12 de junio de 2011

Todas las canciones hablan de mí o La melancolía en Madrid

Cuántas veces habremos visto películas en las que la ruptura de una pareja es el punto de partida. Sin embargo, en la mayoría de los casos de repente aparece una persona de la nada, que hace que el protagonista de nuestra historia vuelva a recuperar mágicamente la fe en la vida y en el amor. Y así es como nace un producto al que se le llamará “comedia romántica”. Hoy en día recibir esta calificación sólo viene a decir una cosa, la mayoría de las veces: “más de lo mismo”.

“Todas las canciones hablan de mí” (Jonás Trueba, 2010) no es una comedia romántica, aunque se la llame así en algunas páginas de internet o semejante. Tiene sus puntos graciosos, contados con los dedos de una mano, que vienen básicamente del personaje secundario que interpreta Bruno Bergonzini, pero poco más. Tampoco es un dramón que tengas que ver con el paquete de kleenex al lado. Es simplemente una película que habla del desamor.


El protagonista es Ramiro, interpretado por Oriol Vila. Su novia, Andrea (Bárbara Lennie) ha roto con él, después de pasar seis años juntos. Así que lo que vemos en la película es el proceso de búsqueda que viene a continuación. Nada de romances mágicos salidos de cualquier sitio. Nada de encontrar a la princesita que le sacará de su melancolía. Eso sólo pasa en las películas. En otras películas. Porque aunque tenga sus defectos, que los tiene, la gran virtud de “Todas las canciones hablan de mí” es que se sitúa muy cerca de nosotros, en la realidad. Pocas veces vemos en el cine silencios incómodos. Parece que los personajes siempre tienen algo que decir. Aquí no. Detalles como estos son lo mejor de la película. Aunque si hubiese que elegir, me quedo con la pareja protagonista, Oriol Vila y Bárbara Lennie. El primero estuvo nominado en los Goya de este año como mejor actor revelación; cosa misteriosa, ya que le habíamos visto anteriormente en películas como “Tu vida en 65’ ”. Pero se fue a casa con las manos vacías, al igual que Jonás Trueba, nominado a mejor director novel.

Trueba nos va llevando por la historia a veces como si estuviésemos espiando a los protagonistas. Los guiños a Woody Allen son constantes, empezando por el cartel de la película, que recuerda al de “Manhattan”. Al igual que Allen, Trueba convierte a la ciudad en protagonista, en un elemento indispensable de la historia. Y gracias a los planos secuencia (planos en los que no hay un cambio de punto de vista), la naturalidad de los actores es mucho mayor. También opta por la lectura de cartas en voz alta por la persona que la escribe, recurso que vemos muchas veces en el cine pero que personalmente no me acaba de convencer en los casos en los que se mira a la cámara directamente. Es decir, si el chico (Ramiro en este caso) recibe una carta de la chica (Andrea), veremos a continuación un plano de ella, probablemente mirando a cámara y diciendo lo que escribió.


En cuanto a los actores secundarios, encontramos al trío televisivo formado por Valeria Alonso (“Cuestión de sexo”, “Cuéntame cómo pasó”), Ángela Cremonte -en la foto superior, con Vila y Lennie-(“Gran Reserva”, “Hispania”) y el ya mencionado Bruno Bergonzini (“Al salir de clase”), que arropan la interpretación de los protagonistas y hacen que nos olvidemos de esa sensación de familiaridad que nos puede venir cuando vemos en una película a alguien que se cuela semanalmente en nuestras casas (televisivamente hablando). También destaca Ramón Fontserè, el único actor que se encuentra en una franja de edad más avanzada y que interpreta al tío de Ramiro.

Lo peor de la película: la última parte. No los últimos minutos, en los que Lennie aparece para salvar el final; me refiero a la aparición de la actriz Miriam Giovanelli (en la foto de abajo). Será un personaje necesario para desarrollar ciertas cosas, pero su interpretación desentona totalmente con el resto del reparto. Lo siento, pero como actriz no me convence en absoluto. Tampoco encajan algunas escenas de las que se cuelan en medio de la historia; hay unas que son bonitas, pero otras que no te cuentan nada.


“Todas las canciones hablan de mí” también es una película para escuchar. En ocasiones, la acción queda interrumpida para que podamos seguir la letra de las canciones. Tanta importancia tienen que en la página oficial de la película, www.todaslascancioneshablandemi.es, nos ofrecen un enlace para que escuchemos las listas de reproducción de Spotify que contienen las canciones de la propia película, las favoritas de los actores y muchas más.

Resumiendo: no es una obra maestra, pero es una película diferente. Merece la pena librarse de prejuicios y ver “Todas las canciones hablan de mí”, en vez de elegir la típica “comedia romántica”. Que de esas ya hemos visto muchas.