6 de septiembre de 2011

'Balada triste de trompeta': La Venganza, el Circo, la Cruz y la Vida

Si los protagonistas de esta película no fuesen payasos, serían asesinos. Así de claras deja las personalidades de los personajes una frase del guión de “Balada triste de trompeta”, el último (por el momento) largometraje de Álex de la Iglesia. En los días previos a la gala de los Goya de este año se perfilaba como una de las grandes ganadoras, ya que era el film con más candidaturas, con un total de 15. Sin embargo, finalmente se tuvo que conformar con dos Goyas “menores”, el de Mejor maquillaje y/o peluquería y Mejores efectos especiales.


“Balada triste de trompeta” es una película difícil de describir. Uno de los ejes fundamentales es el siguiente: el personaje de Javier (Carlos Areces) comienza a trabajar de payaso en un circo, donde se encuentra a Natalia, la “chica de la tela” (Carolina Bang), de la que se enamora. Sin embargo hay un problema: Natalia tiene pareja. Su novio es el otro payaso del espectáculo, Sergio (Antonio de la Torre), un hombre con fuerte carácter, posesivo, celoso y un maltratador en potencia. Javier es todo lo contrario a él, por lo que se gana la atención de Natalia. Y esto, por supuesto, desata un conflicto entre ambos payasos.

Esto puede que sea lo más fácil de contar; lo que más se adapta a nuestros cánones a la hora de ver una película. Pero lo que diferencia a “Balada triste…” de otras obras es que hay más sentimientos y motivaciones detrás de los personajes. Nada más empezar la película, conocemos un capítulo clave en la vida de Javier. Cuando era pequeño, su padre (un fantástico Santiago Segura), también payaso, es reclutado por el bando republicano en mitad de una función. Lo que viene a continuación debido a este hecho marcará para siempre la personalidad de niño, condenado a ser el payaso triste, ya que su vida ha estado marcada por el sufrimiento y nunca podrá hacer reír.


Los primeros minutos de la película son impresionantes por tres razones. La primera, por la visión de los personajes circenses luchando, que es cuanto menos, curiosa. La segunda, por los títulos de crédito, chocantes. Y la tercera, por la conversación que tiene Javier con su padre, que contiene la clave de la película, resumida en una palabra: venganza.

A lo largo del filme vemos cómo los personajes se van volviendo más y más patéticos, envueltos en unos sentimientos vengativos que no pueden controlar, actuando casi por inercia, con el sólo conocimiento certero de que el otro es el enemigo. Repitiendo la historia de sus padres, la historia que hoy en día, después de casi tres cuartos de siglo, todavía arrastramos, vivimos, contemplamos y alimentamos. La película se convierte en una gran metáfora de nuestros enfrentamientos por una guerra que, aunque lo parezca en ocasiones, no, no es la nuestra.


No a todo el mundo le va a gustar esta película. No es fácil de ver, y se han hecho críticas como que “ofrece violencia gratuita” o que “es aburrida”. Si es gratuita no lo sé, pero violencia, sí, hay bastante, al más puro estilo Tarantino. Y ya que hablamos de este director, merece la pena mencionar la anécdota que comentó Álex de la Iglesia en el reportaje que la revista “Fotogramas” hizo de la película: “Durante el pase en el Festival de Venecia yo oía unas carcajadas tremendas en las secuencias más terroríficas, y pregunté: ¿Quién es ese tío que va a molestar al jurado con su risa atronadora? El presidente del jurado (Quentin Tarantino), me dijeron. Vale, no le molestéis, contesté.”


Uno de los puntos fuertes del film es la interpretación de Antonio de la Torre (en la foto que se encuentra debajo de este párrafo, agarrando a Carlos Areces), que demuestra que los papeles de “malo” le sientan como anillo al dedo. También podemos deleitarnos con la corta pero brillante actuación de Terele Pávez (que por cierto, fue nominada a Mejor actriz de reparto, a pesar de que no aparece más de unos minutos. Cosas de la Academia). Y en cuanto a lo peor, se llevaría la palma uno de los momentos finales del “motorista fantasma”, Alejandro Tejerías. Si ves la película, seguro que sabréis de qué momento hablo. También uno de los fallos es que el hilo argumental se pierde ligeramente entre las dos partes de la película (si la dividimos en la parte del circo y la post-circo). Y por último, la personalidad del personaje interpretado por Carolina Bang (que por cierto, sale guapísima en la película), con cambios bruscos e incomprensibles, por lo menos desde mi punto de vista.


Casi se me olvidaba: otro espacio aparte se merece el rol que tiene en la película el cantante Raphael y su canción, que da nombre a la película. Pero creo que todavía sigo dándole vueltas en mi mente a este asunto. No sé si me parece un guiño gracioso o simplemente me parece una acción desafortunada.

Para acabar, sólo voy a hacer un comentario: ya no volveré a ver las planchas de la misma forma (ya entenderéis el porqué). Y en cuanto a los payasos… bueno, todos sabíamos de antes que daban miedo.