4 de julio de 2012

'Tres metros sobre el cielo': Y sin embargo, es cine


No sólo de obras maestras vive el cine. Como todo el mundo sabe, las grandes películas que perdurarán en el tiempo como joyas del séptimo arte representan una ínfima proporción en relación al enorme mercado de trabajos audiovisuales. Teniendo en cuenta la enorme subjetividad que rodea este campo, sí que podríamos afirmar que gran parte de los films estrenados cada año en la gran pantalla son olvidables, o incluso, que no merece la pena perder el tiempo con ellos. Por suerte, cada persona tiene gustos diferentes, que hacen que esta norma tenga tantas variantes como espectadores. Por esto, quizá la única afirmación inamovible e invariable es la siguiente: todo es cine. Evidentemente, lo es Psicosis, El Padrino, Viridiana y Centauros del desierto. Pero también, por mucho que a veces no lo queramos reconocer, es cine Scary Movie, Elektra, Torrente y Crepúsculo. Y también es cine la película de la que hoy vamos a hablar.


Quien se dedica a escribir o locutar sobre cine tiene que enfrentarse en muchas ocasiones con largometrajes que no le apetece ver, a los que pondrá mala cara o para los que no es su público objetivo (películas dedicadas a niños o adolescentes), pero que tiene que ver porque, evidentemente, sin visionado no hay opinión (o al menos, eso sería lo lógico). Esto último fue la base para que por fin me decidiera a ver Tres metros sobre el cielo, aprovechando que su secuela, Tengo ganas de ti, se ha estrenado recientemente en los cines. Además, criticar por criticar es demasiado fácil, y a menudo nos deja comentarios superficiales que acaban estando tan manoseados que pierden su sentido. Así que, sin más dilación, comenzamos. Aviso de que va a ser un texto bastante diferente a los que aparecen normalmente en el blog, pero es que la ocasión lo merece.

Fernando González Molina nos presenta esta nueva adaptación de A tres metros sobre el cielo, la popular novela del escritor italiano Federico Moccia, ese hombre que tiene, sospechosamente, demasiadas fotos con gorra y que podéis ver a vuestra derecha. Ya hubo una adaptación previa en el 2004 en su país natal, en el que el propio Moccia se encargó de estar entre los guionistas, para darse el placer de destrozar aún más su propia historia. Con el fenómeno Moccia en auge se puso en marcha un proyecto que no es frecuente en España, realizar un remake, que finalmente vio la luz en diciembre de 2010. María Valverde y Mario Casas, quienes se pusieron en la piel de los protagonistas, fueron otro factor clave para que los adolescentes (y no tan adolescentes) se amontonaran en las salas y dieran un buen empujón a la taquilla española (que se agradece, y mucho, todo sea dicho). Los actores, en general, están bastante correctos en sus papeles. Junto a Valverde y Casas tenemos a Nerea Camacho (Camino), Álvaro Cervantes (El juego del ahorcado), Diego Martín (Amigos) y a Marina Salas (The Pelayos), entre otros. De la parte técnica tampoco diré ninguna palabra en contra. Ni siquiera de su guionista, Ramón Salazar, que realizó una digna adaptación del material del que partía. El problema fundamental de Tres metros sobre el cielo es que de donde no hay, no se puede sacar.

Empecemos presentando brevemente la historia: Babi (Valverde) es una joven de 17 años, de clase alta, alumna modelo en la escuela y que va a fiestas en las que en cualquier momento puede aparecer Isabel Preysler y ofrecerte un Ferrero Rocher. Un día conoce a Hache, al que supongo que llamarán así porque cada vez que abre la boca se le escapa dicha letra de una forma alarmante, alternada entre las consonantes y las vocales quintuplicadas (y por supuesto, mezclando también mAaahYúusCulaaash y MiiihnúSculAaash). El caso es que el tal Hache es todo un "malote", que se la trae todo al fresco y cuya máxima aspiración en al vida es ganar en sus carreras de motos o en las competiciones de "hacer flexiones" (no se me ocurre un nombre técnico para esto). Como es previsible, se enamoran, así que ya os podéis imaginar el contraste. 

La historia se desarrolla desde el punto de vista de los protagonistas, convertidos en una especie de héroes cuyo lema es "tú y yo contra el mundo". Una visión inmadura que hará que muchos adultos y adolescentes con las neuronas bien puestas no logren identificarse con los protagonistas (y ya sabemos que la empatía es una de las condiciones imprescindibles para que el público conecte con los héroes de los relatos). Para poner unos ejemplos, la cosa es algo así como "qué mala es mi madre, que se cabrea conmigo porque ayer me escapé de casa por la noche y gracias a una foto del periódico se ha dado cuenta de que fui a unas carreras ilegales de motos en las que la gente se juega la vida" o "qué mala es mi profesora, que me ha pillado falsificando la firma de mi madre y sabe que el otro día hice pellas y me fui con mi novio a la playa". Que seguramente, si te encuentras en la edad del pavo y en tu fase "los adultos me odian" seguro que está muy bien, pero no creo que vaya más allá.

Pero si hay algo reconfortante de Tres metros sobre el cielo, es que las mujeres podemos estar de enhorabuena, porque la película nos da la prueba de que todavía existen hombres de verdad. Basta ya de falsos Romeos, Hache es un hombre con todas las letras, que muestra un amor auténtico. Nada de bombones o piropos, lo que vale es el amor de "te quiero y eso significa que puedo partirle la cara a quien quieras por ti". ¡Eso sí que es amor del bueno, del sano! La película refuerza estereotipos perjudiciales, imágenes desfasadas en las que cada género tiene un rol al que ajustarse para conseguir la aprobación de "la manada". Por no hablar de el amplio rango de valores que caracterizan a Hache, que hacen que mientras vemos la película podamos diferenciar entre lo que le gusta a Hache (es decir, lo guay, lo cool) y lo que no. Si estuviésemos en la película Amélie podríamos decir que "A Hache le gusta... el allanamiento de morada, el secuestro con chantaje, golpear todo lo que se cruce en su camino cuando está cabreado y conducir la moto sin casco". Vamos, ¡el novio que toda madre querría para su hija! El tema del casco me molestó especialmente; el protagonista no se separa ni un momento de su moto y no le vemos en ningún momento con el casco puesto. Sí, de acuerdo, si se lo pusiera no sería tan cool y se despeinaría, pero este aspecto en concreto me parece que puede repercutir negativamente en los espectadores más influenciables, y las muertes de motoristas por no llevar el casco correspondiente no me hacen nada de gracia. Pero ¡cuidado! Que no es que vaya siempre a lo loco, ¿eh? Cuando está en la cocina, lleva delantal para no mancharse la camiseta. Entre fogones, Hache no se la juega

Tampoco os dejéis engañar por el comentario anterior; eso de que llevase camiseta era puramente accidental. El pobre Mario Casas tiene que tener una cláusula en el contrato que le obligue a deshacerse de su camiseta cada x escenas, o si no, no lo comprendo. Claro que no siempre va a estar sin ropa: también pasa buena parte del film en camiseta interior, cosa que sólo se le debería permitir a Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo. A pesar de esto, Hache no es sólo un cuerpo: tiene labia. Si el personaje existiese en la realidad, seguro que cada vez que hablase bajaría la prima de riesgo (y subiría el pan,  que también). Nuestro héroe puede convencer a cualquiera de lo que sea con alguna frase profunda que ni el profesor Keating en El club de los poetas muertos. Ya lo podréis comprobar al principio y al final de la película, cuando escuchéis los esplendorosos mini-monólogos que se marca, de los que os dejo un fragmento: "Ya no hay vuelta atrás, lo sientes. Y justo entonces intentas recordar en qué momento comenzó todo, y descubres que todo empezó antes de lo que pensabas. Mucho antes... Y es ahí, justo en ese momento, cuando te das cuenta de que las cosas solo ocurren una vez...." O la que es mi frase-profunda favorita: "De repente aparece alguien que te dice que tranquilo, que aflojes, y cuando aflojas te das cuenta de las cosas"¡Capitán, oh mi capitán!

Y os estaréis preguntando: "¿Qué pasa, que no hay nada bueno en la historia?" Supongo que sí, para ciertas personas, pero yo no me siento capacitada para distinguirlas entre todas las joyas que nuestro amigo Hache nos va dejando por el camino. "Pero por lo menos, los personajes tendrán un arco de transformación, crecerán y evolucionarán, ¿no?", aventuraréis insistentemente. Siento decepcionaros, pero lo más cercano a un arco de trasformación que vais a ver en la película es el proceso de cambio de Babi, que pasa de ser una niña mona que contesta a los comentarios descarados con un agudo: "¡Cretino!" a pegarse con las "más malotas del barrio", al grito de: "¡La próxima vez te mato, p***!". Eso sí, incoherencias de los personajes, para dar o tomar, comenzando por la del final del film [ahí va un SPOILER, aunque ya os digo que tampoco pasa nada si lo leéis y no habéis visto la peli], cuando a Hache le da el venazo y dice, de repente, que ¡se va a Londres a trabajar! Que no está nada mal, teniendo en cuenta que la decisión más importante que habrá tomado este hombre seguramente es si quería churros o porras con el chocolate del desayuno [fin de SPOILER].

Habiendo dicho todo esto, ¿película recomendable? ¡Por supuesto que sí! Ved la película y llorad, reid, criticad o haced lo que os venga en gana. Muchos se quedarán con la parte romántica del largometraje (que la hay, aunque haya pasado de puntillas por ella), desearán estar en la piel de Hache o Babi y lo incluirán dentro de su lista de films favoritos, al lado de Un paseo para recordar. El resto tendremos que conformarnos con alegrarnos porque Tres metros sobre el cielo y Tengo ganas de ti están haciendo un favor muy grande (económicamente) al cine español. Porque aunque nos pese... esto también es cine. 

29 de junio de 2012

El cine es cosa de hombres

Hagamos pequeño experimento. Pensad cinco películas que hayáis visto recientemente en las que la protagonista sea una mujer. Ahora mencionad el nombre de cinco directoras. Con un poco de suerte, habréis podido encontrar las respuestas en poco tiempo. Si, por el contrario, habéis tardado demasiado o sencillamente no se os ocurren, tendremos otra prueba más de lo evidente: a pesar de que nos encontramos en el año 2012, la visibilidad de las mujeres en el mundo del cine deja mucho que desear.

Un informe de la Universidad de San Diego ha vuelto a poner recientemente el tema de la diferencia entre hombres y mujeres encima de la mesa. La publicación, llamada It's a Man's (Celluloid) World, ha analizado las 100 películas más taquilleras en los Estados Unidos del 2011, llegando a la conclusión de que las mujeres han estado “dramáticamente infra-representadas”. El dato más chocante es que en sólo el 11% de los casos una mujer ha sido la “protagonista claramente identificable” de un film, frente al 78% de las veces en las que los hombres se han hecho con el rol principal (el porcentaje restante, un 11%, se refiere a un protagonismo compartido entre ambos sexos). Además, el informe revela que los hombres son los que habitualmente acaparan los papeles de líderes y que las mujeres suelen representar a personajes más jóvenes. Unos resultados que tal vez pasarían desapercibidos si no los viésemos reflejados en cifras. Estamos acostumbrados a ver una y otra vez a las mujeres representando los mismos roles en la gran pantalla y, en bastantes ocasiones, que una mujer sea la protagonista de una película incluye a la obra automáticamente en esa categoría del imaginario colectivo llamada “cine de chicas”. Un ejemplo de ello son las denominadas “comedias románticas”, donde hay un alto índice de protagonistas femeninas.

La huella de los prejuicios
Por supuesto, hay excepciones. Uno de los fenómenos del año pasado fue La boda de mi mejor amiga, dirigida por Paul Feig. Kristen Wiig encabezaba un reparto predominantemente femenino, que rompía estereotipos y dejó constancia de que las mujeres también pueden hacer comedia que guste a ambos sexos. El film llevaba el sello de Judd Apatow, quien también está detrás de largometrajes que normalmente muestran el punto de vista masculino (Superfumados, Virgen a los 40, Paso de ti). Por ello, cuando los medios de comunicación se hicieron eco del éxito de La boda de mi mejor amiga no dudaron en interrogar a Apatow sobre la relación entre las mujeres y la comedia. “Nunca he entendido por qué hay duda sobre si las mujeres son tan graciosas como los hombres”, declaró en la CNN, mientras que en una entrevista para The New York Times afirmó que él “no distingue entre comedias para un sexo o para otro, sino que sólo entre las divertidas y las que no lo son”. Respuestas que a priori son obvias, pero que parecen oponerse a gran parte de la cultura cinematográfica que poseen los espectadores.

Y si en el terreno de la comedia hay unos prejuicios evidentes, en las películas de acción es donde la desigualdad alcanza su máximo exponente. O al menos, hasta ahora. La película Los Juegos del Hambre ha traído esperanzas al sector de ver más películas de este género protagonizadas por mujeres. El film, que no ha parado de romper récords en la taquilla, está basado en la novela homónima de Suzanne Collins y Katniss (Jennifer Lawrence), su protagonista, podría abrir las puertas a más roles de heroínas. Josh Whedon, director y guionista de Los Vengadores, es una de las voces que han apoyado esta teoría: “Los estudios siempre dicen: “Una mujer no puede encabezar una película de acción”. Después de Los Juegos del Hambre puede que no lo digan tanto. Pienses lo que pienses sobre la película, ha prestado un gran servicio”, afirmaba en una entrevista a Entertainment Weekly. En ella también resaltaba el impacto que podría tener en este sentido su película, en la que encontramos a Scarlett Johansson interpretando a la Viuda Negra. La propia actriz reconocía que todavía hay que estar “luchando contra la marea” porque se han rodado una gran cantidad de películas de superheroínas que, simplemente, no están bien hechas.

Directoras invisibles
Detrás de las cámaras la situación no es, ni mucho menos, mejor. La escasa visibilidad de las directoras es alarmante y se refleja con más énfasis en los grandes eventos cinematográficos. En el año 2010, Kathryn Bigelow hizo historia al convertirse en la primera directora en ganar el Oscar, gracias a su película En tierra hostil. A lo largo de más de 80 ediciones, sólo otras tres mujeres más habían conseguido estar nominadas en la categoría de Mejor dirección (Sofía Coppola, Jane Campion y Lina Wertmüller). A pesar de que ella intenta dejar claro que se ve como una cineasta, y no como una mujer-cineasta, Bigelow todavía no se ha deshecho de la etiqueta de “directora que hace cine masculino”, debido a la temática de sus películas. En España, a estas alturas también sigue habiendo “pioneras”. Sin ir más lejos, este año Josefina Molina se ha convertido en la primera directora en obtener un Goya honorífico, premio que ya habían recibido previamente muchos de sus compañeros, como José María Forqué, Juan Antonio Bardem o Mario Camus.

Méritos que, aunque son trascendentales, pierden brillo al contrastarlos con los desoladores datos del estudio (también de la Universidad de San Diego) que demuestra que sólo el 5% de los directores de las películas más taquilleras durante el 2011 son mujeres. Y lo que es peor, este porcentaje no ha parado de descender: en 1998 el número de directoras doblaba a la cifra actual. De la misma forma, hace unos meses Icíar Bollaín y Gracia Querejeta mostraron en el Festival de Cine de Cuenca “Mujeres en dirección” su preocupación por la progresiva desaparición de las mujeres en la profesión y en las escuelas de cine.

A pesar de que existen iniciativas que tratan de paliar estas diferencias, está claro que la industria cinematográfica tiene todavía muchas tareas pendientes, y las mujeres, tanto delante como detrás de las cámaras, muchas barreras por romper. Para finalizar, aquí dejamos una reveladora última pregunta: ¿Sabéis cuál es el número de películas de la Sección Oficial de Cannes de la pasada edición dirigidas por una mujer? Cero.

Publicado en: www.puntoencuentrocomplutense.es

27 de junio de 2012

'Moonrise Kingdom': El verano de la inocencia

La nueva obra de Wes Anderson llega a nuestras pantallas para demostrarnos que las buenas críticas que cosechó en el Festival de Cannes, en la que fue película inaugural, no fueron gratuitas. En esta ocasión, el original cineasta nos lleva a un escenario veraniego con aire vintage en el que una joven pareja de preadolescentes pondrá patas arriba la monotonía de la isla en la que viven.


"Moonrise Kingdom" pretende, como ha explicado su propio director, reflejar cómo es el amor (o lo que se cree que es el amor) en la infancia. El guión, escrito a cuatro manos entre el propio Anderson y Roman Coppola, consigue dar en el clavo para mostrar la inocencia de los primeros amores, sin las complicaciones del mundo de los adultos y con unas prioridades bastantes más claras. Como suele ser habitual, las tornas se vuelven y nos encontramos en un mundo en el que los niños se muestran maduros y se comportan como lo haría un adulto y los adultos son impulsivos y actúan como niños. Todos ellos, tanto grandes como pequeños, crean un amplio rango de personajes variopintos y, sobre todo, muy divertidos. Entre el reparto encontramos al actor fetiche por excelencia del director (con el permiso de Owen Wilson), Bill Murray. En esta ocasión pasa bastante desapercibido en su correcto pero algo arrinconado papel. Los roles de Bruce Willis y Frances McDormand son los que se contraponen con la pareja de niños protagonista y nos muestran ese contraste entre el amor en la infancia y el amor en la madurez. Mención aparte merece Edward Norton, hilarante como cabecilla de los Boy Scouts. En cuanto a los niños, se agradece su naturalidad a la hora de actuar, tanto por parte de los dos actores principales, Kara Hayward y Jared Gilman, como de aquellos que realizan papeles secundarios.


Los gags están perfectamente medidos, con un humor que sigue la línea habitual de Anderson. Se consigue el equilibrio perfecto entre la ternura de la infancia y aspectos más cómicos, añadiendo pequeñas (y efectivas) dosis de surrealismo como hilo conductor. Una capa exterior que oculta un contrapunto amargo, la situación de rechazo y abandono que sufren los niños protagonistas y que son la semilla de su rebeldía. El ritmo se mantiene de principio a fin y la película no decae en ningún momento. El film acaba transmitiendo las mismas sensaciones que el verano que muestra en pantalla: es luminoso, agradable, hace que el tiempo se nos pase volando, cuando termina nos deja con ganas de más y cuando lo recordamos, lo hacemos con una sonrisa.

Los seguidores de Anderson no saldrán decepcionados con la que posiblemente sea la mejor obra del director. Todo un soplo de aire fresco en la taquilla, que se convierte en el primer estreno imprescindible de este verano.

Publicado en www.puntoencuentrocomplutense.es

21 de mayo de 2012

'Matar a un ruiseñor': En el nombre de Rosa Parks

Atticus Finch, un abogado del sur de los Estados Unidos, enseña a sus hijos la lección que su padre le transmitió cuando era joven: matar a un ruiseñor es pecado, porque ellos no nos causan ningún mal y lo único que hacen es deleitarnos con su canto. Casualidades de la vida, ahora Atticus tiene que luchar para defender a un indefenso ruiseñor que ni canta ni vuela. Se trata de Tom Robinson, un hombre negro acusado de violar a una chica del pueblo.


La escritora Nelle Harper Lee narró esta historia en 'Matar a un ruiseñor', novela que le valió un premio Pulitzer. Dos años más tarde, en 1962, el director Robert Mulligan la llevó al cine con el guión de Horton Foote y con un reparto encabezado brillantemente por Gregory Peck. El actor llegó a confesar que su rol como Atticus fue el favorito de su trayectoria, y no nos sorprende. El personaje protagonista sería un regalo para cualquier actor, aunque no todos habrían conseguido una interpretación como la de Peck, que nos mostró a un hombre de apariencia fría pero cuyos valores y actitud conmueven y llevan a la reflexión del espectador. Un trabajo que le hizo ganar el Oscar, uno de los tres que obtuvo el film (los otros dos galardones fueron los de Mejor dirección artística y Mejor guión adaptado).

'Matar a un ruiseñor' tiene como telón de fondo uno de los mayores lastres de la historia de los Estados Unidos: el problema del racismo. Durante años, la población negra ha sido víctima del rechazo y la marginación, e incluso hoy en día no podemos decir que esto ha acabado. La lucha por la igualdad ha sido una de las grandes tareas pendientes del país durante el siglo XX. Una meta para la que se avanzó lentamente, a través de leyes que en la práctica no tenían repercusión. La justicia fue uno de los campos en los que también se notó la desigualdad; muchas sentencias fueron establecidas porque importaba más el color de la piel que los hechos reales y las pruebas. El personaje de Tom Robinson (interpretado por Brock Peters) nos traslada a este contexto y nos muestra un reflejo de la irracionalidad y crueldad de la que puede ser capaz el ser humano. El odio y el miedo al diferente caminan de la mano a lo largo del film, algo a lo que se tendrán que enfrentar los hijos de Atticus, Scout (Mary Badham) y Jem (Phillip Alford).


La historia está contada a través de los ojos de la niña, Scout. Una mirada inocente que, a la vez que busca su propia madurez, nos descubre lecciones aplicables a sus mayores. Como ocurre tantas veces, la mente de los niños, libre de ideas preconcebidas, nos ayuda a quitarnos los prejuicios y a ver la realidad con un enfoque diferente y sincero. Quien haya visto la película seguro que guarda en su memoria la secuencia del juicio de Tom. Aunque tiene una duración considerable, la maestría con la que el personaje de Atticus domina la situación hace que sea uno de los mejores momentos de la historia del cine desarrollado en un juzgado (lista en la que también encontraríamos a 'Testigo de cargo', de Billy Wilder, y '12 hombres sin piedad', de Sidney Lumet, por nombrar un par de ellas). El final del juicio nos ofrece el que es, sin duda, el momento más emocionante del largometraje, el cual, obviamente, no desvelaremos aquí. En definitiva, una joya cinematográfica que en 2012 cumple medio siglo con una salud envidiable.
Publicado en www.ecartelera.com

11 de febrero de 2012

'Los descendientes': El duelo en el paraíso

A priori, Hawái parece el lugar menos adecuado para situar un drama cinematográfico. Alexander Payne, en su película "Los descendientes", nos saca de nuestro error desde las frases del inicio de la película: "Mis amigos de la parte continental creen que sólo porque vivo en Hawái vivo en el paraíso. Como en unas vacaciones permanentes. Bebiendo Mai Tai todo el día, meneando las caderas y cogiendo las olas. ¿Están locos? ¿Creen que somos inmunes a la vida? ¿Cómo pueden pensar que nuestras familias tienen menos defectos, nuestro cáncer es menos mortal, y nuestros ataques al corazón son menos dolorosos? Yo no me he subido a una tabla de surf en 15 años. Durante los últimos 23 días he vivido en un paraíso de agujas, bolsas de orina y tubos traqueales. ¿Paraíso? El paraíso se puede ir a la mierda".


Matt King (George Clooney) y sus hermanos son los descendientes de una antigua princesa hawaiana. Como herencia, poseen un trozo de isla que tendrán que vender en el plazo de cinco años, debido a la instauración de la nueva "regla anti perpetuidad". Al ser el administrador, Matt es el que lleva más responsabilidad sobre sus hombros, y será el encargado de tomar la decisión final que establezca a quién le venden el terreno. Pero estas preocupaciones pasarán a un segundo plano debido a un incidente que trastocará por completo su vida: su mujer ha tenido un accidente y está en coma.

"Los descendientes" es lo que podríamos llamar "un drama familiar", y por encima de todo, es una película sobre el duelo. Tras el accidente, Max tendrá que quedarse a cargo de sus dos hijas, de 10 y 17 años, unas hijas con las que nunca ha pasado tiempo realmente. Esto, que parece un punto de partida de una tv movie mediocre, da pie a un film en el que la tragedia permanece como telón de fondo, pero con la que la comedia se funde constantemente. Se agradece que no se haya caído en los típicos clichés, tanto a la hora de mostrar a las hijas, que no son las "típicas adolescentes" repelentes que hallamos en otros films, como a la hora de retratar Hawái, por lo que la película no se convierte en un folleto turístico que nos incita a volar hasta las islas.


El guión, firmado por Nat Faxon, Jim Rash y Alexander Payne -basado en la novela de Kaui Hart Hemmingo- va trazando un magnético personaje protagonista, que ahonda en su dolor de una manera casi morbosa, para conseguir su redención. George Clooney está en el que puede ser el papel de su carrera, y se rodea de unos secundarios que están a la altura, comenzando por las actrices que hacen de sus dos hijas, Shailene Woodley y Amara Miller, continuando con Nick Krause, Matthew Lillard y Judy Greer y terminando por Robert Forster. Este último no pasa mucho tiempo en pantalla y casi pasa desapercibido entre el reparto, pero nos deja algunos de los momentos más amargos de toda la película. Todos los intérpretes nos brindan excelentes interpretaciones y frases divertidas y memorables.

Los Globos de Oro que ganaron el mes pasado fueron el reflejo en el espejo de los de "The Artist": ambos ganaron los premios a Mejor película y Mejor actor principal, sólo que uno lo hizo en la categoría dramática y otro en la de comedia o musical. Puede que el 26 de febrero la Academia de Cine estadounidense reconozca ya no sólo el papel de Clooney en esta película, sino todo su trabajo como uno de los estandartes del cine norteamericano, al igual que pasó en el 2007 con Martin Scorsese.


"Los descendientes" tiene toda la pinta de ser una de las mejores películas del 2012, y eso que se estrenó el 20 de enero en España y todavía quedan muchos meses por recorrer. Y aunque no acabe siéndolo, sí que es desde el primer momento un largometraje de visionado obligatorio, que nos demuestra que también se pueden hacer grandes historias partiendo de una base de cotidianidad. Aunque sea entre chanclas, bermudas y camisas hawaianas.

3 de febrero de 2012

'Moneyball': The unfair game

El béisbol, ese deporte que tanto gusta en los Estados Unidos y que aquí no acabamos de entender del todo. Probablemente, el conocimiento que tenemos la mayoría de nosotros del béisbol está forjado por todas las películas que hemos devorado en las cuales aparece este deporte. ¿Quién no ha visto alguna vez a ese niño que espera ansiosamente a que su padre venga a verle a un partido? Todo un clásico. La película "Moneyball: rompiendo las reglas", que se estrena hoy en los cines de España, es otra de estas películas que hablan de uno de los deportes estadounidenses por excelencia.


Dirigida por Bennett Miller, "Moneyball" está basada en una historia real, centrada en Billy Beane, el manager de los A's de Oakland. Para la nueva temporada, Beane decide poner en marcha un nuevo sistema de fichajes para reorganizar el equipo: no se dejará llevar por la fama de los jugadores ni por los grandes nombres, sino que buscará talentos ocultos o infravalorados. En vez de buscar a unos cuantos jugadores a los que se les considere como "los mejores", se basará en la búsqueda de un equipo que dé buenos resultados en su conjunto. Para ello, se ayuda de un método estadístico que determina el valor real de los jugadores.

En algunos medios se afirma que no hace falta ser un fan del béisbol para disfrutar de "Moneyball". Eso es cierto, pero también es verdad que es una película que se disfruta plenamente si se conoce algo de este mundo o, al menos, si se tiene pasión por el deporte. Evidentemente, esta película llegará más al público estadounidense y a los seguidores del béisbol. Los hechos se sitúan en un período muy reciente (2001) y el film está lleno de momentos basados en charlas sobre las virtudes de ciertos deportistas, su juego, relaciones con otros equipos... con lo que alguien que sea ajeno totalmente a este mundo puede sentirse despistado en algún momento.


Sin embargo, como ocurre con todas las películas, "Moneyball" está basada en valores universales, lo que hace que podamos seguir el film y meternos en él. Puede que no conozcamos los nombres de David Justice, Scott Hatteberg o Art Howe, pero sí conocemos lo que es la pasión por el deporte, el riesgo, el fracaso, la frustración y la constancia. Y precisamente por esto, la obra de Miller está abierta para todos públicos.

Uno de los elementos de la película que harán que todo tipo de espectadores acudan a verla tiene nombre propio: Brad Pitt, que realiza el papel del manager. Está claro que es un intérprete que puede hacer maravillas: atrae a miles de personas amantes del cine comercial a las salas de "El árbol de la vida", convierte (casi) todo lo que toca en película nominada en las galas de premios... Pitt es un estupendo actor cuyo talento interpretativo queda parcialmente oculto -no para todas las personas, obviamente- tras su eterna imagen de rompecorazones, al igual que su amigo Clooney. En "Moneyball" es omnipresente, el protagonista absoluto, como se puede entrever en el póster promocional. Jonah Hill y Philip Seymour Hoffman (este último en menor medida) le acompañan. Brad Pitt y Jonah Hill han sido nominados a los Oscar de este año por sus interpretaciones, aunque con toda probabilidad se irán con las manos vacías. Lo mismo ocurrirá en su candidatura como Mejor película. Además, tiene otras tres nominaciones (Sonido, montaje, guión adaptado).


Precisamente, lo mejor de la película es esto último, su guión, una adaptación de la novela "Moneyball: El arte de ganar un juego injusto", de Michael Lewis. Se nota la presencia de Aaron Sorkin, quien también firmó el guión de "La red social", ya que los aires del film recuerdan ligeramente a la historia del creador de Facebook. El otro autor del libreto es Steven Zaillian, guionista de películas tan reconocidas como "La lista de Schindler" y "American Gangster".

"Moneyball" es un ejercicio interesante para analizar los entresijos del deporte (en general, ya no sólo el béisbol) y el concepto de ganadores y perdedores, dejándonos una reflexión sobre el riesgo y sus consecuencias. Que nadie se espere la típica película yanqui de béisbol, porque este largometraje va más allá. Aún así, tratar con solemnidad y como una cuestión trascendental un deporte puede despertar indiferencia a más de uno, con lo que el mensaje perderá su brillo. De esta forma, "Moneyball" encuentra su peor enemigo en los momentos finales, en los que podemos llegar a preguntarnos: ¿Y a mí, qué?

30 de enero de 2012

'The Artist': Please, be silent behind the screen

¿Una película francesa, muda y en blanco y negro, en boca de todos los cinéfilos? "The Artist", del director Michael Hazanavicius, ha logrado romper todas las barreras. La película, estrenada en el Festival de Cannes de 2011, no para de cosechar reconocimientos, nominaciones y galardones en la temporada pre-Oscar, y es una de las grandes favoritas en los premios de la Academia de Hollywood de este año. Con tres Globos de Oro bajo el brazo (incluyendo el de Mejor película: Comedia o musical), "The Artist" se prepara para la gran noche del 26 de febrero, en la que está nominada en diez categorías. Sólo "La invención de Hugo", de Martin Scorsese, se encuentra por encima, con once candidaturas.


"The Artist" nos cuenta la historia de George Valentin, un exitoso actor de cine mudo (interpretado por Jean Dujardin) que ve cómo su mundo se viene abajo con la aparición del cine sonoro. Mientras, Peppy Miller (Bérénice Bejo), una fan de Valentin aspirante a actriz, intenta hacerse un hueco en este nuevo universo. La idea del argumento no es nueva: la transición entre el cine mudo y el sonoro ya se había tratado en películas como "Cantando bajo la lluvia" y "El crepúsculo de los dioses". Este film nos sumerge en la parte más amarga de esta transición, y al igual que hizo Billy Wilder con el personaje de Norma Desmond, Hazanavicius (también guionista) se centra en un personaje melancólico, impotente y derrotado, pero que a la vez es orgulloso e incapaz de adaptarse a los cambios. George Valentin encarna a todas aquellas estrellas del cine mudo que de un día para otro se vieron excluidas del nuevo mercado laboral. Pero no todo es nostalgia, porque la película está llena de guiños cómicos y momentos entrañables. El perro Uggie se convierte en el "robaescenas" por excelencia de la película, y Bérénice Bejo da el contrapunto al personaje de Dujardin, proporcionando a "The Artist" luminosidad y sonrisas. Intérpretes secundarios como John Goodman, James Cromwell y Missi Pyle completan el cuadro.


A pesar de ser francesa, el film ha conseguido camuflarse y colarse entre las películas estadounidenses, consiguiendo así la misma atención en las entregas de premios que contrincantes como "Moneyball" o "Criadas y señoras", sin ser relegada a la categoría de "Mejor película de habla no inglesa", donde se encuentran largometrajes que no logran alcanzar el mismo prestigio que las nominadas a la categoría principal, cuidada con recelo. Es una película que a día de hoy se presenta como original, está rodada en Los Ángeles y huele a Hollywood. Su formato la convierte en una perfecta carta de amor hacia el séptimo arte, y esto puede convertirse en una ventaja en la carrera hacia el Oscar. Jean Dujardin, merecedor del galardón como Mejor actor principal por su gran actuación, lo tendrá difícil, ya que se tendrá que ver las caras con George Clooney, quien ha conquistado a la crítica con "Los descendientes". Por otra parte, Bérénice Bejo se ha quitado de en medio a una de las favoritas de la noche, Meryl Streep, ya que está nominada como Mejor actriz de reparto y no protagonista. Ahora Octavia Spencer se perfila como la rival a batir.


Lo mágico de "The Artist" es que acercará el cine mudo a muchos espectadores que hasta entonces no se sentían atraídos por nombres como Buster Keaton, F.W Murnau o Charles Chaplin. El film respeta las convenciones del género (el formato de pantalla se ha visto reducido, contamos con la presencia de intertítulos...), pero en ocasiones se utilizan pequeñas "trampas", es decir, se recurre al sonido en situaciones muy puntuales para jugar con la trama. Por esto, es necesario decir que no hay que ver la película como una obra más de los años 20, sino como como un film que utiliza una forma distinta para narrar una historia, y sobre todo, como un homenaje a las películas y estrellas de las películas anteriores al cine sonoro. Comparar "The Artist" con una película muda de principios de siglo y señalar así las carencias del film de Hazanavicius sería un error. El director ha llegado a afirmar que lo único malo del cine sonoro fue que mató por completo al cine mudo, pero que podíamos haber tenido ambos, y quizá esto es lo que haya conseguido esta película.


Quién sabe si ahora el film supondrá una resurrección de las películas de cine mudo, como pasó con "Moulin Rouge" y los musicales. De momento, tenemos pendiente el estreno de la "Blancanieves" de Pablo Berger, un largometraje español mudo y en blanco y negro que lleva años gestándose y que está protagonizada por Maribel Verdú. Aunque sea bastante improbable, ¿no sería irónico que ahora, con el auge -y a la vez, decadencia- de las películas en 3D, volviésemos a las raíces del cine?

16 de enero de 2012

Pan negro, azúcar rojo

Tras conocer los nominados a los Goya de este año, vamos a recordar a la gran ganadora de la gala pasada: "Pa negre", de Agustí Villaronga. Situada en la posguerra, concretamente en el año 1944, la película nos muestra la realidad de una zona rural a través de los ojos de un niño. Todo comienza cuando un hombre del pueblo y su hijo son asesinados. El niño protagonista, Andreu (Francesc Colomer) ve como su padre (Roger Casamajor) se convierte en el principal sospechoso del crimen, un crimen del que sólo tiene una pista: la palabra "pitorliua", que dijo uno de los fallecidos justo antes de morir.


Aunque muchos se quejen de la (supuesta) acumulación excesiva de películas de la Guerra Civil y la posguerra, esto no deja de ser un contexto para el desarrollo de nuevas historias. Aunque algunas de estas se centren en mostrar las peculiaridades y condiciones de vida en estos periodos, "Pa negre" pone el centro de su atención en el conflicto familiar y utiliza la descripción de la posguerra de una forma más discreta. El misterio que gira alrededor del asesinato y los secretos de la familia de Andreu son los culpables de que la trama se vaya desarrollando, mientras que nosotros vamos desvelando estas incógnitas al mismo tiempo que lo hace su protagonista.

La película se convirtió en la inesperada triunfadora de la noche, y se llevó 9 premios de los 14 a los que optaba, entre ellos los dos más ansiados: los de Mejor película (la primera vez que una película de habla catalana se lleva este premio) y Mejor dirección. El trabajo del estupendo reparto se llevó todos los galardones relacionados con la interpretación, excepto los de Mejor actor principal (categoría en la que "Pa Negre" no estaba nominada) y Mejor actor de reparto, que dejó a Sergi López como el único intérprete del film que se fue con las manos vacías.


Los niños Francesc Colomer y Marina Comas consiguieron los premios de Mejor actor y actriz revelación, convirtiéndose así en los últimos menores que ganan este premio. Recordamos que, según la nueva normativa de la Academia de Cine, habrá que tener 16 años cumplidos para optar al Goya. Laia Marull consiguió su tercer galardón, esta vez como Mejor actriz de reparto, e consiguió hacer pleno, ya que en las ocasiones anteriores consiguió el de Mejor actriz revelación, con "Fugitivas" en el año 2001, y el de Mejor actriz protagonista, por su estupenda actuación en la película "Te doy mis ojos". Por último, Nora Navas, que interpreta a la madre de Andreu, se alzaba con el galardón como Mejor actriz protagonista. También ganó los premios a la Mejor fotografía, Mejor guión adaptado y Mejor dirección artística.

Ahora, "Pa negre" está metida en la carrera hacia los Oscar, y el día 24 de enero, cuando conozcamos los nominados a estos premios, sabremos si ha podido superar al resto de aspirantes a conseguir el galardón como Mejor película de habla no inglesa. La obra de Villaronga logró esquivar a "La piel que habito", de Pedro Almodóvar, y "La voz dormida", de Benito Zambrano para alzarse como la representante española, pero va a ser complicado colarse entre las candidatas definitivas. Para dar su apoyo a la película, ha salido a la luz el vídeo "Good luck 'Black Bread'", en la que personajes de campos tan variados como Isabel Coixet, Mario Vargas Llosa, Gerard Piqué o Rafael Amargo aportan su granito de arena y desean buena suerte al largometraje. Os dejamos con el vídeo:



ACTUALIZACIÓN: El miércoles 18 de enero se ha dado a conocer que "Pa negre" no ha pasado la siguiente fase y no se queda entre las 9 películas preseleccionadas. ¡Otro año será!