Olivier, 1957) es la de Jorge V, padre del mencionado Jorge VI. Debido a esta coronación, miembros de la nobleza europea acuden a Londres. Este es el caso del príncipe regente de Carpatha, interpretado por Laurence Olivier (que también dirige el film, y se merece un gran “¿en qué estabas pensando?”). El regente se “encapricha” de una corista y la invita a cenar. La película narra qué pasa en esa cena y en las horas siguientes. Marilyn Monroe es dicha corista, y es la única razón para ver la película, que se hace bastante aburrida.

Ella protagoniza uno de los mejores momentos del largometraje, cuando en la coronación, realizada en la Abadía de Westminster (8), comienza a admirar los detalles del edificio, acompañada de la música, que nos ayuda a recordar ese ambiente de serenidad que se respira en los edificios religiosos. La Abadía es el lugar en el que se celebran tradicionalmente todas las coronaciones de los monarcas británicos, desde el siglo XI. Para visitarla por dentro es probable que te toque esperar cola, debido a la aglomeración de turistas.


¡Volarás, volarás, volarás! Y los alegres niños de la familia Darling (oh, sí, ese era su apellido) volaron junto a Peter Pan y Campanilla, siguiendo la segunda estrella a la derecha, y todo recto hasta el amanecer. Por el camino pararon en las agujas del Big Ben (9) (haciendo que se adelantase la hora, por cierto) y sobrevolaron también la Catedral de St. Paul y el Puente de la Torre. Esta escena es una de las más recordadas del clásico de Disney de 1953.

Símbolo por excelencia de la ciudad, el Big Ben (nombre por el que llamamos comúnmente a la torre del reloj, pero que en realidad se refiere a una de las campanas) es un sitio de foto obligada. Está situado en el impresionante Palacio de Westminster, sede del Parlamento británico. Si todavía no has ido a Londres, un aviso: no, el Big Ben no es una gran torre. Es mejor concienciarse antes de llegar allí y poner cara de decepción… Y a quien ya lo haya visto y le haya decepcionado: sí, "sólo" es una torre de media altura con un reloj. ¿Qué esperabas?.


Quien piense que los musicales son pastelosos y alegres en exceso debería ver “Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet” (Tim Burton, 2007), la macabra película que cuenta la leyenda de dicho personaje. Mientras que Johnny Depp iba cortando las cabezas de sus clientes, la “adorable” Mrs. Lovett (Helena Bonham Carter) ponía en práctica la ley más importante de la economía doméstica: no se tira nada, todo se puede aprovechar. La película también cuenta con la participación del gran Alan Rickman.

Según la leyenda, Todd tenía su barbería en la calle Fleet (10). Hoy en día esta calle presenta un aspecto menos tenebroso que el de la película (quizá gane puntos en los días de niebla), y está repleta de pubs. Si se pasea por ella se puede vislumbrar la Catedral de St. Paul, y también cerca de la calle se encuentra el edificio de los Reales Tribunales de Justicia.


Y para finalizar el recorrido cinematográfico, otro de los símbolos de la ciudad: St. Paul’s Cathedral (11). Esta catedral del siglo XVIII es la obra maestra del arquitecto Christopher Wren y posee una de las mayores cúpulas de Europa. El edificio aparece como uno de los protagonistas en la canción de la película “Mary Poppins” (Robert Stevenson, 1964) llamada “Feed the birds”.

Esta canción es cantada por Mary mientras sostiene en sus manos una bola de cristal que contiene una imagen de la catedral. La película también nos ofrece panorámicas de la ciudad con la llegada de la institutriz, volando con su paraguas. Aunque la dirección en la que residía la familia Banks era ficticia, el film protagonizado por Julie Andrews y Dick Van Dyke es uno de los que más se relacionan con la ciudad.

1 de julio de 2011

Es ella pero... ¿de quién es esa voz?

Don (Gene Kelly), Cosmo (Donald O’Connor) y Kathy (Debbie Reynolds) se encuentran sentados en un sofá en una escena de la película “Cantando bajo la lluvia” (Kelly y Donen, 1952). El preestreno de la película que protagoniza Don, “El caballero duelista”, ha sido un fiasco. Por ello, se les ocurre una idea: convertirla en una película musical, en la que Don pudiese lucirse con sus pasos de baile. Sin embargo, hay un problema: la actriz protagonista, Lina (interpretada por Jean Hagen), acostumbrada a actuar en películas mudas, no sabe cantar y además cuando habla tiene una voz espantosa. Pero Cosmo salta del sofá y exclama: “¡Se me acaba de ocurrir una idea luminosa! (…) Se registra la voz de Kathy, Lina solo mueve los labios y la voz de Kathy canta y habla por Lina!”.


Sin embargo, lo que pasaba verdaderamente en el rodaje de la película “Cantando bajo la lluvia” era lo contrario a lo que se mostraba en la ficción. En realidad, fue Jean Hagen la que dobló la voz de Debbie Reynolds en los diálogos, mientras que en las canciones le prestó la voz la cantante y actriz Betty Noyes. Esta situación, tan bien retratada en la película, era algo común en los números musicales de Hollywood. Muchas veces los dobladores permanecían en el anonimato, sin que su labor fuese ni siquiera reconocida en los créditos de la película. Y aunque en ocasiones se intentase mantener en secreto, el doblaje de los protagonistas en las canciones era algo habitual.

La actriz Audrey Hepburn tuvo que ser doblada en las canciones de su película “My fair lady” (Cukor, 1964), en la que interpretaba a la vendedora de flores Eliza Doolittle. Hepburn, a la que ya habíamos oído cantar en la película “Desayuno con diamantes” (Edwards, 1961), sólo interpreta fragmentos muy breves de algunas de las canciones, ya que supuestamente no podía adaptarse a los altos tonos que se le exigían. La solución fue la soprano Marni Nixon, que fue la elegida para doblar sus canciones en la película. Nixon también había interpretado unos años antes las canciones del personaje de María (Natalie Wood), la protagonista de “West Side Story” (Robbins y Wise, 1961). Mucha menos repercusión mediática tuvo el doblaje de Jeremy Brett, que interpretaba a Freddy, el joven que se enamora de Eliza. Su canción, llamada “On the street where you live” fue cantada realmente por Bill Shirley, famoso por poner voz al personaje del Príncipe Felipe en “La bella durmiente” (Geronimi, 1959) de Disney.


A diferencia de Audrey Hupburn, a Rita Hayworth no la podemos escuchar cantando con su propia voz en ninguna de sus películas. Las mujeres que doblaron las canciones que interpretó a lo largo de su carrera cinematográfica fueron Nan Wynn, Martha Mears, Jo Ann Greer y Anita Ellis. Esta última fue la que participó en la película más conocida de Hayworth: “Gilda” (Vidor, 1946), interpretando la canción “Amado mío” y la de “Put the blame on Mame”, que se convirtió en un momento mítico de la historia del cine. También podemos encontrar ejemplos más recientes, como en la película “Todos dicen I love you” (Allen, 1996), en la que Drew Barrymore fue única actriz del largometraje que se negó a interpretar ella misma su canción. Sin embargo, en la película que realizó una década después, “Tú la letra y yo la música” (Lawrence, 2007), en la que comparte protagonismo con Hugh Grant, sí que podemos oír su propia voz en las canciones que interpreta.