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28 de diciembre de 2012

'Los miserables': Do you hear the people sing?

De manera inconsciente, muchas veces asociamos la palabra “musical” con un estereotipo muy concreto; con películas en las que los protagonistas desarrollan sus historias de forma ordinaria y entre las cuales se insertan números musicales estratégicamente posicionados. Películas con canciones alegres, que los personajes bailan siguiendo una perfecta coreografía. Ejemplo de ello son Grease, Mamma Mía o los trabajos que realizó la mítica pareja formada por Fred Astaire y Ginger Rogers. Considerado en ocasiones como un género “menor”, el musical comenzó a vivir una segunda juventud después del Moulin Rouge de Baz Luhrmann. Y ahora podemos decir que se ha llegado a una nueva etapa. Desprendiéndose de todo estereotipo posible, Los miserables hace que el musical alcance plenamente la madurez.

A Tom Hooper no le asustan los retos, o al menos, eso parece. El director ha sido el encargado de ponerse a la cabeza de la adaptación del musical basado en la novela de Víctor Hugo. Situarse detrás de las cámaras en Los miserables era enfrentarse cara a cara con toda una leyenda. Y aunque el desafío era difícil, Hooper y el resto del equipo han salido victoriosos. El resultado es un desgarrador retrato del París del siglo XIX. Una mirada hacia los invisibles, hacia las clases más bajas; sus protagonistas son ladrones, prostitutas, pícaros, fugitivos y estudiantes con aspiraciones revolucionarias que luchan contra un sistema aparentemente invencible. Y una vez más, Hooper ha conseguido dejar su huella en la película, al igual que lo hizo en El discurso del rey.

El arriesgado uso de las voces “en directo” ha dado sus frutos. Que los actores no hagan playback, sino que estén cantando al mismo tiempo que les graban, da verosimilitud a la historia y la aligera, dato muy importante, teniendo en cuenta que la película dura nada menos que dos horas y media. Otro aspecto trascendental es que prácticamente toda la película se construye a base de números musicales. Incluso los diálogos entre los personajes se realizan cantando; apenas encontramos frases que se escapen a esta norma. A priori puede resultar chocante para algunos espectadores, pero una vez comenzada la trama, las piezas van encajando con naturalidad y provocan la sensación de que no se podría haber hecho de otra manera.

El reparto es otro elemento que funciona a la perfección. Hugh Jackman realiza el mejor papel de su carrera como Jean Valjean. Durante las galas de los Tony y de los Oscar en las que ejerció de anfitrión ya nos demostró sus dotes para la canción, y ahora no defrauda en sus números musicales. Anne Hathaway brilla con su mera presencia, además de proporcionarnos uno de los momentos más emotivos de todo el film con su I dreamed a dream. Russell Crowe, a pesar de situarse en un nivel inferior, logra no desentonar con el resto de protagonistas, forjando un notable Javert, digno de los duelos vocales con Jackman. Una gran (y grata) sorpresa es Eddie Redmayne, al que habíamos visto en Mi semana con Marilyn y que aquí da vida a Marius, el amado de Cosette, una Amanda Seyfried que vuelve a seducirnos con su voz de carácter angelical. Por último, los breves pero oportunos momentos cómicos de la película vienen de la mano de los geniales Helena Bonham Carter y Sacha Baron Cohen, como el matrimonio Thénardier.  

Las canciones en ocasiones son presentadas mediante un montaje de vértigo, que intenta abarcar una gran cantidad de información en pocos minutos. Pero en la mayoría de los números musicales, especialmente aquellos interpretados por un único personaje, se ha optado por otro montaje mucho más discreto e íntimo, basado en primeros planos que nos ayudan a profundizar en las emociones de los protagonistas. Un gesto mediante el cual se refuerza la idea de que estamos ante un musical que, sobre todo, gira alrededor de sus personajes y sus dramas y conflictos internos, a pesar de estar marcado fuertemente por un hecho histórico, como es la rebelión parisina de junio de 1832.

Estos personajes se debaten entre la moral y la ley, entre los deseos y el deber. Se mueven en un mundo cruel, donde solo hay sitio para el desencanto, pero en el cual a veces surgen rayos de esperanza. La grandeza de Los miserables es que recoge a los más desgraciados y los enaltece, convirtiéndolos en auténticos héroes. Sin duda, Los miserables ha sabido situarse a la altura de la leyenda y entrar a formar parte de ella. 

Publicado en: www.puntoencuentrocomplutense.es

3 de octubre de 2012

Fight. Dream. Hope. Love

La película Los miserables es la protagonista del post de hoy.  Esta esperada producción nos ha traído dos novedades. La primera de ellas es el póster con el que se presenta la película y que podéis ver bajo estas líneas. Tiene como única protagonista a Isabel Allen, quien interpreta a la pequeña Cosette. El segundo es un nuevo vídeo que nos muestra parte del making off del film.


No, no nos hemos vuelto locos ni nos hemos vuelto de repente partidarios de los trailers y videos promocionales, que por norma general desvelan sorpresas de la película, cuando no la destripan por completo. En este caso, al tratarse de la adaptación de la famosa novela de Víctor Hugo, nada de la trama es un misterio para quien ya conozca el argumento. En el vídeo podemos ver cómo los actores explican el sistema que están utilizando para rodar los números musicales. Los miserables presenta como novedad que sus números musicales son "en vivo". Es decir, los intérpretes están realmente cantando al mismo tiempo que son grabados por las cámaras. Esto, según palabras de los propios actores, "les da más libertad". El resultado final lo podremos ver el 28 de septiembre. De momento, el adelanto tiene buena pinta.



2 de agosto de 2012

'El dictador': El (otro) gran dictador


Sacha Baron Cohen siempre es sinónimo de polémica. El camaleónico actor, que recibe tantos halagos como demandas, vuelve a la cartelera tan irreverente como de costumbre. Esta vez lo hace tras un nuevo personaje, el general Aladeen, dictador del ficticio país de Wadiya. Después de su trabajo en Borat y Bruno, Baron Cohen repite con el director Larry Charles detrás de las cámaras, aunque está vez da un enfoque distinto al largometraje.


En El dictador  no vamos a encontrarnos con situaciones presentadas como reales, como lo hacían sus predecesoras, y no hay hueco para las reacciones espontáneas de la gente corriente que se topa con los protagonistas. Todo gira alrededor de la pura ficción. Eso sí, si hay algo que tienen en común las películas anteriores con esta es su casi inverosímil promoción, en la que Baron Cohen lleva a sus personajes a la realidad. Fue sonada su aparición en la gala de los Oscar de este año, en la que, camuflado como el general Aladeen, se dedicó a esparcir por la alfombra roja las supuestas “cenizas de Kim Jong-il”.  En otras ocasiones también hemos podido verle caracterizado como sus personajes a la hora de dar entrevistas. Sea como sea, el actor siempre se encarga de que se hable más de su película antes que después del estreno.

El dictador no cuenta con una de las grandes bazas de Borat, el factor sorpresa, y los seguidores del cómico no se encontrarán con grandes novedades. Se sigue jugando con lo políticamente incorrecto como motor del film, algo que queda muy claro desde el inicio, cuando vemos que la película está dedicada a la memoria del antes mencionado Kim Jong-il. Los chistes homófobos, racistas y machistas siguen constituyendo una importante base del guión, que demuestra que se puede hacer humor con cualquier tema, por espinoso que sea. Y esto incluye el terrorismo islámico, uno de los temas delicados por excelencia en la sociedad estadounidense, y los regímenes dictatoriales.

Sobre la película vaga la sombra de Charles Chaplin y su obra El gran dictador, de la que recoge su espíritu crítico. El dictador, bajo su apariencia cómica, guarda una interesante reflexión sobre las democracias actuales, reflejada en un discurso final (otro paralelismo con la película de Chaplin) que nos da un baño de amarga realidad. Es una pena que sus acertadas dosis de crítica y humor inteligente palidezcan bajo otros momentos en los que Baron Cohen y el resto de los guionistas deciden ir a lo fácil, mediante gags zafios que hacen que la película no brille con toda la fuerza con la que podría haberlo hecho. Pese a esto, y sabiendo que su humor puede resultar chocante para muchos espectadores, podemos decir que El dictador es la obra más acertada del cómico hasta el momento.

Crítica publicada en: www.puntoencuentrocomplutense.es