11 de febrero de 2012

'Los descendientes': El duelo en el paraíso

A priori, Hawái parece el lugar menos adecuado para situar un drama cinematográfico. Alexander Payne, en su película "Los descendientes", nos saca de nuestro error desde las frases del inicio de la película: "Mis amigos de la parte continental creen que sólo porque vivo en Hawái vivo en el paraíso. Como en unas vacaciones permanentes. Bebiendo Mai Tai todo el día, meneando las caderas y cogiendo las olas. ¿Están locos? ¿Creen que somos inmunes a la vida? ¿Cómo pueden pensar que nuestras familias tienen menos defectos, nuestro cáncer es menos mortal, y nuestros ataques al corazón son menos dolorosos? Yo no me he subido a una tabla de surf en 15 años. Durante los últimos 23 días he vivido en un paraíso de agujas, bolsas de orina y tubos traqueales. ¿Paraíso? El paraíso se puede ir a la mierda".


Matt King (George Clooney) y sus hermanos son los descendientes de una antigua princesa hawaiana. Como herencia, poseen un trozo de isla que tendrán que vender en el plazo de cinco años, debido a la instauración de la nueva "regla anti perpetuidad". Al ser el administrador, Matt es el que lleva más responsabilidad sobre sus hombros, y será el encargado de tomar la decisión final que establezca a quién le venden el terreno. Pero estas preocupaciones pasarán a un segundo plano debido a un incidente que trastocará por completo su vida: su mujer ha tenido un accidente y está en coma.

"Los descendientes" es lo que podríamos llamar "un drama familiar", y por encima de todo, es una película sobre el duelo. Tras el accidente, Max tendrá que quedarse a cargo de sus dos hijas, de 10 y 17 años, unas hijas con las que nunca ha pasado tiempo realmente. Esto, que parece un punto de partida de una tv movie mediocre, da pie a un film en el que la tragedia permanece como telón de fondo, pero con la que la comedia se funde constantemente. Se agradece que no se haya caído en los típicos clichés, tanto a la hora de mostrar a las hijas, que no son las "típicas adolescentes" repelentes que hallamos en otros films, como a la hora de retratar Hawái, por lo que la película no se convierte en un folleto turístico que nos incita a volar hasta las islas.


El guión, firmado por Nat Faxon, Jim Rash y Alexander Payne -basado en la novela de Kaui Hart Hemmingo- va trazando un magnético personaje protagonista, que ahonda en su dolor de una manera casi morbosa, para conseguir su redención. George Clooney está en el que puede ser el papel de su carrera, y se rodea de unos secundarios que están a la altura, comenzando por las actrices que hacen de sus dos hijas, Shailene Woodley y Amara Miller, continuando con Nick Krause, Matthew Lillard y Judy Greer y terminando por Robert Forster. Este último no pasa mucho tiempo en pantalla y casi pasa desapercibido entre el reparto, pero nos deja algunos de los momentos más amargos de toda la película. Todos los intérpretes nos brindan excelentes interpretaciones y frases divertidas y memorables.

Los Globos de Oro que ganaron el mes pasado fueron el reflejo en el espejo de los de "The Artist": ambos ganaron los premios a Mejor película y Mejor actor principal, sólo que uno lo hizo en la categoría dramática y otro en la de comedia o musical. Puede que el 26 de febrero la Academia de Cine estadounidense reconozca ya no sólo el papel de Clooney en esta película, sino todo su trabajo como uno de los estandartes del cine norteamericano, al igual que pasó en el 2007 con Martin Scorsese.


"Los descendientes" tiene toda la pinta de ser una de las mejores películas del 2012, y eso que se estrenó el 20 de enero en España y todavía quedan muchos meses por recorrer. Y aunque no acabe siéndolo, sí que es desde el primer momento un largometraje de visionado obligatorio, que nos demuestra que también se pueden hacer grandes historias partiendo de una base de cotidianidad. Aunque sea entre chanclas, bermudas y camisas hawaianas.