La nueva obra de Wes Anderson llega a nuestras pantallas para demostrarnos que las buenas críticas que cosechó en el Festival de Cannes, en la que fue película inaugural, no fueron gratuitas. En esta ocasión, el original cineasta nos lleva a un escenario veraniego con aire vintage en el que una joven pareja de preadolescentes pondrá patas arriba la monotonía de la isla en la que viven.
"Moonrise Kingdom" pretende, como ha explicado su propio director, reflejar cómo es el amor (o lo que se cree que es el amor) en la infancia. El guión, escrito a cuatro manos entre el propio Anderson y Roman Coppola, consigue dar en el clavo para mostrar la inocencia de los primeros amores, sin las complicaciones del mundo de los adultos y con unas prioridades bastantes más claras. Como suele ser habitual, las tornas se vuelven y nos encontramos en un mundo en el que los niños se muestran maduros y se comportan como lo haría un adulto y los adultos son impulsivos y actúan como niños. Todos ellos, tanto grandes como pequeños, crean un amplio rango de personajes variopintos y, sobre todo, muy divertidos.
Entre el reparto encontramos al actor fetiche por excelencia del director (con el permiso de Owen Wilson), Bill Murray. En esta ocasión pasa bastante desapercibido en su correcto pero algo arrinconado papel. Los roles de Bruce Willis y Frances McDormand son los que se contraponen con la pareja de niños protagonista y nos muestran ese contraste entre el amor en la infancia y el amor en la madurez. Mención aparte merece Edward Norton, hilarante como cabecilla de los Boy Scouts. En cuanto a los niños, se agradece su naturalidad a la hora de actuar, tanto por parte de los dos actores principales, Kara Hayward y Jared Gilman, como de aquellos que realizan papeles secundarios.
Los gags están perfectamente medidos, con un humor que sigue la línea habitual de Anderson. Se consigue el equilibrio perfecto entre la ternura de la infancia y aspectos más cómicos, añadiendo pequeñas (y efectivas) dosis de surrealismo como hilo conductor. Una capa exterior que oculta un contrapunto amargo, la situación de rechazo y abandono que sufren los niños protagonistas y que son la semilla de su rebeldía. El ritmo se mantiene de principio a fin y la película no decae en ningún momento. El film acaba transmitiendo las mismas sensaciones que el verano que muestra en pantalla: es luminoso, agradable, hace que el tiempo se nos pase volando, cuando termina nos deja con ganas de más y cuando lo recordamos, lo hacemos con una sonrisa.
Los seguidores de Anderson no saldrán decepcionados con la que posiblemente sea la mejor obra del director. Todo un soplo de aire fresco en la taquilla, que se convierte en el primer estreno imprescindible de este verano.
Publicado en www.puntoencuentrocomplutense.es