Después de haber tonteado con el thriller en "El sueño de Casandra" y haber tonteado, en general, con "Vicky, Cristina, Barcelona", Woody Allen regresó en 2009 al género que le hizo famoso: la comedia. Y así, en su cita anual cinematográfica presentaba "Si la cosa funciona". Esta película no sólo supuso la vuelta al género, sino también el regreso a su amada Manhattan. Así, Allen volvía a rodar en la icónica isla, a la que había abandonado para hacer su particular gira europea, que comenzó con "Match point" y a la que volvería para rodar "Midnight in Paris" y su actual proyecto, "Nero Fiddled".
"Si la cosa funciona" partía de los mismos ingredientes que su película de 1979, "Manhattan": Nueva York + comedia + hombre maduro + chica joven. Sin embargo, se queda bastante lejos de su predecesora, y no sólo porque Diane Keaton no se ande por ahí rondando. Veamos: para empezar a hablar de la película, tenemos que explicar brevemente su argumento. Boris (Larry David) es un hombre mayor, amargado, misántropo y cínico. Parece que lo único que le llena es quejarse por todo lo que hay en el mundo, ilustrando a sus amigos sobre la verdad absoluta que, por supuesto, él posee, y que el resto de la humanidad (los gusanos, literalmente) no podrían alcanzar. Un día se encuentra casualmente con una ingenua chica de unos veinte años, Melody (Evan Rachel Wood), que ha abandonado su ciudad natal del Sur para ir a la gran ciudad y vivir una nueva vida. Y como ella no tiene dónde dormir, Boris le ofrece (a su pesar) su casa para que se hospede allí. ¿Podéis adivinar qué pasa entre los dos?
El personaje de Boris es ese que hemos visto hasta la infinidad en las películas del director, interpretado (en la mayoría de los casos) por él mismo. La diferencia es que esta vez Boris es mucho más maniático y más propenso a los discursos a los que estamos acostumbrados en estas películas. Es el Woody Allen extremo. Por esto, el director dijo que contrató a Larry David, porque, supuestamente, este tiene "algo" que hace que a la gente le caiga bien, a pesar de sus visibles defectos y falta de humanidad. Esa era la teoría de Allen, pero para mí es tan fallida como esa otra en la que decía que la gente, incluso en Roma, no sabía qué era el "Decamerón". El personaje de Boris agota, es increíble (no en el buen sentido de la palabra) y no hace que desarrollemos la más mínima empatía con él. Sí, en su boca se ponen frases ingeniosas y pensamientos interesantes (marca del director) pero sencillamente, cansan. Igual que agota en sus largas interpelaciones con los espectadores: sus comentarios al público se estiran y estiran, dando lecciones y contándonos cuál es la moraleja de la vida.
La inverosimilitud es un arma de doble filo, y este sería el ejemplo perfecto. Por una parte, a través de situaciones inverosímiles puedes crear momentos sorprendentes y divertidos. Pero por la otra, puede pasar como en "Si la cosa funciona": que se cree en el espectador un sólo pensamiento (el "no me lo puedo creer") que no le deje entrar en la historia ni disfrutarla al máximo. Y esto es lo que pasa cuando vemos a la pareja que hacen Boris y Melody. En una entrevista, Allen dijo que ya no protagonizaba sus películas (y que sólo lo haría en ocasiones puntuales y si encontraba un papel adecuado), porque ahora no es tan divertido. ¿Por qué? Porque no se puede "llevar a la chica". Y desde luego, viendo "Si la cosa funciona" más de uno pensará que el cineasta quiso darse "un homenaje" o algo semejante, teoría que se refuerza si tenemos en cuenta esta relación de alter-ego entre Boris-Allen.
Seguramente, Freud y sus discípulos podrían psicoanalizar a Allen a través de esta película y pasárselo en grande. O por lo menos, quizá podrían explicarnos por qué esta es la segunda película consecutiva en la que aparece, de la nada, un extraño trío amoroso (y digo "trío", no "triángulo"). Dejando a un lado los posibles sueños/ideas raras/perversas que Woody Allen haya podido plasmar en la película, podríamos decir que la palabra que acompaña a cada uno de sus componentes es "demasiado". El personaje de Boris es demasiado plasta; Melody es demasiado ingenua; los personajes de la madre de Melody (Patricia Clarkson) y el padre (Ed Begley Jr.) son demasiado maleables, y cambian completamente de personalidad con una facilidad pasmosa; todo lo que ocurre en la película (y especialmente el final) es demasiado forzado.
No, los elementos no cuadran en el film, al igual que no encaja que un ser humano que odie a la humanidad y que se crea superior al resto de los mortales dé en sus discursos frases profundas que hablen sobre "el amor que puedas dar y recibir" y la felicidad que "puedas proveer (...) si la cosa funciona". Y lo siento, pero no: esta película no funciona.