Considerado como uno de los grandes genios del siglo XX,
Salvador Dalí tuvo una prolífica vida artística, en la que también tuvo cabida
el cine. El maestro del Surrealismo mantuvo una estrecha relación con el
séptimo arte, por el que tenía un gran interés. Coincidiendo con la exposición
del artista que el Museo Reina Sofía acoge entre sus muros hasta el 2 de
septiembre, hacemos un repaso por las incursiones más destacadas de Dalí en el cine,
a través de las cuales llegó a codearse con figuras de la talla de los Hermanos
Marx, Walt Disney o Alfred Hitchcock.
Su primer acercamiento al cine se produjo con su amigo Luis
Buñuel, con quien escribiría el guión del cortometraje Un perro andaluz en 1929 y al año siguiente, el de la película La edad de oro. Pieza clave del
Surrealismo, Un perro andaluz es el reflejo de las fantasías oníricas de los
dos artistas. Buñuel explicaba así cómo surgió la idea del proyecto: “Esta
película nació de la confluencia de dos sueños. Dalí me
invitó a pasar unos días en su casa, y al llegar a Figueras yo le conté un
sueño que había tenido poco antes en el que una nube desflecada cortaba la luna
y una cuchilla de afeitar hendía un ojo. Él, a su vez, me contó que la noche
anterior había visto en sueños una mano llena de hormigas”. La crítica a la
burguesía y a la moral católica, que después serían una constante en la
filmografía de Buñuel, ya se daban en este trabajo, en el que el propio Dalí
aparecía brevemente interpretando a un marista. La edad de oro, ópera
prima del cineasta como director de largometrajes, constituyó una continuación
del trabajo de Un perro andaluz. La
transgresora película, una en las que Buñuel pudo trabajar con más libertad,
fue censurada en Francia, y no se pudo ver durante medio siglo. Poco después de
estas obras, la amistad entre ambos se rompió, por la que ya no volverían a
trabajar juntos.
Otra relación de amistad que marcó
la vida de Dalí, menos conocida que la que mantuvo con Buñuel, fue la que
entabló con Harpo, uno de los Hermanos Marx. De esta relación nació el libreto
de Giraffes on Horseback Salad,
que Dalí escribió para ellos, animado por André Bretón. No obstante, la
película nunca se llegó a producir. Algunas fuentes afirman que el estudio MGM,
con quien trabajaban los Hermanos Marx, fue quien la rechazó, mientras que
otras versiones de la historia cuentan que fue Groucho Marx el que se negaba a
realizarla, por no considerarla lo suficientemente divertida.
Giraffes on Horseback Salad no fue el único proyecto de Dalí
en el séptimo arte que acabó de forma frustrada. En este aspecto, el más
destacado fue la película Destino,
que supuso la colaboración entre el artista y Walt Disney. La idea original era
realizar una obra que repitiese la misma fórmula de Fantasía (crear un largometraje compuesto de varias piezas breves),
y que diese un impulso al estudio después de la Segunda Guerra Mundial. Dalí y
Disney se conocieron en 1945 y comenzaron a trabajar juntos un año después. El
elevado número de bocetos y dibujos que Dalí realizó para su fragmento, que
inicialmente duraría unos 6 minutos, se convirtieron en papel mojado cuando se
suspendió el proyecto. Para entonces, sólo se habían completado unos 15
segundos del corto. Afortunadamente, su trabajo sería completado años después,
cuando el sobrino de Walt Disney, animado por la producción de Fantasía 2000, decidió resucitar Destino. El cortometraje, que finalmente
fue estrenado en el año 2003, llegó a recibir una nominación en los Premios
Oscar.
Tampoco tuvo suerte en su
participación como actor en Dune,
la adaptación cinematográfica de la novela de Frank Herbert que planeaba Alejandro Jodorowsky. Inicialmente, a Dalí le ofrecieron el rol de
Emperador de la Galaxia, pero más tarde su protagonismo se redujo
drásticamente, debido al elevado sueldo que el artista exigía (su ambición era
el ser el “actor más caro de la historia”). La producción de la película
acabaría por ser anulada, y años más tarde fue David Lynch quien la llevó a la
gran pantalla.
Uno de los mayores reconocimientos del
trabajo de Dalí en el cine llegaría de la mano de Alfred Hitchcock. El maestro
del suspense quiso contar con él en su película Recuerda, estrenada en 1945 y protagonizada por Gregory Peck e
Ingrid Bergman. Centrado en el psicoanálisis, el largometraje tenía todo lo
necesario para dar rienda suelta a la imaginación de Dalí, que tenía por
encargo planificar una secuencia que relatase el sueño del protagonista. En la
realización de esta secuencia hubo varios problemas: la ambición de Dalí en
ocasiones sobrepasaba los medios del estudio, hubo que volver a filmar varias
tomas y finalmente, su excesiva duración hizo que varios fragmentos tuvieran
que ser recortados, como uno en el que Ingrid Bergman se convertía en una
estatua griega.
A pesar de las dificultades que entrañó su preparación, el
resultado final fue todo un éxito, y confirmó que la intuición de Hitchcock fue
acertada. El director había pensado en Dalí desde el primer momento porque
pensaba que era el indicado para evitar los clichés que normalmente se dan en
el cine a la hora de hablar de los sueños. Atraído por el estilo de sus
pinturas, le escogió porque su arte era el ejemplo de “cómo los sueños deberían
ser”. Una intuición que iba más allá del pensamiento del productor David O.
Selznick, que creía que la contratación de Dalí se debía a un planteamiento exclusivamente
comercial. Dalí volvería a repetir la experiencia de diseñar secuencias
oníricas gracias a la película El padre de la novia, de Vicente
Minnelli. En esta ocasión, el objetivo era planificar un sueño que
protagonizaría Spencer Tracy. También colaboró en el departamento artístico del
film Marea
de luna, película que iba a ser dirigida por Fritz Lang, hasta que fue
sustituido por Archie Mayo.
Las aportaciones de Dalí al séptimo arte, a menudo no
reconocidas, nos muestran una faceta diferente del artista, muchas veces
limitado al terreno de la pintura. Además de la participación en las películas
mencionadas, Dalí también se movió por el campo teórico, con la publicación del
artículo “Film arte, film antiartístico”. Incluso, con el tiempo, él mismo
llegaría a ser un personaje más en el mundo de la ficción. Uno de los ejemplos
más recientes lo tenemos en Midnight in
Paris, de Woody Allen, en la que Adrien Brody fue el encargado de darle
vida. A pesar de sus experiencias fallidas, la contribución y la influencia de
Dalí en el cine son innegables, e imprescindible a la hora de valorar su obra.
Publicado en: www.puntoencuentrocomplutense.es