29 de septiembre de 2013

El Festival de Cine de Madrid – PNR celebra su 22ª edición

El próximo martes 1 de octubre arranca el Festival de Cine de Madrid – PNR, en la que será su 22ª edición. Como viene siendo habitual, este festival, organizado por la Plataforma Nuevos Realizadores, será toda una oportunidad para disfrutar de las obras de cineastas emergentes. Los trabajos se dividirán en tres secciones oficiales: largometrajes, cortometrajes y socios PNR, en la que se presentan cortos realizados exclusivamente por socios de la plataforma.


En la sección de largometrajes, cinco películas serán las que se enfrenten para conseguir el máximo galardón. En la pasada edición, Ali, de Paco R. Baños, se alzó con el premio, y este año están en la competición La reina de tapas, de Daniel Diosdado, Los increíbles, de David Valero, Marhaba, de Sergi Cervera, Otel•lo, de Hammudi Al-Rahmoun Font, y Casting, dirigida por Jorge Naranjo y ganadora de las Biznagas de plata a la mejor actriz y actor de reparto en el pasado Festival de Málaga, por el trabajo de su elenco femenino y masculino. La exhibición de cada una de las películas vendrá acompañada por un coloquio. En cuanto a los cortometrajes, serán 30 los que rivalizarán para suceder a Desayuno con diadema, el corto de Óscar Bernácer que triunfó en esta categoría el año pasado.

La sala Berlanga será el corazón del festival y el lugar en el que se proyecten los trabajos de las diferentes secciones oficiales. La entrada a todos los pases es gratuita hasta que se complete el aforo. Además, de forma paralela se desarrollarán diferentes actividades en otras sedes. El cine Doré acogerá un ciclo homenaje a Javier Aguirre, mientras que la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense abrirá las puertas a nuevas formas de hacer cine con la sección “Experimenta – nuevo cine”. Por otro lado, en la Escuela Universitaria de Artes y Espectáculos (TAI) se celebrará un debate el viernes 4 alrededor de la industria del cortometraje. Además, el festival también tiene un hueco reservado para los más pequeños, que podrán asistir a las sesiones infantiles que la Sala Berlanga tiene preparadas para ellos durante el fin de semana.

El festival se cerrará con una gala de clausura el domingo 6, en la que se desvelarán los nombres de los ganadores. La programación y toda la información sobre el festival se puede consultar en la web www.festivalcinepnr.com.

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25 de septiembre de 2013

7 artes, 7 películas: La arquitectura con 'Metrópolis'

Fue el último en llegar y, sin embargo, permanece en un lugar de excepción entre todas las artes. El cine apenas cuenta con algo más de un siglo de historia, pero su juventud no ha impedido que esté a la altura de sus hermanas mayores, e incluso que funcione como un compendio de todas ellas. Entre todas las obras que encontramos a lo largo de la historia del cine destacan algunas que son un auténtico homenaje a las artes, en las que estas son el motor del largometraje. Por ello, hemos hecho una selección de siete películas, las cuales captan la esencia de una de las siete artes. Y comenzamos con la arquitectura, cuya relación con los fotogramas no podemos explicar sin hablar de Metrópolis, la obra maestra de Fritz Lang estrenada en 1927.  



Ensalzada como una de las películas cumbre del cine mudo, Metrópolis está rodeada de cifras astronómicas que la convierten en una superproducción de su época: más de año y medio de rodaje, 610.000 metros de película, más de 30.000 extras y un coste de seis millones de marcos, que sobrepasaron la cifra prevista inicialmente, de un millón y medio. Números que aumentan la leyenda del film, pero de los que no se puede hablar con exactitud, ya que años después de la muerte del director salió a la luz una entrevista que Lang había concedido a Lloyd Chesley y Michael Gould, en la que afirmaba que muchos de estos datos no eran ciertos y señalaba que se habían escrito muchas mentiras alrededor de su obra. Así, indicaba que el número de extras rondaba los 300, y que los costes estuvieron condicionados por la inflación de la época.

Metrópolis se sitúa en un escenario futurista, sin duda uno de los puntos fuertes del film. Lang era hijo de arquitecto y él mismo comenzó sus estudios en este campo, que más tarde abandonaría por la pintura. La arquitectura de la ciudad de Metrópolis refuerza el mensaje de la historia y condiciona su desarrollo. En la superficie encontramos enormes rascacielos, donde viven las clases acomodadas, mientras que los obreros se hallan en las profundidades de la ciudad, en el subsuelo, invisibles a los ojos de la clase superior. Mientras que los ciudadanos de la superficie pueden disfrutar de instalaciones como bibliotecas, jardines y teatros, los obreros de las profundidades se dedican a trabajar sin descanso, en un ambiente claustrofóbico que contrasta con la majestuosidad del exterior.

La concepción de la ciudad es una pista de la dualidad que persigue el film, en el que se contrapone lo humano y lo artificial, el obrero y el empresario. Una dualidad entre la que se querrá mantener el equilibrio, ya que como se nos dice desde el principio, “el mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón”. En este caso, dicho mediador es el protagonista, el hijo de Joh Fredersen, señor de Metrópolis, que abre los ojos ante la problemática social cuando se encuentra con María, una mujer de clase obrera que predica la igualdad y el entendimiento entre los ciudadanos tanto de uno como de otro lado.

Para rodar los planos que inmortalizan la ciudad se hizo uso de maquetas. También se empleó el llamado “proceso Schüfftan”, una técnica que permite, mediante un espejo, dar la sensación de que los actores se encuentran dentro de decorados, que en realidad son maquetas a menor escala. Entre el escenario futurista también encontramos las huellas del Gótico, como en la catedral en la que se desarrollan las escenas finales. Pero si hay que resaltar un edificio de entre todos los de la ciudad, sin duda este sería la llamada “Torre de Babel”, en la que vive el señor de Metrópolis, y que constituye una de las referencias bíblicas que podemos encontrar en el relato. El resultado final contribuyó a asentar la idea que tenemos en el imaginario colectivo de lo que sería una “ciudad del futuro”, y convirtió a Metrópolis en uno de los principales referentes del cine de ciencia ficción. Posteriormente influiría fuertemente en largometrajes como Blade Runner, de Riddley Scott.

En el año 2008 se descubrió en Argentina una copia del film con metraje perdido, que los exhibidores alemanes habían recortado en el momento de su estreno. La restauración de la cinta ha ampliado la duración de Metrópolis hasta los 150 minutos. Una buena excusa para revisitar uno de los clásicos imprescindibles del séptimo arte. 

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24 de septiembre de 2013

El 7º en corto: 'Traumalogía', de Daniel Sánchez Arévalo

"Las familias felices son todas iguales. Cada familia infeliz es infeliz a su manera". Esta cita de la novela Anna Karenina, de Tolstoi, acompaña al cortometraje Traumalogía, de Daniel Sánchez Arévalo. Rodado en 2007, después del estreno del director en la gran pantalla con Azuloscurocasinegro, esta pieza es la base de La gran familia española, y una prueba más de la atracción que siente el cineasta por esas bodas que no salen del todo bien.  



Entre el reparto podemos ver a intérpretes como Antonio de la Torre, Natalia Mateo, Quim Gutiérrez, Raúl Arévalo, Javier Pereira o Héctor Colomé, algunos de ellos con el mismo rol que el que realizan en La gran familia española. Y como también ocurre en el largometraje, la mezcla entre comedia y drama está servida.




13 de septiembre de 2013

Crítica 'La gran familia española': La unión hace la fuerza

El 11 de julio de 2010 fue el día en el que España se detuvo. Durante unas horas, todos los ojos estuvieron puestos en las pantallas de televisión, sin perder detalle de lo que pasaba en Johannesburgo, donde la selección española de fútbol se jugaba ser la campeona del mundo. El director y guionista Daniel Sánchez Arévalo sitúa su historia precisamente en este día, estableciendo una coincidencia que puede ser interpretada por muchos como la peor de las suertes: la final se celebra el mismo día que la boda de uno de los protagonistas. Si estuviésemos ante una comedia normal, seguramente esto sería el pie para una película disparatada, con momentos más o menos divertidos (o que pretenden serlo) y los típicos clichés de las películas de bodas, que han llegado a convertirse prácticamente en un género propio. Pero Sánchez Arévalo nos tiene preparadas muchas sorpresas detrás, con los que nuestros prejuicios se irán rápidamente por la borda.



La gran familia española se posiciona frente a los espectadores como una comedia, quizá por criterios comerciales. Sin embargo, le pasa como a El apartamento de Billy Wilder, quien no entendía por qué su largometraje se estrenó bajo esa etiqueta. En este caso, no podemos negarle al humor su importancia en el desarrollo de la trama, por supuesto. Pero es simplemente la primera capa, tras la que se esconde un entretejido de conflictos emocionales que el director maneja con habilidad, demostrando que es todo un referente de nuestro cine en la actualidad y un cineasta cuya trayectoria merece la pena seguir.

La historia, que en su día Sánchez Arévalo plasmó en parte en su corto Traumalogía, nos sumerge en los enredos familiares y monstruos personales de sus personajes, con el fútbol y la película Siete novias para siete hermanos de telón de fondo. Aunque su primera parte es más convencional, el ritmo siempre se mantiene ágil, hasta llegar a su tramo final, en el que la narración despega y alcanza su máximo esplendor. Y ahí es cuando La gran familia española nos hace reír más, sí, pero también nos emociona.

Las subtramas, dirigidas a través de los cinco hermanos de la familia y su padre, son un relato sobre la madurez, las expectativas que se crean sobre la vida adulta, el amor y los sacrificios que se hacen por él. Antonio de la Torre y Quim Guitérrez, dos habituales en el cine de Sánchez Arévalo, vuelven a destacar entre las interpretaciones, así como Verónica Echegui, Roberto Álamo y Miquel Fernández. Las actuaciones del acertado reparto brillan con más fuerza en las secuencias grupales, en las que se reúnen todos los personajes. Curiosamente, este es el mensaje que nos deja la ficción: la unión hace la fuerza. La gran familia española retrata a la familia como la clave para la supervivencia y como la mejor forma de dar lo mejor de nosotros mismos. Exactamente la misma lección que aprendimos ese 11 de julio.

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2 de agosto de 2013

Crítica 'El estudiante': El auténtico aprendizaje

La vida política es, sin lugar a dudas, un terreno en el que pueden florecer los conflictos más apasionantes. Y por suerte, la política no sólo se da en los escaños parlamentarios y altas esferas. El director argentino Santiago Mitre pone en práctica esta afirmación y nos acerca a la política universitaria de la mano de El estudiante, film que llega a nuestra cartelera con un par de años de retraso.



La película, que triunfó en la 49 edición del Festival de Gijón, es un relato sobre la madurez y el aprendizaje, de ese que no se consigue en las aulas pero que es, al fin y al cabo, el que nos sirve para nuestro día a día. Situada en una universidad pública, la de Buenos Aires, nos muestra una vida política universitaria frenética y muy activa, que el director considera un reflejo bastante certero de lo que se cuece en los campus argentinos. Para ello, se emplean unos recursos sencillos, tanto humanos (en cada escena del rodaje sólo había un equipo de unas 4 o 5 personas) como técnicos.

El estudiante se aproxima a una estética documental, a través del uso de la cámara en mano, que recuerda a otra película con tintes políticos estrenada hace unos meses: No, de Pablo Larraín. De esta forma se consigue un gran realismo, que también se apoya en un buen trabajo en el campo de la documentación. Pero lo que verdaderamente importa en el film no es la forma, sino el contenido, a través del cual Mitre (también encargado de redactar el guión) nos invita a hacer una reflexión más allá del propio contenido de la película.


El largometraje contiene bastantes referencias a la política local, lo que puede hacer que más de un espectador se pierda en algún momento, pero esto no tiene mucha importancia en el resultado global, en el que se tratan cuestiones políticas extrapolables a cualquier territorio del mundo: las luchas por el poder, las diferencias entre lo que se quiere llevar a cabo y lo que realmente se puede hacer, las presiones, los dilemas éticos… Por todo ello, lo más interesante de El estudiante no está entre sus fotogramas, sino en el debate que suscita cuando las luces de la sala se encienden.

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31 de mayo de 2013

Crítica: 'R3sacón': ¿El fin?

Hoy en día, es impensable que una comedia que tenga éxito en la cartelera no acabe con sus correspondientes secuelas. Creadas como una fuente de ingresos segura, las segundas (o terceras) partes se encuentran con el reto de encontrar un equilibrio entre el respeto por el material original y la innovación; si bien vamos al cine atraídos por los lugares comunes que nos cautivaron una vez, nadie quiere ver la misma película dos veces.



La trilogía de Resacón, al parecer,  no acaba de encontrar este término medio. Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia! repetía, de forma casi idéntica, los pasos de su predecesora, convirtiéndose en una copia cuya diferencia básica era el lugar en el que se desarrollaban los acontecimientos. R3sacón, por suerte, no vuelve a caer en ese juego. ¿Cuál es el problema? Que la esencia de la original se ha quedado en el camino. Esta tercera parte ya no vuelve a utilizar la fórmula “resaca + recuerdos” para que la trama avance, sino que se presenta como una aventura “épica”, como una carrera de obstáculos a lo grande.

Todo el protagonismo se centra en los personajes de Alan (Zach Galifianakis) y el señor Chow (Ken Jeong), mientras que los otros miembros de la “manada” se quedan en un discreto segundo plano y su participación se limita a dejar en bandeja las situaciones cómicas para los que aquí son los verdaderos amos de la función. Por otro lado, su empeño en buscar esa “épica” hace que R3sacón se convierta en un conjunto de situaciones supuestamente trepidantes (persecuciones, secuencias de vértigo en edificios altos…), pero que en realidad, no aportan nada a la película. Si a esto le sumamos unos previsibles giros de guión y unas cuantas situaciones nostálgico/emotivas metidas con calzador, no hay duda de que nos encontramos ante el largometraje más flojo de la saga.

Aunque R3sacón no deja de ser una comedia correcta, se encuentra ante un obstáculo que no puede superar: el único motivo por el que funciona es que está protagonizada por unos personajes con los que ya estamos familiarizados. Y esta vez se ha puesto tanta confianza en ellos y en la apariencia salvaje de la película que parece que no ha importado cuidar el fondo. Lo que pretendía ser el broche de oro de la trilogía se convierte en un espectáculo de fuegos artificiales, efímero y fácilmente olvidable cuando todo acaba.

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26 de mayo de 2013

Carey Mulligan, el perfecto equilibrio

Carey Mulligan vuelve a estar en el punto de mira, esta vez por su papel de Daisy Buchanan en El Gran Gatsby. Tímida y de aspecto frágil, esta actriz británica es el ejemplo ideal de cómo moverse con el mismo acierto entre las grandes producciones y las películas independientes. A pesar de su juventud, Mulligan ha sabido ir construyendo una sólida trayectoria en el cine, gracias a la cual ha conseguido rozar el Oscar y con la que se ha ganado el aplauso de la crítica. Incluso la revista Variety llegó a decir de ella que era “la nueva Audrey Hepburn”. Este ha sido su camino hacia el éxito.



Sus comienzos
Su debut cinematográfico fue por la puerta grande, con la adaptación de Joe Wright de la novela Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. El director buscaba rostros desconocidos que interpretaran a las hermanas de la protagonista y Mulligan, que contaba entonces con 19 años, consiguió hacerse con el rol de Kitty. Fue en el rodaje de esta película donde conoció a Keira Knightley, con la que inició una amistad que continúa hasta la fecha. Ambas actrices volvieron a coincidir en la gran pantalla con Nunca me abandones, un film de ciencia ficción dirigido por Mark Romanek en el que formaban un triángulo amoroso junto con Andrew Garfield.
Después de Orgullo y prejuicio, la carrera de Mulligan se centró en el terreno televisivo. De esta etapa podemos destacar su trabajo en la tv-movie La abadía de Northanger, que supuso su reencuentro con la obra de Jane Austen, y su colaboración en series como Doctor Who, Casa desolada o Caso cerrado. Su primer papel de peso en el cine fue con la película El mejor, en la que compartía escenario con dos estrellas de renombre: Susan Sarandon y Pierce Brosnan. Pero la película que cambiaría la vida de la actriz estaba a la vuelta de la esquina…

An education, el gran salto
Basada en las memorias de la periodista Lynn Barber y ambientada en los años 60, An education narraba la historia de una adolescente que, mientras se prepara para ir a la universidad de Oxford, conoce a un hombre mayor que ella, del que se enamora y con el que descubre un mundo lleno de posibilidades que hasta entonces no podía ni imaginar. Interpretar a la protagonista de esta película dirigida por Lone Scherfig supuso un antes y un después en su carrera cinematográfica. La repercusión de su primer papel como protagonista fue tal que ganó el BAFTA a la Mejor actriz e incluso recibió una nominación para el Oscar, que finalmente acabaría llevándose Sandra Bullock.

A pesar de la derrota, los ojos de Hollywood ya estaban puestos en ella, y con esto, el peso de la fama. Algo que la actriz nunca ha llevado muy bien: “No quiero la presión del éxito sobre mis hombros”, confesó Mulligan en la revista Interview. “Sólo quiero hacer papeles interesantes. En realidad, creo que es muy difícil obtener un rol femenino interesante como protagonista de una película”. Tras An education, vino el estreno de largometrajes más comerciales en los que la actriz realizaba pequeños papeles de reparto: Enemigos públicos, Brothers y Wall Street 2: El dinero nunca duerme. Trabajos que, aunque vieron la luz con posteridad, habían sido ofrecidos a Mulligan mucho antes del boom que vivió tras el éxito del film de Scherfig.   

2011, su año
Uno de los puntos fuertes de Carey Mulligan es su buen ojo a la hora de escoger guiones. Y si hay dos proyectos que lo confirman, estos son Drive y Shame, las películas que la convirtieron en la nueva musa del cine independiente y que hicieron que el 2011 se convirtiera en su año. Todo ello con la compañía de sus compañeros de rodaje, Ryan Gosling y Michael Fassbender, respectivamente.

Con Drive, Mulligan se convertía en la princesa del particular cuento de hadas de Nicolas Winding Refn. La película, salpicada por grandes dosis de violencia, se convirtió en un film de culto de manera casi instantánea. Debido a sus pocos diálogos, Drive constituía un reto interpretativo para cualquier actor. Mulligan llegó a resumir el rodaje de la película diciendo que básicamente consistió en “mirar fijamente a Ryan Gosling durante horas cada día”.

Por otro lado, en Shame fue la hermana en la ficción de Michael Fassbender. Este retrato de un adicto al sexo, firmado por Steve McQueen, concedió a Mulligan la oportunidad de brillar con luz propia en una de sus escenas más memorables. En ella, la actriz interpretaba el tema New York, New York, bajo la atenta mirada de Fassbender y de otro de los actores del film, James Badge Dale. La secuencia se grabó a tiempo real, y las reacciones de los personajes que se ven en la pantalla fueron totalmente espontáneas, incluyendo las lágrimas de que se le escapaban a Fassbender.

El Gran Gatsby, el retorno a los flashes
Ahora, con su papel de Daisy en El Gran Gatsby, vuelve al cine más comercial, con la mayor producción en la que jamás ha trabajado. El siempre excéntrico director Baz Luhrmann ha realizado una adaptación de la novela de Scott Fitzgerald utilizando el barroquismo al que nos tiene acostumbrados, reflejando así el exceso de las fiestas del protagonista, Jay Gatsby, interpretado en esta ocasión por Leonardo DiCaprio.

Para preparar el personaje de Daisy, el gran amor de Gatsby, Mulligan recibió la ayuda de Luhrmann. Este le proporcionó libros sobre la mujer del escritor, Zelda Fitzgerald, que fueron la materia prima con la que trabajó para construir el papel, ya que la Daisy original estuvo inspirada en Zelda, así como en Ginevra King. Descartadas quedaron las revisiones de las adaptaciones previas de El Gran Gatsby, sobre todo la de 1974, para evitar que inconscientemente copiara rasgos de la Daisy de Mia Farrow.

Su trabajo en la película ha hecho que vuelva a las grandes giras de promoción, a las premieres y a la constante atención de la prensa. Es decir, a todo de lo que había intentado alejarse tras el estreno de An education. Y es que, a pesar del tiempo que ha pasado desde su debut, Mulligan conserva parte de su timidez inicial, y sigue rehuyendo los focos y el verse a sí misma en la gran pantalla.

Próxima parada: los hermanos Coen
Dentro de poco podremos verla en lo nuevo de los hermanos Coen, Inside Llewyn Davis, que obtuvo el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes de este año. La película sigue los pasos de un cantante de folk en los años 60 y cuenta con la presencia de Justin Timberlake y Oscar Isaac. Aunque ya tiene distribuidora en nuestro país, aún no hay una fecha de estreno.

Además, la actriz tiene confirmados otros dos proyectos que vuelven a demostrar su facilidad para desplazarse entre lo comercial y lo independiente: protagonizará junto a Robert Pattinson la película Hold on to me, de James Marsh, y también estará en Far from the Maddening Crowd, el próximo trabajo de Thomas Vinterberg. Está visto que, a sus 28 años, a Mulligan todavía le queda mucho que ofrecer.

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12 de mayo de 2013

Salvador Dalí y el cine

Considerado como uno de los grandes genios del siglo XX, Salvador Dalí tuvo una prolífica vida artística, en la que también tuvo cabida el cine. El maestro del Surrealismo mantuvo una estrecha relación con el séptimo arte, por el que tenía un gran interés. Coincidiendo con la exposición del artista que el Museo Reina Sofía acoge entre sus muros hasta el 2 de septiembre, hacemos un repaso por las incursiones más destacadas de Dalí en el cine, a través de las cuales llegó a codearse con figuras de la talla de los Hermanos Marx, Walt Disney o Alfred Hitchcock.




Su primer acercamiento al cine se produjo con su amigo Luis Buñuel, con quien escribiría el guión del cortometraje Un perro andaluz en 1929 y al año siguiente, el de la película La edad de oro. Pieza clave del Surrealismo, Un perro andaluz es el reflejo de las fantasías oníricas de los dos artistas. Buñuel explicaba así cómo surgió la idea del proyecto: “Esta película nació de la confluencia de dos sueños. Dalí me invitó a pasar unos días en su casa, y al llegar a Figueras yo le conté un sueño que había tenido poco antes en el que una nube desflecada cortaba la luna y una cuchilla de afeitar hendía un ojo. Él, a su vez, me contó que la noche anterior había visto en sueños una mano llena de hormigas”. La crítica a la burguesía y a la moral católica, que después serían una constante en la filmografía de Buñuel, ya se daban en este trabajo, en el que el propio Dalí aparecía brevemente interpretando a un marista. La edad de oro, ópera prima del cineasta como director de largometrajes, constituyó una continuación del trabajo de Un perro andaluz. La transgresora película, una en las que Buñuel pudo trabajar con más libertad, fue censurada en Francia, y no se pudo ver durante medio siglo. Poco después de estas obras, la amistad entre ambos se rompió, por la que ya no volverían a trabajar juntos.

Otra relación de amistad que marcó la vida de Dalí, menos conocida que la que mantuvo con Buñuel, fue la que entabló con Harpo, uno de los Hermanos Marx. De esta relación nació el libreto de Giraffes on Horseback Salad, que Dalí escribió para ellos, animado por André Bretón. No obstante, la película nunca se llegó a producir. Algunas fuentes afirman que el estudio MGM, con quien trabajaban los Hermanos Marx, fue quien la rechazó, mientras que otras versiones de la historia cuentan que fue Groucho Marx el que se negaba a realizarla, por no considerarla lo suficientemente divertida. 

Giraffes on Horseback Salad no fue el único proyecto de Dalí en el séptimo arte que acabó de forma frustrada. En este aspecto, el más destacado fue la película Destino, que supuso la colaboración entre el artista y Walt Disney. La idea original era realizar una obra que repitiese la misma fórmula de Fantasía (crear un largometraje compuesto de varias piezas breves), y que diese un impulso al estudio después de la Segunda Guerra Mundial. Dalí y Disney se conocieron en 1945 y comenzaron a trabajar juntos un año después. El elevado número de bocetos y dibujos que Dalí realizó para su fragmento, que inicialmente duraría unos 6 minutos, se convirtieron en papel mojado cuando se suspendió el proyecto. Para entonces, sólo se habían completado unos 15 segundos del corto. Afortunadamente, su trabajo sería completado años después, cuando el sobrino de Walt Disney, animado por la producción de Fantasía 2000, decidió resucitar Destino. El cortometraje, que finalmente fue estrenado en el año 2003, llegó a recibir una nominación en los Premios Oscar.

Tampoco tuvo suerte en su participación como actor en Dune, la adaptación cinematográfica de la novela de Frank Herbert que planeaba Alejandro Jodorowsky. Inicialmente, a Dalí le ofrecieron el rol de Emperador de la Galaxia, pero más tarde su protagonismo se redujo drásticamente, debido al elevado sueldo que el artista exigía (su ambición era el ser el “actor más caro de la historia”). La producción de la película acabaría por ser anulada, y años más tarde fue David Lynch quien la llevó a la gran pantalla.  

Uno de los mayores reconocimientos del trabajo de Dalí en el cine llegaría de la mano de Alfred Hitchcock. El maestro del suspense quiso contar con él en su película Recuerda, estrenada en 1945 y protagonizada por Gregory Peck e Ingrid Bergman. Centrado en el psicoanálisis, el largometraje tenía todo lo necesario para dar rienda suelta a la imaginación de Dalí, que tenía por encargo planificar una secuencia que relatase el sueño del protagonista. En la realización de esta secuencia hubo varios problemas: la ambición de Dalí en ocasiones sobrepasaba los medios del estudio, hubo que volver a filmar varias tomas y finalmente, su excesiva duración hizo que varios fragmentos tuvieran que ser recortados, como uno en el que Ingrid Bergman se convertía en una estatua griega.

A pesar de las dificultades que entrañó su preparación, el resultado final fue todo un éxito, y confirmó que la intuición de Hitchcock fue acertada. El director había pensado en Dalí desde el primer momento porque pensaba que era el indicado para evitar los clichés que normalmente se dan en el cine a la hora de hablar de los sueños. Atraído por el estilo de sus pinturas, le escogió porque su arte era el ejemplo de “cómo los sueños deberían ser”. Una intuición que iba más allá del pensamiento del productor David O. Selznick, que creía que la contratación de Dalí se debía a un planteamiento exclusivamente comercial. Dalí volvería a repetir la experiencia de diseñar secuencias oníricas gracias a la película El padre de la novia, de Vicente Minnelli. En esta ocasión, el objetivo era planificar un sueño que protagonizaría Spencer Tracy. También colaboró en el departamento artístico del film Marea de luna, película que iba a ser dirigida por Fritz Lang, hasta que fue sustituido por Archie Mayo.

Las aportaciones de Dalí al séptimo arte, a menudo no reconocidas, nos muestran una faceta diferente del artista, muchas veces limitado al terreno de la pintura. Además de la participación en las películas mencionadas, Dalí también se movió por el campo teórico, con la publicación del artículo “Film arte, film antiartístico”. Incluso, con el tiempo, él mismo llegaría a ser un personaje más en el mundo de la ficción. Uno de los ejemplos más recientes lo tenemos en Midnight in Paris, de Woody Allen, en la que Adrien Brody fue el encargado de darle vida. A pesar de sus experiencias fallidas, la contribución y la influencia de Dalí en el cine son innegables, e imprescindible a la hora de valorar su obra.

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