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17 de octubre de 2012

Vídeo bajo demanda (VOD), ¿El futuro del cine?

En estos momentos, el futuro de la industria del cine tal y como la conocemos es toda una incógnita. El sector, inmerso en una perpetua crisis, sólo encuentra alivio puntual en los taquillazos que suponen un balón de oxígeno para la recaudación y que ayudan a hacer balance con los habituales malos resultados que se dan cada semana en las salas. Para más inri, la reciente subida del IVA en el sector cultural (del 8% al 21% en las entradas de cine) ha sido recibida como un auténtico golpe de gracia. La Federación de Cines de España (FECE) señaló que esta medida es “el último empujón para el cierre de las salas de cine”.

Con este panorama, parece inevitable buscar una alternativa a este modelo tradicional. Está claro que los hábitos de consumo de películas han cambiado y el visionado ya no se reduce a una pantalla de cine o de televisión. Los ordenadores, las tabletas e incluso los móviles se han convertido en la opción de muchos espectadores a la hora de disfrutar de un film. Y por supuesto, Internet se ha convertido en el actor principal de este gran cambio, interpretando un doble papel. Por un lado, el de villano (no olvidemos que España es uno de los países en los que se realizan más descargas ilegales) y por otro, empieza a perfilarse como la figura del aspirante a héroe. Es aquí donde entran en juego las plataformas de Vídeo bajo demanda (VOD).

Estas plataformas, semejantes a videoclubs online, se presentan bajo diferentes modalidades. Podemos encontrar oferta de VOD gracias a páginas web como las de Filmin o Filmotech, a través de los servicios ofrecidos por las televisiones de pago (como en el caso de ONO o Movistar Imagenio) e incluso las cadenas de televisión Telecinco y Antena 3 se han sumado a esta nueva tendencia, a través de las iniciativas Mitele y Nubeox, respectivamente. Todos estos espacios permiten al usuario alquilar o descargar de forma legal películas para todos los gustos. Las ventajas que aporta este modelo son evidentes, comenzando por la libertad total del espectador para ver el film que prefiera cuando y donde quiera. Además, los alquileres cuentan con precios asequibles, que rondan los 3 euros de media.

Aún así, el VOD todavía está dando sus primeros pasos en España y es un terreno desconocido para gran parte de la población. El modelo a seguir es el americano, donde encontramos a la todopoderosa Netflix, plataforma fundada en 1997 y que ha conseguido que el visionado en streaming de los contenidos audiovisuales sea un hábito consolidado al otro lado del Atlántico. A primeros de año la compañía llegó a Reino Unido e Irlanda y tiene planes de expandirse por más países europeos. 

La gran incógnita es: ¿llegará el VOD a convertirse en un medio más para los estrenos cinematográficos? El pasado mes de julio, Paco León intentó comprobar si esta era una opción viable, mediante el lanzamiento simultáneo de su obra Carmina o revienta en cines, DVD y VOD. El actor y director se mostró optimista con su arriesgado plan: “Yo creo que el futuro es simultáneo. Y cuanto antes sean cómplices de esto las salas, los exhibidores, mejor les irá y mejor nos irá a todos. Es la única alternativa frente a la piratería: precios muy baratos e inmediatez”. Un punto de vista que chocó con el sector de la industria menos partidario a un cambio en las formas de distribución y exhibición. En este se incluía la FECE, que defendía el mantenimiento de los tiempos mínimos a respetar entre el estreno de las películas en las salas y su posterior lanzamiento en DVD o VOD. La propuesta de León fue todo un éxito en el ámbito doméstico y Carmina o revienta se convirtió en el mejor estreno en la historia del VOD en España. Sin embargo, no tuvo la misma suerte en los cines y se tuvo que conformar con el número 17 en la taquilla en su primer fin de semana. Y es que, pudiendo alquilar la película por 2 euros mediante el VOD, fueron pocos los que prefirieron pagar una entrada (considerablemente más cara) para verla en pantalla grande.    

A pesar de los buenos datos del “experimento”, al VOD todavía le queda mucho por recorrer hasta afianzarse. Sí, Carmina o revienta se convirtió en un excelente medio de promoción y demostró el potencial que pueden tener este nuevo modo de ver cine, pero también encontramos pruebas de cómo este sistema no acaba de convencer a los usuarios. En agosto, la red social Tuenti cerró su servicio de VOD, que contaba con apenas unos meses de vida. “La cultura de pago por contenidos no está aún madura en España”, reconocieron desde la compañía. Otro ejemplo lo encontramos en Youzee, propiedad de Yelmo Cines, que no ha acabado de despegar y a principios de septiembre anunció el despido de gran parte de su plantilla y la eliminación de su tarifa plana, que permitía a los usuarios el alquiler ilimitado de películas por 6,99 euros al mes.

El tiempo dirá si el VOD se convierte en una opción lo suficientemente sólida para acoger los estrenos que semana tras semana llegan a nuestras salas. Sin duda, los lanzamientos simultáneos serían una gran oportunidad para los habitantes de poblaciones en los que no haya cines o aquellos que vivan en provincias en los que la oferta cinematográfica sea reducida. Por el momento, este panorama parece impensable, y necesitaría un fuerte cambio de mentalidad, por parte de la industria y también de los espectadores. Y claro está, la piratería sigue siendo un rival demasiado fuerte. Las cartas están sobre la mesa, pero aún queda dar el gran salto, descrito a la perfección en el discurso que Álex de la Iglesia pronunció en la gala de los Goya del año pasado: “Sólo ganaremos al futuro si somos nosotros los que cambiamos, los que innovamos, adelantándonos con propuestas imaginativas, creativas, aportando un nuevo modelo de mercado que tenga en cuenta a todos los implicados (…) Se necesita una crisis, un cambio, para poder avanzar hacia una nueva manera de entender el negocio del cine”.

6 de septiembre de 2011

'Balada triste de trompeta': La Venganza, el Circo, la Cruz y la Vida

Si los protagonistas de esta película no fuesen payasos, serían asesinos. Así de claras deja las personalidades de los personajes una frase del guión de “Balada triste de trompeta”, el último (por el momento) largometraje de Álex de la Iglesia. En los días previos a la gala de los Goya de este año se perfilaba como una de las grandes ganadoras, ya que era el film con más candidaturas, con un total de 15. Sin embargo, finalmente se tuvo que conformar con dos Goyas “menores”, el de Mejor maquillaje y/o peluquería y Mejores efectos especiales.


“Balada triste de trompeta” es una película difícil de describir. Uno de los ejes fundamentales es el siguiente: el personaje de Javier (Carlos Areces) comienza a trabajar de payaso en un circo, donde se encuentra a Natalia, la “chica de la tela” (Carolina Bang), de la que se enamora. Sin embargo hay un problema: Natalia tiene pareja. Su novio es el otro payaso del espectáculo, Sergio (Antonio de la Torre), un hombre con fuerte carácter, posesivo, celoso y un maltratador en potencia. Javier es todo lo contrario a él, por lo que se gana la atención de Natalia. Y esto, por supuesto, desata un conflicto entre ambos payasos.

Esto puede que sea lo más fácil de contar; lo que más se adapta a nuestros cánones a la hora de ver una película. Pero lo que diferencia a “Balada triste…” de otras obras es que hay más sentimientos y motivaciones detrás de los personajes. Nada más empezar la película, conocemos un capítulo clave en la vida de Javier. Cuando era pequeño, su padre (un fantástico Santiago Segura), también payaso, es reclutado por el bando republicano en mitad de una función. Lo que viene a continuación debido a este hecho marcará para siempre la personalidad de niño, condenado a ser el payaso triste, ya que su vida ha estado marcada por el sufrimiento y nunca podrá hacer reír.


Los primeros minutos de la película son impresionantes por tres razones. La primera, por la visión de los personajes circenses luchando, que es cuanto menos, curiosa. La segunda, por los títulos de crédito, chocantes. Y la tercera, por la conversación que tiene Javier con su padre, que contiene la clave de la película, resumida en una palabra: venganza.

A lo largo del filme vemos cómo los personajes se van volviendo más y más patéticos, envueltos en unos sentimientos vengativos que no pueden controlar, actuando casi por inercia, con el sólo conocimiento certero de que el otro es el enemigo. Repitiendo la historia de sus padres, la historia que hoy en día, después de casi tres cuartos de siglo, todavía arrastramos, vivimos, contemplamos y alimentamos. La película se convierte en una gran metáfora de nuestros enfrentamientos por una guerra que, aunque lo parezca en ocasiones, no, no es la nuestra.


No a todo el mundo le va a gustar esta película. No es fácil de ver, y se han hecho críticas como que “ofrece violencia gratuita” o que “es aburrida”. Si es gratuita no lo sé, pero violencia, sí, hay bastante, al más puro estilo Tarantino. Y ya que hablamos de este director, merece la pena mencionar la anécdota que comentó Álex de la Iglesia en el reportaje que la revista “Fotogramas” hizo de la película: “Durante el pase en el Festival de Venecia yo oía unas carcajadas tremendas en las secuencias más terroríficas, y pregunté: ¿Quién es ese tío que va a molestar al jurado con su risa atronadora? El presidente del jurado (Quentin Tarantino), me dijeron. Vale, no le molestéis, contesté.”


Uno de los puntos fuertes del film es la interpretación de Antonio de la Torre (en la foto que se encuentra debajo de este párrafo, agarrando a Carlos Areces), que demuestra que los papeles de “malo” le sientan como anillo al dedo. También podemos deleitarnos con la corta pero brillante actuación de Terele Pávez (que por cierto, fue nominada a Mejor actriz de reparto, a pesar de que no aparece más de unos minutos. Cosas de la Academia). Y en cuanto a lo peor, se llevaría la palma uno de los momentos finales del “motorista fantasma”, Alejandro Tejerías. Si ves la película, seguro que sabréis de qué momento hablo. También uno de los fallos es que el hilo argumental se pierde ligeramente entre las dos partes de la película (si la dividimos en la parte del circo y la post-circo). Y por último, la personalidad del personaje interpretado por Carolina Bang (que por cierto, sale guapísima en la película), con cambios bruscos e incomprensibles, por lo menos desde mi punto de vista.


Casi se me olvidaba: otro espacio aparte se merece el rol que tiene en la película el cantante Raphael y su canción, que da nombre a la película. Pero creo que todavía sigo dándole vueltas en mi mente a este asunto. No sé si me parece un guiño gracioso o simplemente me parece una acción desafortunada.

Para acabar, sólo voy a hacer un comentario: ya no volveré a ver las planchas de la misma forma (ya entenderéis el porqué). Y en cuanto a los payasos… bueno, todos sabíamos de antes que daban miedo.