Sacha Baron Cohen siempre es sinónimo de polémica. El camaleónico actor, que recibe tantos halagos como demandas, vuelve a la cartelera tan irreverente como de costumbre. Esta vez lo hace tras un nuevo personaje, el general Aladeen, dictador del ficticio país de Wadiya. Después de su trabajo en Borat y Bruno, Baron Cohen repite con el director Larry Charles detrás de las cámaras, aunque está vez da un enfoque distinto al largometraje.
En El dictador no vamos a encontrarnos con situaciones presentadas como reales, como lo hacían sus predecesoras, y no hay hueco para las reacciones espontáneas de la gente corriente que se topa con los protagonistas. Todo gira alrededor de la pura ficción. Eso sí, si hay algo que tienen en común las películas anteriores con esta es su casi inverosímil promoción, en la que Baron Cohen lleva a sus personajes a la realidad. Fue sonada su aparición en la gala de los Oscar de este año, en la que, camuflado como el general Aladeen, se dedicó a esparcir por la alfombra roja las supuestas “cenizas de Kim Jong-il”. En otras ocasiones también hemos podido verle caracterizado como sus personajes a la hora de dar entrevistas. Sea como sea, el actor siempre se encarga de que se hable más de su película antes que después del estreno.
El dictador no cuenta con una de las grandes bazas de Borat, el factor sorpresa, y los seguidores del cómico no se encontrarán con grandes novedades. Se sigue jugando con lo políticamente incorrecto como motor del film, algo que queda muy claro desde el inicio, cuando vemos que la película está dedicada a la memoria del antes mencionado Kim Jong-il. Los chistes homófobos, racistas y machistas siguen constituyendo una importante base del guión, que demuestra que se puede hacer humor con cualquier tema, por espinoso que sea. Y esto incluye el terrorismo islámico, uno de los temas delicados por excelencia en la sociedad estadounidense, y los regímenes dictatoriales.
Sobre la película vaga la sombra de Charles Chaplin y su obra El gran dictador, de la que recoge su espíritu crítico. El dictador, bajo su apariencia cómica, guarda una interesante reflexión sobre las democracias actuales, reflejada en un discurso final (otro paralelismo con la película de Chaplin) que nos da un baño de amarga realidad. Es una pena que sus acertadas dosis de crítica y humor inteligente palidezcan bajo otros momentos en los que Baron Cohen y el resto de los guionistas deciden ir a lo fácil, mediante gags zafios que hacen que la película no brille con toda la fuerza con la que podría haberlo hecho. Pese a esto, y sabiendo que su humor puede resultar chocante para muchos espectadores, podemos decir que El dictador es la obra más acertada del cómico hasta el momento.
Crítica publicada en: www.puntoencuentrocomplutense.es