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12 de mayo de 2013

Salvador Dalí y el cine

Considerado como uno de los grandes genios del siglo XX, Salvador Dalí tuvo una prolífica vida artística, en la que también tuvo cabida el cine. El maestro del Surrealismo mantuvo una estrecha relación con el séptimo arte, por el que tenía un gran interés. Coincidiendo con la exposición del artista que el Museo Reina Sofía acoge entre sus muros hasta el 2 de septiembre, hacemos un repaso por las incursiones más destacadas de Dalí en el cine, a través de las cuales llegó a codearse con figuras de la talla de los Hermanos Marx, Walt Disney o Alfred Hitchcock.




Su primer acercamiento al cine se produjo con su amigo Luis Buñuel, con quien escribiría el guión del cortometraje Un perro andaluz en 1929 y al año siguiente, el de la película La edad de oro. Pieza clave del Surrealismo, Un perro andaluz es el reflejo de las fantasías oníricas de los dos artistas. Buñuel explicaba así cómo surgió la idea del proyecto: “Esta película nació de la confluencia de dos sueños. Dalí me invitó a pasar unos días en su casa, y al llegar a Figueras yo le conté un sueño que había tenido poco antes en el que una nube desflecada cortaba la luna y una cuchilla de afeitar hendía un ojo. Él, a su vez, me contó que la noche anterior había visto en sueños una mano llena de hormigas”. La crítica a la burguesía y a la moral católica, que después serían una constante en la filmografía de Buñuel, ya se daban en este trabajo, en el que el propio Dalí aparecía brevemente interpretando a un marista. La edad de oro, ópera prima del cineasta como director de largometrajes, constituyó una continuación del trabajo de Un perro andaluz. La transgresora película, una en las que Buñuel pudo trabajar con más libertad, fue censurada en Francia, y no se pudo ver durante medio siglo. Poco después de estas obras, la amistad entre ambos se rompió, por la que ya no volverían a trabajar juntos.

Otra relación de amistad que marcó la vida de Dalí, menos conocida que la que mantuvo con Buñuel, fue la que entabló con Harpo, uno de los Hermanos Marx. De esta relación nació el libreto de Giraffes on Horseback Salad, que Dalí escribió para ellos, animado por André Bretón. No obstante, la película nunca se llegó a producir. Algunas fuentes afirman que el estudio MGM, con quien trabajaban los Hermanos Marx, fue quien la rechazó, mientras que otras versiones de la historia cuentan que fue Groucho Marx el que se negaba a realizarla, por no considerarla lo suficientemente divertida. 

Giraffes on Horseback Salad no fue el único proyecto de Dalí en el séptimo arte que acabó de forma frustrada. En este aspecto, el más destacado fue la película Destino, que supuso la colaboración entre el artista y Walt Disney. La idea original era realizar una obra que repitiese la misma fórmula de Fantasía (crear un largometraje compuesto de varias piezas breves), y que diese un impulso al estudio después de la Segunda Guerra Mundial. Dalí y Disney se conocieron en 1945 y comenzaron a trabajar juntos un año después. El elevado número de bocetos y dibujos que Dalí realizó para su fragmento, que inicialmente duraría unos 6 minutos, se convirtieron en papel mojado cuando se suspendió el proyecto. Para entonces, sólo se habían completado unos 15 segundos del corto. Afortunadamente, su trabajo sería completado años después, cuando el sobrino de Walt Disney, animado por la producción de Fantasía 2000, decidió resucitar Destino. El cortometraje, que finalmente fue estrenado en el año 2003, llegó a recibir una nominación en los Premios Oscar.

Tampoco tuvo suerte en su participación como actor en Dune, la adaptación cinematográfica de la novela de Frank Herbert que planeaba Alejandro Jodorowsky. Inicialmente, a Dalí le ofrecieron el rol de Emperador de la Galaxia, pero más tarde su protagonismo se redujo drásticamente, debido al elevado sueldo que el artista exigía (su ambición era el ser el “actor más caro de la historia”). La producción de la película acabaría por ser anulada, y años más tarde fue David Lynch quien la llevó a la gran pantalla.  

Uno de los mayores reconocimientos del trabajo de Dalí en el cine llegaría de la mano de Alfred Hitchcock. El maestro del suspense quiso contar con él en su película Recuerda, estrenada en 1945 y protagonizada por Gregory Peck e Ingrid Bergman. Centrado en el psicoanálisis, el largometraje tenía todo lo necesario para dar rienda suelta a la imaginación de Dalí, que tenía por encargo planificar una secuencia que relatase el sueño del protagonista. En la realización de esta secuencia hubo varios problemas: la ambición de Dalí en ocasiones sobrepasaba los medios del estudio, hubo que volver a filmar varias tomas y finalmente, su excesiva duración hizo que varios fragmentos tuvieran que ser recortados, como uno en el que Ingrid Bergman se convertía en una estatua griega.

A pesar de las dificultades que entrañó su preparación, el resultado final fue todo un éxito, y confirmó que la intuición de Hitchcock fue acertada. El director había pensado en Dalí desde el primer momento porque pensaba que era el indicado para evitar los clichés que normalmente se dan en el cine a la hora de hablar de los sueños. Atraído por el estilo de sus pinturas, le escogió porque su arte era el ejemplo de “cómo los sueños deberían ser”. Una intuición que iba más allá del pensamiento del productor David O. Selznick, que creía que la contratación de Dalí se debía a un planteamiento exclusivamente comercial. Dalí volvería a repetir la experiencia de diseñar secuencias oníricas gracias a la película El padre de la novia, de Vicente Minnelli. En esta ocasión, el objetivo era planificar un sueño que protagonizaría Spencer Tracy. También colaboró en el departamento artístico del film Marea de luna, película que iba a ser dirigida por Fritz Lang, hasta que fue sustituido por Archie Mayo.

Las aportaciones de Dalí al séptimo arte, a menudo no reconocidas, nos muestran una faceta diferente del artista, muchas veces limitado al terreno de la pintura. Además de la participación en las películas mencionadas, Dalí también se movió por el campo teórico, con la publicación del artículo “Film arte, film antiartístico”. Incluso, con el tiempo, él mismo llegaría a ser un personaje más en el mundo de la ficción. Uno de los ejemplos más recientes lo tenemos en Midnight in Paris, de Woody Allen, en la que Adrien Brody fue el encargado de darle vida. A pesar de sus experiencias fallidas, la contribución y la influencia de Dalí en el cine son innegables, e imprescindible a la hora de valorar su obra.

Publicado en: www.puntoencuentrocomplutense.es 

14 de febrero de 2013

La comedia, el género olvidado

Nos acercamos a la fecha marcada en el calendario de cualquier cinéfilo: el 24 de febrero, día en el que se celebrará la 85º edición de los Premios Oscar. Y como cada año, surge una pregunta: ¿dónde están las comedias? En las entregas de premios no suele haber sitio para este tipo de películas, y eso que se dice que es más difícil hacer reír que hacer llorar. ¿Realmente el nivel de las comedias de hoy en día no llega al de los dramas o es una cuestión de prejuicios?

Es curioso que se vea a la comedia como un “género menor”, cuando el cine de Hollywood está asentado sobre nombres imprescindibles en este campo. Sólo hay que recordar a los grandes maestros del humor del cine mudo, entre los que destacaron Charles Chaplin, Buster Keaton o Harold Lloyd. Más tarde, la historia de la comedia se seguiría escribiendo con letra de oro, gracias a nombres como Ernst Lubitsch, los Hermanos Marx, George Cukor o Billy Wilder. Todos ellos demuestran que, a pesar de las apariencias, este no es un género que deba tomarse a la ligera. Chaplin conocía a la perfección los mecanismos para hacer reír al público, y defendía que la comedia debe ser próxima a la realidad, estar pegada a ella. Quizá esta cercanía a la vida es lo que hace que la infravaloremos; solemos pedir “algo más” a una película para hacerla digna de un premio cinematográfico. 

Este año, entre las nueve nominadas al Oscar de Mejor película sólo encontramos una comedia: El lado bueno de las cosas. A pesar de esto, el film ha conseguido colarse en todas las categorías principales: David O. Russell podría conseguir el galardón al Mejor director y al Mejor guión adaptado, mientras que sus protagonistas se encuentran presentes en todos los apartados interpretativos. Y aunque aparecer en las nominaciones ya es un gran paso, la cosa se complica aún más si hablamos de llevarse la estatuilla dorada: en los últimos 20 años sólo ha habido dos comedias que lo han conseguido: Shakespeare in love, en 1998, y la francesa The artist, en la pasada edición.

Para evitar esta marginación del género, el productor, director y guionista Judd Apatow propuso hace unos años que se creara una categoría especial en los Oscar para las comedias. Es decir, que sucediese algo semejante a lo que ocurre con los Globos de Oro, donde hay un premio de Mejor película dramática y otro de Mejor película de comedia o musical. Aunque a priori esto diera más visibilidad al género, también tenemos que recordar que, de todas formas, tras las entregas de los Globos de Oro es la ganadora a Mejor película dramática la que suele llevarse la mayor parte de los titulares.

La industria del cine estadounidense y sus correspondientes premios no es un caso aislado, sino que esta situación se repite constantemente. España no se escapa del patrón, a pesar de la gran tradición cómica de nuestro país. Tenemos que remontarnos al año 1998 para encontrar una comedia que se haya llevado el Goya a la Mejor Película (La niña de tus ojos, de Fernando Trueba).
Para finalizar, hacemos un repaso por algunas de las comedias que en su día consiguieron alzarse con el Oscar a Mejor película. ¿Conseguirá El lado bueno de las cosas sumarse a ellas?

El apartamento (Billy Wilder, 1960)
Una emocionada Audrey Hepburn entregaba el Oscar de Mejor película a su amigo Billy Wilder, quien subía por tercera vez al escenario esa noche, tras recibir anteriormente los premios a la Mejor dirección y al Mejor guión original. Aunque fue etiquetada como “comedia”, su protagonista, Jack Lemmon, confesaba que ni él ni el director entendían el porqué. Y es que aunque El apartamento tenga grandes momentos cómicos, como ver a Lemmon escurriendo la pasta con una raqueta de tenis, el film es un relato agridulce con una considerable carga dramática.

My fair lady (George Cukor, 1964)
El musical dirigido por Cukor consiguió hacerse con ocho premios Oscar. Curiosamente, lo más destacable de estas victorias es la ausencia de su actriz principal, Audrey Hepburn, que ni siquiera se encontraba nominada por su rol. Los rumores apuntaron que el motivo podría ser que Hepburn tuvo que ser doblada en las canciones por Marni Nixon. Su compañero de reparto, Rex Harrison, sí que se llevó el premio.

Annie Hall (Woody Allen, 1977)
Por el momento, la única película de Woody Allen reconocida con el máximo galardón y una obra clave a la hora de ver la evolución de la comedia en la historia del cine. Un peculiar análisis de las relaciones de pareja protagonizado por el propio Allen, en su conocido papel de neurótico, y Diane Keaton, quien recientemente había saltado a la fama por su trabajo en El padrino. Sus ingeniosos diálogos hacen que sea un film imprescindible, así como las escenas en las que Allen interrumpe la acción y se dirige directamente al espectador. 

Belle époque (Fernando Trueba, 1992)
El Oscar de Mejor película de habla no inglesa a Belle époque fue el segundo que consiguió una cinta de nacionalidad española, diez años después de que Volver a empezar, de José Luis Garci, lo ganase por primera vez. Más tarde les seguirían Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar, y Mar adentro, de Alejandro Amenábar. Al recoger el premio, Fernando Trueba hizo un discurso que quedó para el recuerdo: “Me gustaría creer en Dios para agradecérselo, pero sólo creo en Billy Wilder, así que gracias, señor Wilder”.    

The artist (Michel Hazanavicius, 2011)
En pleno siglo xxi, ocurrió lo que nadie se hubiese podido imaginar: el Oscar a Mejor película iba a parar a manos de una producción francesa, en blanco y negro… ¡y muda! Con ecos de films clásicos como El crepúsculo de los dioses y Cantando bajo la lluvia, la arriesgada apuesta dio como fruto cinco Oscars, incluyendo los de su director, Michel Hazanavicius, y su protagonista, Jean Dujardin. Eso sí, para muchos el alma de la película era el simpático perro Uggie, que aunque no entró en las nominaciones, robaba el protagonismo a Dujardin cada vez que compartían escena.

Publicado en: www.puntoencuentrocomplutense.es

19 de septiembre de 2012

'Vicky Cristina Barcelona': El verano bohemio de Woody Allen

"Quería rendir homenaje a Barcelona, porque me encanta esta ciudad y porque me encanta España en general. Es una ciudad llena de belleza visual, su sensibilidad es muy romántica. Una historia así solo podría ocurrir en un lugar como París o Barcelona". Con estas palabras describía Woody Allen a la ciudad protagonista de su película del 2008. Bajo el sugerente título de Vicky Cristina Barcelona, el director nos presentaba su primer trabajo situado en nuestro país, tras su trilogía inglesa compuesta por Match Point, Scoop y El sueño de Casandra.

Vicky y Cristina son dos turistas estadounidenses, interpretadas por Rebecca Hall y Scarlett Johansson, que llegan a Barcelona para pasar el verano. Aunque son amigas desde hace tiempo, sus personalidades son muy diferentes: Vicky es racional y ordenada, mientras que Cristina es impulsiva y apasionada. Su encuentro con un pintor español, Juan Antonio (Javier Bardem), da un giro inesperado a sus vacaciones. Mientras, la sombra de María Elena (Penélope Cruz), la ex mujer del artista, parece ser omnipresente.

Woody Allen tiene un talento especial para hacer brillar a los escenarios en los que se desarrollan sus historias, transformándolos en un protagonista más. Así, ha convertido a Manhattan en todo un símbolo de su cine gracias a films como Annie Hall y ha reafirmado el carácter romántico y mágico de la capital de Francia con uno de sus trabajos más recientes, Midnight in Paris. Pero mientras que en estas películas aprovechaba las virtudes de las ciudades para hacer que fluyeran con la historia, Vicky Cristina Barcelona cruza la línea y casi se transforma en un producto publicitario que parece la obra maestra de una oficina de turismo.

La visión que presenta Allen es un puñado de tópicos e idealizaciones que rozan lo ridículo. La película muestra la promesa de la (¿típica?) vida española: veladas acompañadas del sonido de la guitarra, gente interesante y llena de inquietudes artísticas, bellas ciudades, buen vino a todas horas… todo lo contrario a la América "consumista" de la que proceden las dos turistas, como se dice literalmente en la película. El máximo exponente de este estilo de vida es el personaje al que da vida Javier Bardem, quien lleva estupendamente el rol de hombre bohemio y seductor.

Los actores intentan levantar una película que se cae por su propio peso y se convierte en una sucesión de momentos pasionales con conversaciones sobre el amor y la belleza de la vida que, si alguna vez pretendieron ser profundas, no consiguieron ni por asomo lograr su propósito. No hay ni rastro del humor ingenioso al que nos tiene acostumbrados el director y son muy pocas las ocasiones que tenemos de esbozar una sonrisa. Las escenas se van desarrollando de forma algo inconexa, sin que sepamos muy bien dónde quiere ir a parar la película. Para dar unidad a las imágenes se utiliza el recurso de una voz en off que va narrando lo que sucede en el verano de las dos amigas.

El trabajo de Rebecca Hall, Javier Bardem y Penélope Cruz se convierte en lo mejor del film. Merece la pena destacar a Hall, actriz que quizá por motivos comerciales (su nombre no es ni la mitad de conocido que el de su compañera Scarlett Johansson) no obtuvo el reconocimiento que se merecía. Por otra parte, los intérpretes españoles bordan su papel de ex pareja atormentada y autodestructiva y cogen más fuerza cuando están juntos en la pantalla. El personaje de Cruz se hace de rogar y no aparece hasta bien avanzada la película, pero fue la clave para que Vicky Cristina Barcelona acaparara nominaciones y premios que de otra forma no hubiese podido conseguir, como el Oscar que obtuvo Cruz como Mejor actriz de reparto (aunque no olvidemos que la película fue premiada con un Globo de Oro como Mejor comedia o musical, lo que dice muy poco de estos galardones).

Los amantes de la versión original tendrán como recompensa el poder valorar con plenitud el guión del director neoyorquino. Esto es porque los protagonistas van saltando del inglés al castellano de forma natural, y el doblaje estropea las situaciones fílmicas originales, en las que se cuenta con el choque de ambos idiomas. Además, siempre chirría oír a los personajes interpretados por actores patrios con voces que no son las originales. Sin duda, esta es una de esas películas que piden a gritos que nos abonemos a los subtítulos, ya que el doblaje afecta directamente a la historia.

Dos canciones se repiten como leitmotiv: "Barcelona", de Giulia y los Tellarini y "Entre dos aguas", de Paco de Lucía. Su presencia constante llega a cansar al espectador en una película que ya de por sí es agotadora, y que tiene un final que acogemos con los brazos abiertos, porque la historia ya no da más de sí. Los personajes y las situaciones mal estructuradas sólo nos dejan la duda de si estamos verdaderamente ante una película de Woody Allen y, sobre todo, unas ganas tremendas de visitar Barcelona.

Ante el inminente estreno de A Roma, con amor de este viernes, es inevitable preguntarnos si estaremos ante una nueva versión de Vicky Cristina Barcelona o si, por el contrario, se repetirán los buenos resultados de Midnight in Paris. De momento sabemos que los periodistas italianos que pudieron ver la película antes de que se estrenase en su país se mostraron algo ofendidos y afirmaron que Allen ofrecía una visión estereotipada del país. Al menos, el director es honesto, lo que se agradece. En una reciente entrevista publicada en El País dijo estar de acuerdo con eso de que "sus películas europeas son como guías turísticas". "No tengo conocimiento real de esas ciudades, no conozco Barcelona como un español o Londres como un inglés. En Europa soy estrictamente un turista, y tengo la percepción de un turista". A partir de este viernes podremos adentrarnos en la Roma de Allen. Crucemos los dedos.

Publicado en www.ecartelera.com

21 de noviembre de 2011

'Si la cosa funciona': Lo siento, Woody, pero esto no funciona

Después de haber tonteado con el thriller en "El sueño de Casandra" y haber tonteado, en general, con "Vicky, Cristina, Barcelona", Woody Allen regresó en 2009 al género que le hizo famoso: la comedia. Y así, en su cita anual cinematográfica presentaba "Si la cosa funciona". Esta película no sólo supuso la vuelta al género, sino también el regreso a su amada Manhattan. Así, Allen volvía a rodar en la icónica isla, a la que había abandonado para hacer su particular gira europea, que comenzó con "Match point" y a la que volvería para rodar "Midnight in Paris" y su actual proyecto, "Nero Fiddled".


"Si la cosa funciona" partía de los mismos ingredientes que su película de 1979, "Manhattan": Nueva York + comedia + hombre maduro + chica joven. Sin embargo, se queda bastante lejos de su predecesora, y no sólo porque Diane Keaton no se ande por ahí rondando. Veamos: para empezar a hablar de la película, tenemos que explicar brevemente su argumento. Boris (Larry David) es un hombre mayor, amargado, misántropo y cínico. Parece que lo único que le llena es quejarse por todo lo que hay en el mundo, ilustrando a sus amigos sobre la verdad absoluta que, por supuesto, él posee, y que el resto de la humanidad (los gusanos, literalmente) no podrían alcanzar. Un día se encuentra casualmente con una ingenua chica de unos veinte años, Melody (Evan Rachel Wood), que ha abandonado su ciudad natal del Sur para ir a la gran ciudad y vivir una nueva vida. Y como ella no tiene dónde dormir, Boris le ofrece (a su pesar) su casa para que se hospede allí. ¿Podéis adivinar qué pasa entre los dos?


El personaje de Boris es ese que hemos visto hasta la infinidad en las películas del director, interpretado (en la mayoría de los casos) por él mismo. La diferencia es que esta vez Boris es mucho más maniático y más propenso a los discursos a los que estamos acostumbrados en estas películas. Es el Woody Allen extremo. Por esto, el director dijo que contrató a Larry David, porque, supuestamente, este tiene "algo" que hace que a la gente le caiga bien, a pesar de sus visibles defectos y falta de humanidad. Esa era la teoría de Allen, pero para mí es tan fallida como esa otra en la que decía que la gente, incluso en Roma, no sabía qué era el "Decamerón". El personaje de Boris agota, es increíble (no en el buen sentido de la palabra) y no hace que desarrollemos la más mínima empatía con él. Sí, en su boca se ponen frases ingeniosas y pensamientos interesantes (marca del director) pero sencillamente, cansan. Igual que agota en sus largas interpelaciones con los espectadores: sus comentarios al público se estiran y estiran, dando lecciones y contándonos cuál es la moraleja de la vida.


La inverosimilitud es un arma de doble filo, y este sería el ejemplo perfecto. Por una parte, a través de situaciones inverosímiles puedes crear momentos sorprendentes y divertidos. Pero por la otra, puede pasar como en "Si la cosa funciona": que se cree en el espectador un sólo pensamiento (el "no me lo puedo creer") que no le deje entrar en la historia ni disfrutarla al máximo. Y esto es lo que pasa cuando vemos a la pareja que hacen Boris y Melody. En una entrevista, Allen dijo que ya no protagonizaba sus películas (y que sólo lo haría en ocasiones puntuales y si encontraba un papel adecuado), porque ahora no es tan divertido. ¿Por qué? Porque no se puede "llevar a la chica". Y desde luego, viendo "Si la cosa funciona" más de uno pensará que el cineasta quiso darse "un homenaje" o algo semejante, teoría que se refuerza si tenemos en cuenta esta relación de alter-ego entre Boris-Allen.


Seguramente, Freud y sus discípulos podrían psicoanalizar a Allen a través de esta película y pasárselo en grande. O por lo menos, quizá podrían explicarnos por qué esta es la segunda película consecutiva en la que aparece, de la nada, un extraño trío amoroso (y digo "trío", no "triángulo"). Dejando a un lado los posibles sueños/ideas raras/perversas que Woody Allen haya podido plasmar en la película, podríamos decir que la palabra que acompaña a cada uno de sus componentes es "demasiado". El personaje de Boris es demasiado plasta; Melody es demasiado ingenua; los personajes de la madre de Melody (Patricia Clarkson) y el padre (Ed Begley Jr.) son demasiado maleables, y cambian completamente de personalidad con una facilidad pasmosa; todo lo que ocurre en la película (y especialmente el final) es demasiado forzado.


No, los elementos no cuadran en el film, al igual que no encaja que un ser humano que odie a la humanidad y que se crea superior al resto de los mortales dé en sus discursos frases profundas que hablen sobre "el amor que puedas dar y recibir" y la felicidad que "puedas proveer (...) si la cosa funciona". Y lo siento, pero no: esta película no funciona.

21 de octubre de 2011

Noticias de la semana 21 octubre: festivales, Hathaway y Allen

Adiós a "Bop Decameron", hola a "Nero Fiddled"

Woody Allen ha decidido cambiar el nombre del proyecto en el que está trabajando actualmente, la película "Bop Decameron", y cambiarlo por "Nero Fiddled". Según Allen, el motivo de este cambio es que, sorprendentemente, la gran mayoría de la gente no conoce qué es el Decamerón de Boccaccio (obra que consiste en una recopilación de cuentos), ni siquiera en Roma, ciudad en la que está rodando.


Además, el director ha creído conveniente el cambio porque las "pocas" personas que sí conocían la obra de Boccaccio pensaban, al ver el título, que la película sería una adaptación del libro, cosa que no es cierta. Este nuevo largometraje la historia se sitúa en Italia, y cuenta con la presencia de estrellas como Roberto Benigni, Ellen Page, Penélope Cruz, Alec Baldwin y Jesse Eisenberg. Su estreno está previsto para el próximo año.

"Red State", mejor película en Sitges

El sábado pasado se dio a conocer el palmarés del 44º Festival de Sitges, evento dedicado al cine fantástico que se celebra cada año en Cataluña. La película "Red state", dirigida y escrita por Kevin Smith, se ha llevado el premio a la "Mejor película". Además, su protagonista, Michael Parks, ha sido nombrado "Mejor actor". La española "Eva", de Kike Maíllo, obtuvo el premio a los "Mejores efectos especiales". Además, esta obra fue la que inauguró el festival.

Todo preparado para la 56º SEMINCI de Valladolid

Mañana comienza la Semana Internacional de Cine de Valladolid (SEMINCI) ya está calentando motores. El festival, que va del 22 al 29 de octubre, estará apadrinado esta edición por el director y guionista Bigas Luna. El productor y distribuidor Enrique González Macho (actualmente director de la Academia de Cine Español) y la actriz Maribel Verdú recibirán este año las Espigas de Honor.


En la sección oficial competirán por la Espiga de Oro 17 largometrajes, entre los cuales hay dos españoles: “De tu ventana a la mía”, de Paula Ortiz y “El perfecto desconocido”, de Toni Bestard. Además de estas, encontramos otras dos coproducciones españolas. En cuanto a los cortometrajes de la sección oficial, se presenta “5ºB Escalera dcha”, de María Adánez.

La película encargada de abrir la SEMINCI será “Habemus Papam”, del italiano Giovanni Moretti, quien también estará presente en el Festival. La clausura vendrá de la mano de la película danesa “Superclasico” de Ole Christian Madsen. En la página web del Festival se puede encontrar toda la información y la programación completa.

"Pinocho" tendrá precuela

"La Sirenita 2", "Cenicienta 2", "101 dálmatas 2", "La bella y la bestia 2"... sí, todas estas películas existen, aunque por suerte, pasaron sin pena ni gloria por la historia del cine Disney. Y cuando ya pensábamos que estábamos a salvo de pre/secuelas que desfiguraban los clásicos, nos enteramos que "Pinocho" tendrá una segunda parte, concebida en forma de precuela. En la nueva película el personaje de madera no aparecerá, evidentemente; la historia girará alrededor de la figura de Geppetto. Se llamará "The Three Misfortunes of Geppetto", estará dirigida por Shawn Levy y contará las aventuras de este personaje mientras persigue al amor de su vida, Julia Moon.

Anne Hathaway, confirmada para "Los miserables"

La actriz, que recientemente ha estrenado en nuestro país la película "One day", actuará en la nueva versión fílmica de la obra de Víctor Hugo "Los miserables". Interpretará al personaje de Fantine y tendrá como compañero de reparto a Hugh Jackman.


Ya pudimos ver a Hathaway cantar en la pasada edición de los Oscar, de la que fue anfitriona. Curiosamente, interpretó una parodia de la canción "On my own", que pertenece al musical "Los miserables". Hathaway actualmente está rodando "El caballero oscuro: La leyenda renace", la esperada nueva entrega de la saga "Batman" dirigida por Christopher Nolan. En ella dará vida a Catwoman, papel que en su día también interpretó Michelle Pfeiffer.

16 de octubre de 2011

Nunca hubo una mujer como Rita

Hace 93 años nació una de las actrices más importantes de la Edad dorada de Hollywood. Aunque tenía nombre español, Margarita, llegó a convertirse en uno de los mitos de la gran pantalla. Y a pesar de no haber cantado nunca en sus películas, protagonizó escenas musicales que se encuentran entre los más memorables de la historia. Hablamos, cómo no, de Rita Hayworth.


Aunque nació en Brooklyn, sus raíces eran europeas: su madre, Volga Hayworth, tenía descendencia inglesa e irlandesa y su padre, Eduardo Cansino, era español. Este último era un famoso bailarín, por lo que Rita Hayworth tuvo una buena formación en este campo desde que era pequeña. Llegó a participar en la compañía familiar de danza, donde Winfield Sheehan, de la Fox Film Corporation, la descubrió. En ese momento fue cuando comenzó su carrera profesional como actriz, para la que tuvo que cambiar su nombre de nacimiento, Margarita Carmen Cansino, por el que la conocemos actualmente, mucho más acorde con la industria. Con el tiempo llegó a convertirse en uno de los emblemas de la Columbia Pictures.


Aunque realizó bastantes papeles pequeños en sus comienzos, uno de los primeros éxitos de su carrera fue su papel secundario en “Sólo los ángeles tienen alas” (1939), del director Howard Hawks, protagonizada por Cary Grant y Jean Arthur. Pero sin duda, el rol que le ayudó a alcanzar la cima fue “Gilda” (1946) de Charles Vidor. En ella formaba parte de un triángulo amoroso en el que también se encontraban Glenn Ford (con el que rodó cuatro películas más) y George Macready. La película y sus números musicales “Put the blame on mame” y “Amado mío” le dieron fama de “mito erótico”, debido al aura sensual que desprendía su personaje. En España la película fue considerada “escandalosa”, ya que supuestamente atentaba contra la moral cristiana.


La imagen de Gilda se quedó prendida de la actriz, tanto que ella afirmó que “los hombres se iban a la cama con Gilda y se despertaban con ella”. Se casó cinco veces y llegó a divorciarse de sus cinco maridos: Edward Charles Judson, Orson Welles, el príncipe Aly Khan, Dick Haymes y James Hill. Tuvo dos hijas: la primera con Orson Wells (Rebecca Welles), y la segunda con el príncipe Aly Khan (la princesa Yasmin Khan).

Con el que por aquel entonces era su marido, Orson Welles, protagonizó la película “La dama de Shanghai” (1947), en el que interpretó uno de sus mejores papeles cinematográficos. El film también estaba dirigido y escrito por Welles, quien no quedó muy contento con su película, ya que la había rodado para saldar sus deudas con Columbia. La presencia de Hayworth se intentó aprovechar al máximo, por lo Welles se vio obligado a grabar primeros planos de la actriz, para darle “glamour” a la película, además de un pequeño número musical.


Sin embargo, la imagen con la que aparecía en el largometraje (rubia y con el pelo corto) causó un gran revuelo. Su estreno, de hecho, fue pospuesto por el temor a que dañara la imagen de la estrella de la productora. En la película Hayworth protagoniza otro momento destacado en la historia del cine: la escena final en la sala de los espejos. El ambiente de esta escena fue rescatada años más tarde por Woody Allen, quien la utilizó para su película “Misterioso asesinato en Manhattan” (1993).


Aunque, como dijimos en un post anterior, Rita Hayworth no llegara a cantar con su propia voz en ninguna de sus películas, su formación como bailarina hizo que protagonizara muchos números de baile y películas musicales. Fue pareja de los dos bailarines más famosos de Hollywood: Gene Kelly y Fred Astaire. Con el primero protagonizó “Las modelos” (1944), de Charles Vidor. Y junto a Fred Astaire, las películas “Desde aquel beso” (1941, Sidney Lanfield) y “Bailando nace el amor” (1942, William A. Seiter). También formó parte del reparto de “Pal Joey” (1957, George Sidney), con el cantante y actor Frank Sinatra. Otro de sus musicales fue “Esta noche y todas las noches” (1945, Victor Saville), ambientada en el Londres de la II Guerra Mundial.


Además de estos trabajos, tuvo otros papeles destacados. Fue una de las actrices de la adaptación de la novela del español Vicente Blasco Ibáñez, “Sangre y arena” (1941, Rouben Mamoulian), en la que interpretaba a Doña Sol. También desempeñó el famoso rol de Carmen en “Los amores de Carmen” (1948, Charles Vidor). Hayworth incluso participó en una de las películas que Hollywood realizó basándose en la Biblia. Se trataba de “Salomé” (1953), de William Dieterle. En ella se modificó la historia de la princesa, a la que ella interpretaba. En la película Salomé se enamoraba de un soldado romano convertido al cristianismo, papel que realizó Stewart Granger. El momento más recordado de la película es aquel en el que la actriz realiza la danza de los siete velos, para conseguir manipular la voluntad del rey Herodes (Charles Laughton).


Rita Hayworth llegó a participar en más de 60 películas, hasta que su enfermedad, el Alzheimer, le impidió seguir memorizando guiones. Su último film fue “La ira de Dios” (1972, Ralph Nelson). Falleció en Nueva York en 1987, a los 68 años.

15 de julio de 2011

Midnight in Paris o La magia de la gran pantalla

Imágenes de París. Planos fijos, en los que sólo se ven las calles de la ciudad y sus edificios. La Torre Eiffel. El museo del Louvre. La catedral de Notre Dame. Montparnasse. La plaza de la Vendôme. Y así durante bastante tiempo. Lo suficiente para llegar a pensar que estamos ante otro publirreportaje como fue Vicky Cristina Barcelona (Allen, 2008). Pero no. Esta película, por suerte, es mucho más.


El secretismo que rodeó desde el principio a la película Midnight en Paris continuó más allá del rodaje. En algunas críticas y artículos se puede leer que “es mejor no saber nada del argumento de la película antes de verla”. Así que obedientemente anduve con mucho cuidado para no enterarme de qué iba. Y después de verla puedo decir que SÍ; efectivamente, es mejor no saber nada.

Veo Midnight in Paris y veo lo mejor de Woody Allen. Veo la imaginación y la magia de La rosa púrpura de El Cairo. Veo magníficas interpretaciones, tanto de los personajes protagonistas como de los secundarios, como en Match Point. Veo (y escucho) ingeniosos diálogos con toques de humor, como en Manhattan. Y no veo a Woody Allen por ninguna parte, lo que para variar está bastante bien.


Los sueños, la realidad, el presente, el pasado, el amor y París. Con estos seis elementos Allen va construyendo una historia que hace sonreír. Que nos hace trasladarnos a otro lugar e imaginarnos a nosotros mismos dentro de la trama. Durante una hora y media nos evadimos completamente y nos sumergimos en París y en la magia de la historia, como hacían los espectadores que acudían a los cines durante la Gran Depresión, intentando olvidar sus miserias.

Por la pantalla van pasando diferentes actores y actrices, realizando a la perfección su labor. Y no, esto no va por Carla Bruni, que en la película ni va ni viene, a pesar de todo el bombo que se dio a su pequeña intervención. Pero sí por Owen Wilson, al que le sienta muy bien dejar de lado las comedias chorras con perros, figuras de museos y demás. Rachel McAdams, a la que espero ver en muchas películas más. Marion Cotillard, una de mis actrices favoritas, y que me sigue dando motivos para serlo. Corey Stoll, que interpreta a uno de los personajes más memorables de la película y nos deja algunas de las mejores frases. Michael Sheen, al que se acaba odiando, lo que significa que hace bien su papel. Y Kathy Bates, la eterna e impecable actriz secundaria. Estos son sólo algunos nombres, pero la lista sigue y sigue.


Así que lo mejor es dejarse sorprender poco a poco y sobre todo no ver ningún tráiler de la película. No sería ninguna tragedia, porque se puede disfrutar de la película igualmente, pero conocer el argumento sería el equivalente a saber el final en una película de suspense antes de verla. Y por favor: hay que verla en versión original. Los personajes mezclan el inglés, francés y español en sus conversaciones, dependiendo de su procedencia. Seguramente (no lo sé, pero lo hacen casi siempre) el doblaje asesinará estas diferencias, convirtiéndolo todo en español y, Dios no lo quiera, español afrancesado.

Para finalizar, sólo falta decir lo peor de la película… y es que da muchísimas ganas de volar a París. Pero merece la pena.