24 de junio de 2011

El verano en los 50

¡Ya estamos oficialmente en verano! Y con él llegan las rebajas, el calor (sí, aún más) y el tiempo libre. Para aprovecharlo, os presento dos propuestas del cine clásico de los 50 muy diferentes entre sí relacionadas con este periodo.

La tentación vive arriba (Billy Wilder, 1955)

Aunque no sea una de las mejores películas de Wilder es una comedia que tiene buenos momentos, más allá del famoso momento del vestido de Marilyn. El punto de partida es el inicio del verano, cuando las esposas e hijos de los hombres de la ciudad se van de vacaciones, dejando al marido solo en la ciudad y trabajando. En esta película, Tom Ewell interpreta a uno de esos maridos. Contento de quedarse solo en casa, descubre que una atractiva mujer (Monroe) ha alquilado el apartamento de arriba.


Las cosas, cuando ocurren en nuestra imaginación, se alejan considerablemente de la realidad. Wilder aprovecha esto para ironizar y hacer que nos riamos de nuestros delirios de grandeza ocasionales, nuestras paranoias y en general el comportamiento masculino cuando hay una mujer de por medio.

Lo mejor: los diálogos.
Lo peor: la desesperación que puede provocar el comportamiento del protagonista.


De repente, el último verano (Joseph L. Mankiewicz, 1959)

Esta película de suspense está basada en la novela homónima de Tennessee Williams. En el reparto destacan sobre todo Katharine Hepburn y Elizabeth Taylor, ambas nominadas al Oscar por este papel (aunque finalmente ninguna de las dos se llevara el premio). También aparece como uno de los protagonistas Montgomery Clift, al que también hemos visto en películas como “Yo confieso” o “De aquí a la eternidad”.


La señora Venable (Hepburn) ofrece una cuantiosa donación a la clínica en la que trabaja el doctor Cuckrowicz (Clift), a cambio de que operen a su sobrina Catherine (Taylor). Venable insiste en que el doctor le realice una lobotomía, ya que desde el shock que sufrió tras la muerte de su primo Sebastian en el verano, no ha vuelto a ser la misma. Sin embargo, el doctor duda si realmente Catherine necesita esa operación. El argumento se construye alrededor del misterioso (y ausente) personaje de Sebastian, hijo de la señora Venable y primo de Catherine, al que se halaga y atribuyen características casi divinas, como pasaba con el personaje de Kurtz en “El corazón de las tinieblas”, la novela de Joseph Conrad.

Lo mejor: las actrices protagonistas y la aparición de Hepburn en la película.
Lo peor: verla doblada y no escuchar las auténticas voces de los actores.

12 de junio de 2011

Todas las canciones hablan de mí o La melancolía en Madrid

Cuántas veces habremos visto películas en las que la ruptura de una pareja es el punto de partida. Sin embargo, en la mayoría de los casos de repente aparece una persona de la nada, que hace que el protagonista de nuestra historia vuelva a recuperar mágicamente la fe en la vida y en el amor. Y así es como nace un producto al que se le llamará “comedia romántica”. Hoy en día recibir esta calificación sólo viene a decir una cosa, la mayoría de las veces: “más de lo mismo”.

“Todas las canciones hablan de mí” (Jonás Trueba, 2010) no es una comedia romántica, aunque se la llame así en algunas páginas de internet o semejante. Tiene sus puntos graciosos, contados con los dedos de una mano, que vienen básicamente del personaje secundario que interpreta Bruno Bergonzini, pero poco más. Tampoco es un dramón que tengas que ver con el paquete de kleenex al lado. Es simplemente una película que habla del desamor.


El protagonista es Ramiro, interpretado por Oriol Vila. Su novia, Andrea (Bárbara Lennie) ha roto con él, después de pasar seis años juntos. Así que lo que vemos en la película es el proceso de búsqueda que viene a continuación. Nada de romances mágicos salidos de cualquier sitio. Nada de encontrar a la princesita que le sacará de su melancolía. Eso sólo pasa en las películas. En otras películas. Porque aunque tenga sus defectos, que los tiene, la gran virtud de “Todas las canciones hablan de mí” es que se sitúa muy cerca de nosotros, en la realidad. Pocas veces vemos en el cine silencios incómodos. Parece que los personajes siempre tienen algo que decir. Aquí no. Detalles como estos son lo mejor de la película. Aunque si hubiese que elegir, me quedo con la pareja protagonista, Oriol Vila y Bárbara Lennie. El primero estuvo nominado en los Goya de este año como mejor actor revelación; cosa misteriosa, ya que le habíamos visto anteriormente en películas como “Tu vida en 65’ ”. Pero se fue a casa con las manos vacías, al igual que Jonás Trueba, nominado a mejor director novel.

Trueba nos va llevando por la historia a veces como si estuviésemos espiando a los protagonistas. Los guiños a Woody Allen son constantes, empezando por el cartel de la película, que recuerda al de “Manhattan”. Al igual que Allen, Trueba convierte a la ciudad en protagonista, en un elemento indispensable de la historia. Y gracias a los planos secuencia (planos en los que no hay un cambio de punto de vista), la naturalidad de los actores es mucho mayor. También opta por la lectura de cartas en voz alta por la persona que la escribe, recurso que vemos muchas veces en el cine pero que personalmente no me acaba de convencer en los casos en los que se mira a la cámara directamente. Es decir, si el chico (Ramiro en este caso) recibe una carta de la chica (Andrea), veremos a continuación un plano de ella, probablemente mirando a cámara y diciendo lo que escribió.


En cuanto a los actores secundarios, encontramos al trío televisivo formado por Valeria Alonso (“Cuestión de sexo”, “Cuéntame cómo pasó”), Ángela Cremonte -en la foto superior, con Vila y Lennie-(“Gran Reserva”, “Hispania”) y el ya mencionado Bruno Bergonzini (“Al salir de clase”), que arropan la interpretación de los protagonistas y hacen que nos olvidemos de esa sensación de familiaridad que nos puede venir cuando vemos en una película a alguien que se cuela semanalmente en nuestras casas (televisivamente hablando). También destaca Ramón Fontserè, el único actor que se encuentra en una franja de edad más avanzada y que interpreta al tío de Ramiro.

Lo peor de la película: la última parte. No los últimos minutos, en los que Lennie aparece para salvar el final; me refiero a la aparición de la actriz Miriam Giovanelli (en la foto de abajo). Será un personaje necesario para desarrollar ciertas cosas, pero su interpretación desentona totalmente con el resto del reparto. Lo siento, pero como actriz no me convence en absoluto. Tampoco encajan algunas escenas de las que se cuelan en medio de la historia; hay unas que son bonitas, pero otras que no te cuentan nada.


“Todas las canciones hablan de mí” también es una película para escuchar. En ocasiones, la acción queda interrumpida para que podamos seguir la letra de las canciones. Tanta importancia tienen que en la página oficial de la película, www.todaslascancioneshablandemi.es, nos ofrecen un enlace para que escuchemos las listas de reproducción de Spotify que contienen las canciones de la propia película, las favoritas de los actores y muchas más.

Resumiendo: no es una obra maestra, pero es una película diferente. Merece la pena librarse de prejuicios y ver “Todas las canciones hablan de mí”, en vez de elegir la típica “comedia romántica”. Que de esas ya hemos visto muchas.

1 de junio de 2011

Incombustible Marilyn

Nunca acaba uno de conocer a una persona, aunque esté muerta. Hoy, 1 de junio, sería el 85 cumpleaños de Marilyn Monroe. Y aunque murió en el año 1962, todavía sigue siendo noticia debido a las subastas de sus vestidos u objetos personales o a la aparición de material inédito sobre ella. Videos, escritos, fotos. Todo para ampliar el archivo del mito inacabable que es Monroe.


Hace unos meses salían publicado el libro “Fragmentos”, en el que aparecían textos y poemas que escribió la propia actriz, inéditos en su mayoría. En sus creaciones se podía descubrir su parte más oculta: sus sentimientos de soledad, de infelicidad, de desengaño. Una imagen completamente diferente a la que nos daban los papeles estereotipados que le ofrecían en el mundo del cine.


Todo lo que rodea a la figura de Marilyn huele a dinero. El mes pasado, un vestido que utilizó para acudir a una fiesta en Beverly Hills fue subastado, llegando a alcanzar la cifra de 348.000 dólares. Ahora la actriz Debbie Reynolds ha puesto en venta el icónico vestido que Monroe llevaba en la película “La tentación vive arriba”, en la escena en la que ella y Tom Ewell pasaban por encima de las rejillas del metro y el viento le levantaba la falda. ¿Su precio? Dos millones de dólares.


Lo último (por el momento) han sido unas fotos que el fotógrafo Anton Fury ha sacado a la luz. Fury encontró y compró los negativos en una venta de garaje hace treinta años. Desde entonces ha estado esperando al momento oportuno para mostrarle las fotos al mundo, ya que no estaba seguro de qué hacer con ellas ni el valor que podrían tener. Teniendo en cuenta que los negativos le costaron dos dólares, se podría decir que hizo una buena compra. Por lo que se ve, porque no hay mucha información todavía, las fotos son de principios de los 50 y nos muestran a una joven Marilyn, que todavía no había alcanzado el estrellado en Hollywood. Las imágenes de este post son algunas de ellas. ¿Llegará el momento en el que no haya nada más que descubrir? Algo me dice que todavía tenemos Marilyn para rato.