2 de agosto de 2013

Crítica 'El estudiante': El auténtico aprendizaje

La vida política es, sin lugar a dudas, un terreno en el que pueden florecer los conflictos más apasionantes. Y por suerte, la política no sólo se da en los escaños parlamentarios y altas esferas. El director argentino Santiago Mitre pone en práctica esta afirmación y nos acerca a la política universitaria de la mano de El estudiante, film que llega a nuestra cartelera con un par de años de retraso.



La película, que triunfó en la 49 edición del Festival de Gijón, es un relato sobre la madurez y el aprendizaje, de ese que no se consigue en las aulas pero que es, al fin y al cabo, el que nos sirve para nuestro día a día. Situada en una universidad pública, la de Buenos Aires, nos muestra una vida política universitaria frenética y muy activa, que el director considera un reflejo bastante certero de lo que se cuece en los campus argentinos. Para ello, se emplean unos recursos sencillos, tanto humanos (en cada escena del rodaje sólo había un equipo de unas 4 o 5 personas) como técnicos.

El estudiante se aproxima a una estética documental, a través del uso de la cámara en mano, que recuerda a otra película con tintes políticos estrenada hace unos meses: No, de Pablo Larraín. De esta forma se consigue un gran realismo, que también se apoya en un buen trabajo en el campo de la documentación. Pero lo que verdaderamente importa en el film no es la forma, sino el contenido, a través del cual Mitre (también encargado de redactar el guión) nos invita a hacer una reflexión más allá del propio contenido de la película.


El largometraje contiene bastantes referencias a la política local, lo que puede hacer que más de un espectador se pierda en algún momento, pero esto no tiene mucha importancia en el resultado global, en el que se tratan cuestiones políticas extrapolables a cualquier territorio del mundo: las luchas por el poder, las diferencias entre lo que se quiere llevar a cabo y lo que realmente se puede hacer, las presiones, los dilemas éticos… Por todo ello, lo más interesante de El estudiante no está entre sus fotogramas, sino en el debate que suscita cuando las luces de la sala se encienden.

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31 de mayo de 2013

Crítica: 'R3sacón': ¿El fin?

Hoy en día, es impensable que una comedia que tenga éxito en la cartelera no acabe con sus correspondientes secuelas. Creadas como una fuente de ingresos segura, las segundas (o terceras) partes se encuentran con el reto de encontrar un equilibrio entre el respeto por el material original y la innovación; si bien vamos al cine atraídos por los lugares comunes que nos cautivaron una vez, nadie quiere ver la misma película dos veces.



La trilogía de Resacón, al parecer,  no acaba de encontrar este término medio. Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia! repetía, de forma casi idéntica, los pasos de su predecesora, convirtiéndose en una copia cuya diferencia básica era el lugar en el que se desarrollaban los acontecimientos. R3sacón, por suerte, no vuelve a caer en ese juego. ¿Cuál es el problema? Que la esencia de la original se ha quedado en el camino. Esta tercera parte ya no vuelve a utilizar la fórmula “resaca + recuerdos” para que la trama avance, sino que se presenta como una aventura “épica”, como una carrera de obstáculos a lo grande.

Todo el protagonismo se centra en los personajes de Alan (Zach Galifianakis) y el señor Chow (Ken Jeong), mientras que los otros miembros de la “manada” se quedan en un discreto segundo plano y su participación se limita a dejar en bandeja las situaciones cómicas para los que aquí son los verdaderos amos de la función. Por otro lado, su empeño en buscar esa “épica” hace que R3sacón se convierta en un conjunto de situaciones supuestamente trepidantes (persecuciones, secuencias de vértigo en edificios altos…), pero que en realidad, no aportan nada a la película. Si a esto le sumamos unos previsibles giros de guión y unas cuantas situaciones nostálgico/emotivas metidas con calzador, no hay duda de que nos encontramos ante el largometraje más flojo de la saga.

Aunque R3sacón no deja de ser una comedia correcta, se encuentra ante un obstáculo que no puede superar: el único motivo por el que funciona es que está protagonizada por unos personajes con los que ya estamos familiarizados. Y esta vez se ha puesto tanta confianza en ellos y en la apariencia salvaje de la película que parece que no ha importado cuidar el fondo. Lo que pretendía ser el broche de oro de la trilogía se convierte en un espectáculo de fuegos artificiales, efímero y fácilmente olvidable cuando todo acaba.

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26 de mayo de 2013

Carey Mulligan, el perfecto equilibrio

Carey Mulligan vuelve a estar en el punto de mira, esta vez por su papel de Daisy Buchanan en El Gran Gatsby. Tímida y de aspecto frágil, esta actriz británica es el ejemplo ideal de cómo moverse con el mismo acierto entre las grandes producciones y las películas independientes. A pesar de su juventud, Mulligan ha sabido ir construyendo una sólida trayectoria en el cine, gracias a la cual ha conseguido rozar el Oscar y con la que se ha ganado el aplauso de la crítica. Incluso la revista Variety llegó a decir de ella que era “la nueva Audrey Hepburn”. Este ha sido su camino hacia el éxito.



Sus comienzos
Su debut cinematográfico fue por la puerta grande, con la adaptación de Joe Wright de la novela Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. El director buscaba rostros desconocidos que interpretaran a las hermanas de la protagonista y Mulligan, que contaba entonces con 19 años, consiguió hacerse con el rol de Kitty. Fue en el rodaje de esta película donde conoció a Keira Knightley, con la que inició una amistad que continúa hasta la fecha. Ambas actrices volvieron a coincidir en la gran pantalla con Nunca me abandones, un film de ciencia ficción dirigido por Mark Romanek en el que formaban un triángulo amoroso junto con Andrew Garfield.
Después de Orgullo y prejuicio, la carrera de Mulligan se centró en el terreno televisivo. De esta etapa podemos destacar su trabajo en la tv-movie La abadía de Northanger, que supuso su reencuentro con la obra de Jane Austen, y su colaboración en series como Doctor Who, Casa desolada o Caso cerrado. Su primer papel de peso en el cine fue con la película El mejor, en la que compartía escenario con dos estrellas de renombre: Susan Sarandon y Pierce Brosnan. Pero la película que cambiaría la vida de la actriz estaba a la vuelta de la esquina…

An education, el gran salto
Basada en las memorias de la periodista Lynn Barber y ambientada en los años 60, An education narraba la historia de una adolescente que, mientras se prepara para ir a la universidad de Oxford, conoce a un hombre mayor que ella, del que se enamora y con el que descubre un mundo lleno de posibilidades que hasta entonces no podía ni imaginar. Interpretar a la protagonista de esta película dirigida por Lone Scherfig supuso un antes y un después en su carrera cinematográfica. La repercusión de su primer papel como protagonista fue tal que ganó el BAFTA a la Mejor actriz e incluso recibió una nominación para el Oscar, que finalmente acabaría llevándose Sandra Bullock.

A pesar de la derrota, los ojos de Hollywood ya estaban puestos en ella, y con esto, el peso de la fama. Algo que la actriz nunca ha llevado muy bien: “No quiero la presión del éxito sobre mis hombros”, confesó Mulligan en la revista Interview. “Sólo quiero hacer papeles interesantes. En realidad, creo que es muy difícil obtener un rol femenino interesante como protagonista de una película”. Tras An education, vino el estreno de largometrajes más comerciales en los que la actriz realizaba pequeños papeles de reparto: Enemigos públicos, Brothers y Wall Street 2: El dinero nunca duerme. Trabajos que, aunque vieron la luz con posteridad, habían sido ofrecidos a Mulligan mucho antes del boom que vivió tras el éxito del film de Scherfig.   

2011, su año
Uno de los puntos fuertes de Carey Mulligan es su buen ojo a la hora de escoger guiones. Y si hay dos proyectos que lo confirman, estos son Drive y Shame, las películas que la convirtieron en la nueva musa del cine independiente y que hicieron que el 2011 se convirtiera en su año. Todo ello con la compañía de sus compañeros de rodaje, Ryan Gosling y Michael Fassbender, respectivamente.

Con Drive, Mulligan se convertía en la princesa del particular cuento de hadas de Nicolas Winding Refn. La película, salpicada por grandes dosis de violencia, se convirtió en un film de culto de manera casi instantánea. Debido a sus pocos diálogos, Drive constituía un reto interpretativo para cualquier actor. Mulligan llegó a resumir el rodaje de la película diciendo que básicamente consistió en “mirar fijamente a Ryan Gosling durante horas cada día”.

Por otro lado, en Shame fue la hermana en la ficción de Michael Fassbender. Este retrato de un adicto al sexo, firmado por Steve McQueen, concedió a Mulligan la oportunidad de brillar con luz propia en una de sus escenas más memorables. En ella, la actriz interpretaba el tema New York, New York, bajo la atenta mirada de Fassbender y de otro de los actores del film, James Badge Dale. La secuencia se grabó a tiempo real, y las reacciones de los personajes que se ven en la pantalla fueron totalmente espontáneas, incluyendo las lágrimas de que se le escapaban a Fassbender.

El Gran Gatsby, el retorno a los flashes
Ahora, con su papel de Daisy en El Gran Gatsby, vuelve al cine más comercial, con la mayor producción en la que jamás ha trabajado. El siempre excéntrico director Baz Luhrmann ha realizado una adaptación de la novela de Scott Fitzgerald utilizando el barroquismo al que nos tiene acostumbrados, reflejando así el exceso de las fiestas del protagonista, Jay Gatsby, interpretado en esta ocasión por Leonardo DiCaprio.

Para preparar el personaje de Daisy, el gran amor de Gatsby, Mulligan recibió la ayuda de Luhrmann. Este le proporcionó libros sobre la mujer del escritor, Zelda Fitzgerald, que fueron la materia prima con la que trabajó para construir el papel, ya que la Daisy original estuvo inspirada en Zelda, así como en Ginevra King. Descartadas quedaron las revisiones de las adaptaciones previas de El Gran Gatsby, sobre todo la de 1974, para evitar que inconscientemente copiara rasgos de la Daisy de Mia Farrow.

Su trabajo en la película ha hecho que vuelva a las grandes giras de promoción, a las premieres y a la constante atención de la prensa. Es decir, a todo de lo que había intentado alejarse tras el estreno de An education. Y es que, a pesar del tiempo que ha pasado desde su debut, Mulligan conserva parte de su timidez inicial, y sigue rehuyendo los focos y el verse a sí misma en la gran pantalla.

Próxima parada: los hermanos Coen
Dentro de poco podremos verla en lo nuevo de los hermanos Coen, Inside Llewyn Davis, que obtuvo el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes de este año. La película sigue los pasos de un cantante de folk en los años 60 y cuenta con la presencia de Justin Timberlake y Oscar Isaac. Aunque ya tiene distribuidora en nuestro país, aún no hay una fecha de estreno.

Además, la actriz tiene confirmados otros dos proyectos que vuelven a demostrar su facilidad para desplazarse entre lo comercial y lo independiente: protagonizará junto a Robert Pattinson la película Hold on to me, de James Marsh, y también estará en Far from the Maddening Crowd, el próximo trabajo de Thomas Vinterberg. Está visto que, a sus 28 años, a Mulligan todavía le queda mucho que ofrecer.

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12 de mayo de 2013

Salvador Dalí y el cine

Considerado como uno de los grandes genios del siglo XX, Salvador Dalí tuvo una prolífica vida artística, en la que también tuvo cabida el cine. El maestro del Surrealismo mantuvo una estrecha relación con el séptimo arte, por el que tenía un gran interés. Coincidiendo con la exposición del artista que el Museo Reina Sofía acoge entre sus muros hasta el 2 de septiembre, hacemos un repaso por las incursiones más destacadas de Dalí en el cine, a través de las cuales llegó a codearse con figuras de la talla de los Hermanos Marx, Walt Disney o Alfred Hitchcock.




Su primer acercamiento al cine se produjo con su amigo Luis Buñuel, con quien escribiría el guión del cortometraje Un perro andaluz en 1929 y al año siguiente, el de la película La edad de oro. Pieza clave del Surrealismo, Un perro andaluz es el reflejo de las fantasías oníricas de los dos artistas. Buñuel explicaba así cómo surgió la idea del proyecto: “Esta película nació de la confluencia de dos sueños. Dalí me invitó a pasar unos días en su casa, y al llegar a Figueras yo le conté un sueño que había tenido poco antes en el que una nube desflecada cortaba la luna y una cuchilla de afeitar hendía un ojo. Él, a su vez, me contó que la noche anterior había visto en sueños una mano llena de hormigas”. La crítica a la burguesía y a la moral católica, que después serían una constante en la filmografía de Buñuel, ya se daban en este trabajo, en el que el propio Dalí aparecía brevemente interpretando a un marista. La edad de oro, ópera prima del cineasta como director de largometrajes, constituyó una continuación del trabajo de Un perro andaluz. La transgresora película, una en las que Buñuel pudo trabajar con más libertad, fue censurada en Francia, y no se pudo ver durante medio siglo. Poco después de estas obras, la amistad entre ambos se rompió, por la que ya no volverían a trabajar juntos.

Otra relación de amistad que marcó la vida de Dalí, menos conocida que la que mantuvo con Buñuel, fue la que entabló con Harpo, uno de los Hermanos Marx. De esta relación nació el libreto de Giraffes on Horseback Salad, que Dalí escribió para ellos, animado por André Bretón. No obstante, la película nunca se llegó a producir. Algunas fuentes afirman que el estudio MGM, con quien trabajaban los Hermanos Marx, fue quien la rechazó, mientras que otras versiones de la historia cuentan que fue Groucho Marx el que se negaba a realizarla, por no considerarla lo suficientemente divertida. 

Giraffes on Horseback Salad no fue el único proyecto de Dalí en el séptimo arte que acabó de forma frustrada. En este aspecto, el más destacado fue la película Destino, que supuso la colaboración entre el artista y Walt Disney. La idea original era realizar una obra que repitiese la misma fórmula de Fantasía (crear un largometraje compuesto de varias piezas breves), y que diese un impulso al estudio después de la Segunda Guerra Mundial. Dalí y Disney se conocieron en 1945 y comenzaron a trabajar juntos un año después. El elevado número de bocetos y dibujos que Dalí realizó para su fragmento, que inicialmente duraría unos 6 minutos, se convirtieron en papel mojado cuando se suspendió el proyecto. Para entonces, sólo se habían completado unos 15 segundos del corto. Afortunadamente, su trabajo sería completado años después, cuando el sobrino de Walt Disney, animado por la producción de Fantasía 2000, decidió resucitar Destino. El cortometraje, que finalmente fue estrenado en el año 2003, llegó a recibir una nominación en los Premios Oscar.

Tampoco tuvo suerte en su participación como actor en Dune, la adaptación cinematográfica de la novela de Frank Herbert que planeaba Alejandro Jodorowsky. Inicialmente, a Dalí le ofrecieron el rol de Emperador de la Galaxia, pero más tarde su protagonismo se redujo drásticamente, debido al elevado sueldo que el artista exigía (su ambición era el ser el “actor más caro de la historia”). La producción de la película acabaría por ser anulada, y años más tarde fue David Lynch quien la llevó a la gran pantalla.  

Uno de los mayores reconocimientos del trabajo de Dalí en el cine llegaría de la mano de Alfred Hitchcock. El maestro del suspense quiso contar con él en su película Recuerda, estrenada en 1945 y protagonizada por Gregory Peck e Ingrid Bergman. Centrado en el psicoanálisis, el largometraje tenía todo lo necesario para dar rienda suelta a la imaginación de Dalí, que tenía por encargo planificar una secuencia que relatase el sueño del protagonista. En la realización de esta secuencia hubo varios problemas: la ambición de Dalí en ocasiones sobrepasaba los medios del estudio, hubo que volver a filmar varias tomas y finalmente, su excesiva duración hizo que varios fragmentos tuvieran que ser recortados, como uno en el que Ingrid Bergman se convertía en una estatua griega.

A pesar de las dificultades que entrañó su preparación, el resultado final fue todo un éxito, y confirmó que la intuición de Hitchcock fue acertada. El director había pensado en Dalí desde el primer momento porque pensaba que era el indicado para evitar los clichés que normalmente se dan en el cine a la hora de hablar de los sueños. Atraído por el estilo de sus pinturas, le escogió porque su arte era el ejemplo de “cómo los sueños deberían ser”. Una intuición que iba más allá del pensamiento del productor David O. Selznick, que creía que la contratación de Dalí se debía a un planteamiento exclusivamente comercial. Dalí volvería a repetir la experiencia de diseñar secuencias oníricas gracias a la película El padre de la novia, de Vicente Minnelli. En esta ocasión, el objetivo era planificar un sueño que protagonizaría Spencer Tracy. También colaboró en el departamento artístico del film Marea de luna, película que iba a ser dirigida por Fritz Lang, hasta que fue sustituido por Archie Mayo.

Las aportaciones de Dalí al séptimo arte, a menudo no reconocidas, nos muestran una faceta diferente del artista, muchas veces limitado al terreno de la pintura. Además de la participación en las películas mencionadas, Dalí también se movió por el campo teórico, con la publicación del artículo “Film arte, film antiartístico”. Incluso, con el tiempo, él mismo llegaría a ser un personaje más en el mundo de la ficción. Uno de los ejemplos más recientes lo tenemos en Midnight in Paris, de Woody Allen, en la que Adrien Brody fue el encargado de darle vida. A pesar de sus experiencias fallidas, la contribución y la influencia de Dalí en el cine son innegables, e imprescindible a la hora de valorar su obra.

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12 de abril de 2013

Terrence Malick, filosofía con imágenes

¿Genio o vendedor de humo? ¿Poeta de la imagen o director pretencioso? Terrence Malick tiene el don de dividir a los cinéfilos con el estreno de cada una de sus películas. Después del punto de inflexión que supuso El árbol de la vida en su filmografía, ahora el director nos presenta To the Wonder, película que recibió tantos halagos como malas críticas en el pasado Festival de Venecia. Javier Bardem, Ben Affleck, Olga Kurylenko y Rachel McAdams son algunos de los intérpretes a los que podemos encontrar en este nuevo largometraje, el sexto de Malick como director desde que en 1973 comenzara su trayectoria con Malas tierras. Una camino que le convierte en uno de los directores más peculiares (y polémicos) en el panorama cinematográfico actual.



El estilo de Malick es tan reconocible que unos pocos minutos de metraje de cualquiera de sus películas serían más que suficientes para saber que nos encontramos ante una de sus obras. Detrás de este resultado final hay un largo proceso en el que Malick toma las riendas de una forma muy personal. En las jornadas de rodaje, cualquier cosa es susceptible de ser grabada. Incluso en los descansos, los actores son perseguidos por las cámaras, en busca de material susceptible de ser incluido en la película. Además, sólo se emplea luz natural, y los filtros y efectos como el zoom están prohibidos.

La flexibilidad que el director presenta a la hora de incluir nuevas imágenes y momentos espontáneos en la película hace que las primeras versiones de estas lleguen a durar varias horas, por lo que a la hora de trabajar en la sala de montaje surge la necesidad de eliminar una gran cantidad de material. Malick es conocido por su pulso firme a la hora de editar los films, obedeciendo a sus criterios personales y perjudicando en ocasiones a los actores. Ya pueden ser prácticamente desconocidos para el público o estrellas de fama mundial: el director no hace distinción. De esta forma, algunos de ellos llegan a desaparecer totalmente, como ha pasado con Jessica Chastain y Rachel Weisz en To the Wonder, mientras que otros ven reducido su tiempo en pantalla al mínimo, como fue el caso de Adrien Brody en La delgada línea roja o de Sean Penn en El árbol de la vida.

Las reacciones varían dependiendo de los actores: mientras algunos deciden tomárselo con filosofía, otros ponen el grito en el cielo al ver cómo su trabajo no ha valido para nada. Entre aquellos que han mostrado sus diferencias con Malick encontramos al veterano Christopher Plummer y el antes mencionado Sean Penn. Plummer, a quien vimos brevemente en El nuevo mundo, declaró que “nunca volvería a trabajar con el director”, añadiendo que “necesitaba desesperadamente un guionista”. Sean Penn, que repetía con Malick después de haber protagonizado La delgada línea roja, tampoco quedó satisfecho con el resultado de El árbol de la vida, en la que no encontró la emoción que desprendía el guión original. Con una mejor actitud, Olga Kurylenko confesaba recientemente que sus escenas favoritas de To the Wonder habían sido eliminadas. De la misma forma, Rachel Weisz, al enterarse que había sido borrada del metraje, destacó que al menos le queda la experiencia de haber rodado con el director.

Malick estudió Filosofía en la universidad de Harvard, lo que ha marcado toda su obra. A lo largo de su filmografía se repiten las reflexiones filosóficas de los personajes, que constituyen un elemento clave del guión y que suelen ser expresadas normalmente a través de las voces en off. La relación del hombre con la naturaleza y con Dios, el amor y la búsqueda de algo que vaya más allá de lo humano son algunos de los temas en torno a los cuales giran sus largometrajes. Su dominio de las imágenes ha hecho que se le reconozca por ser todo un poeta visual. Esta concepción del cine le aleja de los circuitos comerciales, mientras en otros goza de un reconocido prestigio, como ocurre en el caso del Festival de Cannes, en el que fue nombrado mejor director por su labor en Días del cielo y obtuvo la Palma de Oro en 2011 por El árbol de la vida. Premios que Malick no fue a recoger, ya que otra de sus peculiaridades es que nunca aparece en público, no concede entrevistas y sólo se existen contadas fotos suyas. Algo que contribuye a alimentar el misterio que le rodea, reforzado por su corta e irregular filmografía. Entre su segunda película, Días del cielo y la posterior, La delgada línea roja, pasaron veinte años (1978-1988), y tuvimos que esperar siete más para que llegara El nuevo mundo.

Su ritmo pausado de creación cambió abruptamente con la llegada de El árbol de la vida (2011), tras la cual anunció que tenía entre manos tres proyectos nuevos. Tras el estreno de To the Wonder, dos películas se encuentran en proceso de post-producción. Una es Knight of Cups, que contará con las interpretaciones de Cate Blanchett, Christian Bale y Natalie Portman. Los mismos actores repetirán en Lawless, en la que además también intervendrán Michael Fassbender, Ryan Gosling y Rooney Mara (siempre y cuando el montaje no lo impida, claro está). Además, Malick también está preparando un documental llamado Voyage of time, que versará sobre la naturaleza y el universo.  El tiempo dirá si este giro radical en el método de trabajo del director da buenos resultados. Lo que es casi seguro es que la controversia que le rodea no desaparecerá. 

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25 de febrero de 2013

Oscar 2013: "Argo fuck yourself"

Si nos lo hubiesen dicho hace un par de meses, habría sido más difícil de creer. Pero a estas alturas, a nadie le sorprende que Argo se llevara el máximo reconocimiento en la 85º gala de los Premios Oscar. El desarrollo de la carrera hacia los premios hizo que, progresivamente, todas las apuestas pasaran al lado del film dirigido por Ben Affleck, dejando al Lincoln de Steven Spielberg abandonado a su suerte. Michelle Obama fue la encargada de decir el nombre de la película ganadora, tras lo cual los tres productores del largometraje, George Clooney, Grant Heslov y el propio Affleck subieron a recoger el premio. El discurso de Affleck hizo notar una vez más que su nombre ha sido una de las grandes ausencias entre los nominados como Mejor director.



En esta categoría, la de Mejor dirección, el elegido fue Ang Lee, probablemente la mayor sorpresa de la noche. El director, que previamente ya había ganado el Oscar con Brokeback Mountain, agradeció el premio al “dios del cine”, siguiendo la línea espiritual de su película, La vida de Pi. El único consuelo de Lincoln fue Daniel Day-Lewis, ganador del Oscar al Mejor actor principal, un premio que confirma el gusto de los académicos por los protagonistas de biopics. Por su parte, Jennifer Lawrence arrebataba el de Mejor actriz protagonista a las otras dos favoritas, Jessica Chastain y Emmanuelle Riva. Gracias a su trabajo en El lado bueno de las cosas, la joven actriz puede alardear de que a sus 22 años ya tiene la estatuilla más codiciada del mundo cinematográfico, además de otra nominación por Winter’s bone.



En los apartados de Mejores intérpretes de reparto, Anne Hathaway siguió su imparable racha y recogió el premio que llevaba su nombre desde el día del estreno de Los Miserables, cuando conquistó al público y a la crítica con su papel de Fantine. El de Mejor actor de reparto, el primero de la noche, fue a parar a manos de Christoph Waltz, a pesar de que el austriaco todavía tiene reciente su éxito en 2010, cuando ganó el mismo premio por otra película de Quentin Tarantino, Malditos Bastardos. Por supuesto, en su discurso de agradecimiento, Waltz dedicó unas palabras al director.

Precisamente Tarantino fue quien recibió el Oscar al Mejor guión original, por Django desencadenado, repitiendo la jugada de los pasados Globos de Oro. Es el segundo del cineasta, tras ganarlo en esta misma categoría por el libreto de Pulp Fiction. El galardón de Mejor guión adaptado fue para Argo, al igual que el de Mejor montaje. La película de Michael Haneke, Amor, que en un principio había conseguido colarse en las nominaciones principales, tuvo que conformarse con ser la Mejor película de habla no inglesa. Brave, la última joya de Pixar, venció al Frankenweenie de Tim Burton, convirtiéndose así en Mejor película de animación del año.

Los premios de las categorías técnicas se repartieron entre las películas vencedoras de la ceremonia. Los de Mejor fotografía, Mejores efectos visuales y Mejor banda sonora hicieron que La vida de Pi pasara a ser el film más premiado en esta edición. La noche más oscura, la película de Kathryn Bigelow salpicada por la polémica, sólo se llevó el Oscar a la Mejor edición de sonido, que además tuvo que compartir con Skyfall. Paco Delgado, el único español nominado y responsable del vestuario de Los miserables, se fue con las manos vacías, ya que las quinielas acertaron y el premio finalmente fue para Anna Karenina.


LISTA COMPLETA DE GANADORES DE LOS OSCAR 2013
Mejor película
Argo

Mejor director
Ang Lee, La vida de Pi

Mejor actriz protagonista
Jennifer Lawrence, El lado bueno de las cosas

Mejor actor protagonista
Daniel Day-Lewis, Lincoln

Mejor actriz de reparto
Anne Hathaway, Los miserables

Mejor actor de reparto
Christoph Waltz, Django desencadenado

Mejor guión adaptado
Argo

Mejor guión original
Django desencadenado 

Mejor canción original
 “Skyfall”, Skyfall

Mejor banda Sonora
La vida de Pi

Mejor película de animación
Brave

Mejor película de habla no inglesa
Amor (Austria)

Mejor fotografía
La vida de Pi

Mejor diseño de vestuario
Anna Karenina

Mejor maquillaje y peluquería
Los miserables

Mejor montaje
Argo

Mejores efectos visuales
La vida de Pi

Mejor diseño de producción
Lincoln

Mejor edición de sonido
Skyfall
La noche más oscura (Zero Dark Thirty)

Mejor mezcla de sonido
Los miserables

Mejor documental
Searching for Sugar man

Mejor cortometraje
Curfew

Mejor corto documental
Inocente

Mejor corto de animación
Paperman

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18 de febrero de 2013

La gala de los Premios Goya 2013: "“Que nuestra máquina de sueños siga viva”

El ambiente estaba caldeado, el debate reabierto: ¿debe una ocasión como los Premios Goya convertirse en un acto reivindicativo? Había opiniones para todos los gustos: desde la Unión de actores, se animaba a los presentadores y ganadores a que aprovechasen su protagonismo para dar voz a las protestas, mientras que desde el ámbito político se pedía, a través de Soraya Sáenz de Santamaría, que en la ceremonia se hablase exclusivamente de cine. Otros adoptaban la posición de Fernando Trueba, quien defendía minutos antes de la gala la libertad de expresión y rechazaba las directrices provenientes tanto de un lado como de otro. Y a las puertas del Centro de Congresos Príncipe Felipe, un grupo de figurantes se manifestaba pidiendo una mayor visibilidad en su trabajo y unas mejores condiciones laborales.   

Finalmente, ocurrió lo previsto: entre el glamour, las sonrisas y los vestidos, la realidad se coló en la gala, y sentó como un jarro de agua fría. Los chistes de sobres y la crítica a la política social y cultural del Gobierno se convirtieron en los grandes protagonistas de una larga gala, que se excedió del horario previsto. Eva Hache, que repetía como presentadora, salió al ruedo con la confianza que da el encontrarse en terreno conocido y, como prometió, dejó lo políticamente correcto a un lado. La humorista inició la ceremonia con un afilado monólogo plagado de estocadas contra el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, que intentaba mantener el tipo como podía ante los comentarios sobre los recortes, la subida del IVA y la amnistía fiscal, para poco después desaparecer de la vista de los espectadores por obra y gracia de la realización de Televisión Española.  

Pero fue a la hora de entregar los premios cuando las reivindicaciones brillaron en todo su esplendor. José Corbacho, presentador del premio de Mejor actriz revelación, robó momentáneamente el protagonismo a las nominadas gracias a sus ácidos comentarios, y Candela Peña, nombrada Mejor actriz de reparto, ofreció un discurso crudo y sin filtros, sin duda, el más impactante de la noche. Más moderadas, aunque también con una marcada intención social, fueron las palabras de Maribel Verdú, quien se acordó de los afectados por los desahucios tras recoger el Goya a la Mejor actriz protagonista. Por su parte, Javier Bardem continuó esparciendo el mensaje de su documental Hijos de las nubes, la última colonia, y defendió la libertad del pueblo saharaui al subir al escenario. Desde el patio de butacas, muchos artistas exhibían pegatinas en contra de los recortes.

Uno de los aciertos de la gala fue el momento cómico de los chicos de Muchachada Nui, que hicieron una parodia de todas estas reivindicaciones. Así, entre las risas del público, pidieron premios al “Mejor desnudo gratuito” o un mejor trato para “los actores con la cara pixelada”. En una gala definida por la política, el oxígeno de la comedia se hacía más necesario que nunca. Eva Hache repitió la jugada de la gala anterior y volvió a meterse dentro de las cuatro películas finalistas. En sus intervenciones, se agradecieron los momentos en los que el cine era el blanco de las bromas (no faltó el recurrente chiste a costa de la película Manolete), ya que en ocasiones su excesivo empeño en hacer comentarios punzantes con contenido político quitaba naturalidad a sus monólogos y les daba un aire algo forzado.       

Concha Velasco, tras recibir el Goya Honorífico de manos de su sobrina Manuela Velasco, nos demostró una vez más por qué es la gran dama del cine español. La actriz relató su decepción en los Premios Goya de 1997, cuando estuvo nominada y se fue con las manos vacías. Cargada de elegancia, humor y sobre todo, mucha ilusión, Velasco brilló con luz propia al recoger el premio, que muchas veces actúa como una especie de compensación para aquellos actores o cineastas que la Academia no supo reconocer en su momento.

Aunque la política acabó siendo una de las protagonistas esperadas de la noche, la gala también fue una carta de amor al arte y al cine español. Reivindicativos o no, todos los presentes tenían algo en común: su aferramiento al cine, todo un salvavidas en tiempos de crisis. “Este es un hermoso oficio, a pesar de todo”, recordaba José Sacristán al recoger su premio, mientras que Juan Antonio Bayona hacía hincapié en la necesidad de hacer tanto películas grandes como medianas y pequeñas. Y frente a la politización a la que es sometido el cine español, merece la pena quedarse con el discurso del presidente de la Academia, Enrique González Macho, que actuó como la voz de la concordia, dejando claro que “el cine no pertenece a ningún partido político”, sino que “nos pertenece a todos”. A pesar de los recortes, la subida del IVA, las protestas y la crisis, hubo un mensaje que quedó claro: la cultura es necesaria, el cine es necesario. Alain Bainée, responsable de la dirección artística de Blancanieves, supo transmitir el sentimiento que une a todo el sector del cine con una simple frase: “Que nuestra máquina de sueños siga viva”.  

Lista de ganadores
Mejor película
Blancanieves

Mejor dirección
Juan Antonio Bayona, Lo imposible

Mejor dirección novel
Enrique Gato, Las aventuras de Tadeo Jones

Mejor actor protagonista
José Sacristán, El muerto y ser feliz 

Mejor actriz protagonista
Maribel Verdú, Blancanieves

Mejor actor de reparto
Julián Villagrán, Grupo 7 

Mejor actriz de reparto
Candela Peña, Una pistola en cada mano

Mejor actor revelación
Joaquín Núñez, Grupo 7

Mejor actriz revelación
Macarena García, Blancanieves

Mejor guión original
Pablo Berger, Blancanieves

Mejor guión adaptado
Javier Barreira, Gorka Magallón, Ignacio del Moral, Jordi Gasull y Neil Landau, Las aventuras de Tadeo Jones

Mejor montaje
Lo imposible 

Mejor dirección de fotografía
Blancanieves

Mejor dirección de producción
Lo imposible

Mejor dirección artística
Blancanieves 

Mejor diseño de vestuario
Blancanieves

Mejor maquillaje y/o peluquería
Blancanieves

Mejor sonido
Lo imposible 

Mejor música original
Blancanieves

Mejor canción original
“No te puedo encontrar” (Blancanieves)

Mejores efectos especiales
Lo imposible

Mejor película iberoamericana
Juan de los muertos, Alejandro Brugués (Cuba)

Mejor película europea
Intocable, Eric Toledano y Olivier Nakache (Francia)

Mejor película de animación
Las aventuras de Tadeo Jones

Mejor película documental
Hijos de las nubes, la última colonia

Mejor cortometraje de ficción
Aquel no era yo

Mejor cortometraje de animación
El vendedor de humo

Mejor cortometraje documental
A story for the Modlins


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14 de febrero de 2013

La comedia, el género olvidado

Nos acercamos a la fecha marcada en el calendario de cualquier cinéfilo: el 24 de febrero, día en el que se celebrará la 85º edición de los Premios Oscar. Y como cada año, surge una pregunta: ¿dónde están las comedias? En las entregas de premios no suele haber sitio para este tipo de películas, y eso que se dice que es más difícil hacer reír que hacer llorar. ¿Realmente el nivel de las comedias de hoy en día no llega al de los dramas o es una cuestión de prejuicios?

Es curioso que se vea a la comedia como un “género menor”, cuando el cine de Hollywood está asentado sobre nombres imprescindibles en este campo. Sólo hay que recordar a los grandes maestros del humor del cine mudo, entre los que destacaron Charles Chaplin, Buster Keaton o Harold Lloyd. Más tarde, la historia de la comedia se seguiría escribiendo con letra de oro, gracias a nombres como Ernst Lubitsch, los Hermanos Marx, George Cukor o Billy Wilder. Todos ellos demuestran que, a pesar de las apariencias, este no es un género que deba tomarse a la ligera. Chaplin conocía a la perfección los mecanismos para hacer reír al público, y defendía que la comedia debe ser próxima a la realidad, estar pegada a ella. Quizá esta cercanía a la vida es lo que hace que la infravaloremos; solemos pedir “algo más” a una película para hacerla digna de un premio cinematográfico. 

Este año, entre las nueve nominadas al Oscar de Mejor película sólo encontramos una comedia: El lado bueno de las cosas. A pesar de esto, el film ha conseguido colarse en todas las categorías principales: David O. Russell podría conseguir el galardón al Mejor director y al Mejor guión adaptado, mientras que sus protagonistas se encuentran presentes en todos los apartados interpretativos. Y aunque aparecer en las nominaciones ya es un gran paso, la cosa se complica aún más si hablamos de llevarse la estatuilla dorada: en los últimos 20 años sólo ha habido dos comedias que lo han conseguido: Shakespeare in love, en 1998, y la francesa The artist, en la pasada edición.

Para evitar esta marginación del género, el productor, director y guionista Judd Apatow propuso hace unos años que se creara una categoría especial en los Oscar para las comedias. Es decir, que sucediese algo semejante a lo que ocurre con los Globos de Oro, donde hay un premio de Mejor película dramática y otro de Mejor película de comedia o musical. Aunque a priori esto diera más visibilidad al género, también tenemos que recordar que, de todas formas, tras las entregas de los Globos de Oro es la ganadora a Mejor película dramática la que suele llevarse la mayor parte de los titulares.

La industria del cine estadounidense y sus correspondientes premios no es un caso aislado, sino que esta situación se repite constantemente. España no se escapa del patrón, a pesar de la gran tradición cómica de nuestro país. Tenemos que remontarnos al año 1998 para encontrar una comedia que se haya llevado el Goya a la Mejor Película (La niña de tus ojos, de Fernando Trueba).
Para finalizar, hacemos un repaso por algunas de las comedias que en su día consiguieron alzarse con el Oscar a Mejor película. ¿Conseguirá El lado bueno de las cosas sumarse a ellas?

El apartamento (Billy Wilder, 1960)
Una emocionada Audrey Hepburn entregaba el Oscar de Mejor película a su amigo Billy Wilder, quien subía por tercera vez al escenario esa noche, tras recibir anteriormente los premios a la Mejor dirección y al Mejor guión original. Aunque fue etiquetada como “comedia”, su protagonista, Jack Lemmon, confesaba que ni él ni el director entendían el porqué. Y es que aunque El apartamento tenga grandes momentos cómicos, como ver a Lemmon escurriendo la pasta con una raqueta de tenis, el film es un relato agridulce con una considerable carga dramática.

My fair lady (George Cukor, 1964)
El musical dirigido por Cukor consiguió hacerse con ocho premios Oscar. Curiosamente, lo más destacable de estas victorias es la ausencia de su actriz principal, Audrey Hepburn, que ni siquiera se encontraba nominada por su rol. Los rumores apuntaron que el motivo podría ser que Hepburn tuvo que ser doblada en las canciones por Marni Nixon. Su compañero de reparto, Rex Harrison, sí que se llevó el premio.

Annie Hall (Woody Allen, 1977)
Por el momento, la única película de Woody Allen reconocida con el máximo galardón y una obra clave a la hora de ver la evolución de la comedia en la historia del cine. Un peculiar análisis de las relaciones de pareja protagonizado por el propio Allen, en su conocido papel de neurótico, y Diane Keaton, quien recientemente había saltado a la fama por su trabajo en El padrino. Sus ingeniosos diálogos hacen que sea un film imprescindible, así como las escenas en las que Allen interrumpe la acción y se dirige directamente al espectador. 

Belle époque (Fernando Trueba, 1992)
El Oscar de Mejor película de habla no inglesa a Belle époque fue el segundo que consiguió una cinta de nacionalidad española, diez años después de que Volver a empezar, de José Luis Garci, lo ganase por primera vez. Más tarde les seguirían Todo sobre mi madre, de Pedro Almodóvar, y Mar adentro, de Alejandro Amenábar. Al recoger el premio, Fernando Trueba hizo un discurso que quedó para el recuerdo: “Me gustaría creer en Dios para agradecérselo, pero sólo creo en Billy Wilder, así que gracias, señor Wilder”.    

The artist (Michel Hazanavicius, 2011)
En pleno siglo xxi, ocurrió lo que nadie se hubiese podido imaginar: el Oscar a Mejor película iba a parar a manos de una producción francesa, en blanco y negro… ¡y muda! Con ecos de films clásicos como El crepúsculo de los dioses y Cantando bajo la lluvia, la arriesgada apuesta dio como fruto cinco Oscars, incluyendo los de su director, Michel Hazanavicius, y su protagonista, Jean Dujardin. Eso sí, para muchos el alma de la película era el simpático perro Uggie, que aunque no entró en las nominaciones, robaba el protagonismo a Dujardin cada vez que compartían escena.

Publicado en: www.puntoencuentrocomplutense.es